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El asunto de la violencia doméstica del que son víctimas miles de mujeres en todo el mundo, es un tema altamente expuesto en los medios de comunicación y en diversos foros internacionales, y no es un secreto para nadie que en Puerto Rico este es un grave problema que aqueja a nuestra sociedad. Las cifras de mujeres golpeadas brutalmente y agredidas física, moral y psicológicamente son escandalosas y es necesario enfocar esfuerzos para cambiar esa realidad. Pero toda moneda tiene dos caras y en el asunto de la violencia doméstica, hay una faz que no es tomada en cuenta con el mismo respeto, urgencia y difusión: el maltrato femenino hacia los hombres. Pareciera un mito o un chiste y la reacción de muchos (hombres y mujeres) es por lo general de burla y risa, pero la verdad es que los miembros del género masculino también pueden ser, y en un gran número de casos son, víctima de abuso físico, moral y psicológico por parte de sus parejas. Para comentar algunas cifras que resultan tan alarmantes como las del caso opuesto: en México, país famoso por un machismo rampante, los datos encontrados por una encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), revelan que ocho de cada diez hombres jóvenes, son maltratados por sus parejas. El estudio demuestra que 78% de los jóvenes entre 15 y 24 años son violentados psicológicamente por sus mujeres. Además, según cifras del Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ) en la Encuesta Nacional de Violencia en las Relaciones de Noviazgo 2007 (ENVINOV), el 15% de los jóvenes, hombres y mujeres, han sufrido algún tipo de violencia en el noviazgo, y de este número, el 46% son hombres que han sufrido algún maltrato físico. En varios países, el número de hombres víctimas de maltrato por parte de sus parejas, se acerca al de las mujeres, cuando no lo sobrepasa como ocurre en los Estados Unidos, por ejemplo. En España, los números son equivalentes, por lo que agrupaciones de hombres de este país han comenzado a buscar la creación de una plataforma institucional que enfrente esta situación.
¿Cómo es posible que estos números sean una realidad que pase inadvertida? Entre otros factores, las dos principales razones son simples: Los maltratados no denuncian a las perpetradoras de la agresión, o en el peor de los casos, no saben siquiera que están padeciendo algo que puede ser denominado como violencia doméstica. El Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en México, encontró mediante encuestas que tan sólo el 2% de los hombres víctimas de esta situación levantan cargos contra sus parejas, y muchas veces por presión de sus familiares. Peor aun, en varios países no es común que se lleven estadísticas o registros sobre el tema. Para una mujer, resulta difícil tener el coraje de denunciar a un hombre que la golpea por temor a las represalias por parte de este o la complicidad de una sociedad machista, pero para un hombre, el machismo también actúa de forma terrible. La mera mención de un acto de agresión en su contra, es un evento castrante para el macho que acepta ser débil ante una fémina. La humillación colectiva es un agravante del que no padecen las mujeres, quienes por el contrario gozan de la simpatía popular en sus casos. De igual modo, la Justicia se presenta más compadeciente ante los casos de agresividad en contra de mujeres que ante los de hombres. Pero el caso más terrible es aquel en el que el individuo ni siquiera tiene la noción de que aquello de lo que es víctima es considerado violencia doméstica. Situaciones que pueden parecer cotidianas son en realidad actos de agresividad que entran en el renglón del maltrato moral y psicológico. El chantaje emocional y la manipulación, el control obsesivo, los celos enfermizos, la desautorización frente a los hijos, las comparaciones con las parejas de otras mujeres, la ridiculización del individuo por parte de la mujer y sus amigas, etc. Todas estas situaciones son agresiones que afectan intensamente la moral, la psiquis y la autoestima de los hombres. De igual modo las prácticas en las que la mujer le da celos a su pareja con otro, las pruebas a las que someten las féminas a sus compañeros sentimentales (sobre todo aquellas cuyo resultado ya es esperado), la indiferencia o la “ley del hielo” en la que la mujer le retira el habla al hombre, o le habla justo lo necesario, o bien, una de las acciones de agresividad de género más común, la privación del acto sexual como castigo o incluso la denigración del hombre por el desempeño de este durante el acto. El machismo también complica las cosas cuando algunas mujeres, basándose en la concepción de que las féminas son más débiles y frágiles, se hacen las víctimas para doblegar a sus compañeros sentimentales. La profesora Nelia Tello de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Nacional Autónoma de México explica que “las mujeres se hacen las víctimas para doblegarlos (a los hombres), sin pensar que al hacerlo también ejercen violencia contra sí mismas. Esto es difícil para las personas, porque generalmente se les educa en una creencia de que la mujer es inferior en muchos aspectos”, lo cual complica las relaciones de pareja. Si bien la agresividad y el maltrato en contra de la mujer debe ser una situación que debe ser remediada con urgencia, la violencia doméstica en general debería ser el fenómeno con el que se debe trabajar. Es tan condenable el hombre que golpea y desmoraliza a una mujer, como la fémina que hace lo mismo con su pareja. En un país como el nuestro, en el que la violencia es uno de los males principales y amenaza con aumentar, se debe trabajar, por lo menos, por eliminarla de adentro de los hogares puertorriqueños, sin importar el género del perpetrador y de la víctima.