Una mirada desde la perspectiva de género al pasado proceso electoral revela que éste fue uno histórico. Más allá de la participación de seis partidos en la contienda electoral, de convertir el proceso eleccionario simultáneamente en una consulta plebiscitaria sobre status y de resultar en la elección de un gobernador y un comisionado residente de partidos diferentes, el proceso evidenció la confrontación entre viejos y nuevos estilos de hacer política.
En el 80 aniversario del sufragio femenino, la participación de las mujeres en la política experimentó un paradójico reversazo numérico a la vez que un salto cualitativo de gran importancia. La representación política de las mujeres en la Asamblea Legislativa y en el gobierno municipal declinó significativamente. El número de legisladoras se redujo de 23 a 12, el más bajo desde 1996 cuando se eligieron 15 legisladoras. De éstas 12, seis fueron electas al Senado y seis a la Cámara de Representantes. Diez legisladoras incumbentes del Partido Nuevo Progresista (PNP) perdieron sus escaños; siete senadoras (dos de ellas por acumulación) y tres representantes por distrito.
Aunque 25 por ciento de los candidatos a la Legislatura fueron mujeres (53 de 214), la Asamblea Legislativa del 2013 quedará constituida con tan solo un 15 por ciento de legisladoras (12 de 78). Las acaldesas electas se redujeron de cinco en 2008 a cuatro en 2012. Esto equivale a cinco por ciento de representación femenina para la posición de alcalde a nivel del país.
En estas elecciones hubo un total de 39 candidatas a alcaldesas por todos los partidos. Las cuatro electas corresponden a los municipios de San Juan, Ponce, Salinas, y Barceloneta. De las alcaldesas incumbentes, 3 fueron derrotadas: Guayama, Cabo Rojo y Vieques (la de Naguabo perdió las primarias). Solo la alcaldesa de Ponce fue reelecta.
No obstante, el gran logro feminista de 2012 fue la nueva contienda entre la política basada en la diversidad e inclusión de género, raza y preferencias sexuales versus las formas tradicionales de exclusión o marginalización de la diferencia levantando la bandera del estatus.
La elección, por tercera vez en la historia, de una mujer para ocupar la poltrona municipal de San Juan fue el resultado de una campaña inclusiva y de una astuta política multisectorial de alianzas que presagian nuevas formas de hacer política y de forjar consensos para una gobernanza diferente.
La candidata del Partido Popular Democrático (PPD), Carmen Yulín Cruz obtuvo una victoria contundente sobre el implacable incumbente del PNP por 12 años, Jorge Santini. El liderato de Carmen Yulín, basado en el respeto y la empatía con la necesidad del otro, desató una fuerza de movilización mayor a la generada por costosas campañas políticas y aceitadas maquinarias partidistas.
La victoria de Carmen Yulín Cruz en San Juan impactó los resultados para representantes a la Cámara. Al ser favorecida en los precintos 3 y 4 de San Juan, el PPD capturó dos escaños adicionales en la Cámara. En el distrito 3 la incumbente PNP, Albita Rivera fue derrotada por la candidata del PPD, Sonia Pacheco.
Otras dos contendoras del PNP al Senado (Liza Fernández y Zoe Laboy) cuyas candidaturas estaban atadas al comportamiento electoral de San Juan, no resultaron favorecidas en la elección. Las tres candidatas derrotadas se caracterizaron por un estilo abrasivo similar al del alcalde Santini al cual ataron sus destinos. Esto es similar a lo que se conoce en el feminismo como “identificación masculina”. Su rol como defensoras e interlocutoras en la campaña del alcalde frente a Carmen Yulín fue castigado por el electorado.
Podría argumentarse también, que la alianza que lideró la alcaldesa electa contribuyó a la derrota de Elizabeth Casado en el distrito 40 de Carolina. Ésta presidió la comisión cameral que condujo las vistas públicas que cuestionó el proyecto de comunidades especiales—las cuales apoyaron a Carmen Yulín.
Podría decirse, pues, que la nueva política feminista ha dejado en el camino a candidatas que insisten en hacer política tradicional con estilos machistas. Es significativo que durante la campaña electoral, tanto los partidos tradicionales como los emergentes, presentaron una diversidad de propuestas dirigidas específicamente al sector femenino como parte de sus promesas de campaña. Esto constituye un reconocimiento de la fuerza electoral de las mujeres, quienes constituyen el 52 por ciento de la población, se inscriben en mayor proporción que los hombres y son el número mayor de votantes.
En conjunto, estos factores han contribuido a activar la participación femenina en el proceso electoral y a enfocar en la representación política de las mujeres y otros nuevos actores políticos hasta ahora marginados (la comunidad LGBTT, la comunidad dominicana, organizaciones comunitarias) que buscan un gobierno que les haga justicia e incorpore sus aspiraciones.
El “ invencible” exalcalde Santini pretendió emascular a la alcaldesa electa. Su machismo, expresado en la negativa a dialogar o debatir ideas y propuestas con la mujer que lo retaba y en la utilización de mujeres candidatas de su partido como interlocutoras en la campaña contra Carmen Yulín, lo llevó a subestimar la fuerza y el poder de la inclusión y la solidaridad feminista.
La autora es Catedrática del Departamento de Ciencia Política en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.