No todas las películas cristianas tienen que ser God’s Not Dead. Claro está, Leviathan, el filme ruso, nominado al Oscar por Mejor Película Extranjera y ganadora del Golden Globe en la misma categoría, no tiene como fin ser del género religioso. Aunque, lo es de una forma sigilosa, cautelosa e inteligente. Esta historia del hombre común, dirigida de manera preciosa por Andrey Zvyagintsev, es un filme de proporciones bíblicas que apela a todos por igual de maneras poéticamente deprimentes en un mundo que no es completamente justo para la humanidad.
Entre el clima frígido del pequeño pueblo costero de Pribrezhny se encuentra Kolya, interpretado por Alexei Serebriakov, cuyas desgracias aumentan mientras corre la cinta. Todo comienza con Vadim, alcalde de Pibrezhny actuado por Roman Madyanov, cuyas intenciones apuntan a adueñarse de las tierras de Kolya. Es entonces que el personaje de Serebriakov busca de la ayuda de su amigo abogado, Dmitri, interpretado por Vladimir Vdovichenkov, lo que puede ser una ventaja en la guerra legal que pelea Kolya como puede ser aún otro infortunio más en su lista.
El filme comprueba, casi a sangre fría, la maldad del ser humano. No tanto por lo que vemos en pantalla sino por la gran habilidad que tiene Zvyagintsev en mantenernos atentos a una historia completamente trágica en la contemporaneidad. No queremos sufrir, pero no podemos apartar la vista de ello. Es Kolya quien tiene que sufrir por nosotros en este recuento del libro bíblico de Job lo que resulta en un filme genialmente malévolo. Zvyagintsev no se recuesta de cómo se resolverán los problemas de nuestro héroe sino que se enfoca en qué más le puede pasar.
El nombre de Job está envuelto con la película por su historia y por el ángulo de distribución que se escogió para la película. Sin embargo, esto no es un filme religioso si lo observamos detenidamente. Durante los 141 minutos de duración vemos adulterio y suicidio entre otras prácticas antireligiosas. Los elementos bíblicos del filme son más fáciles de detectar cuando se mira la totalidad de la cinta y su final.
Todos los temas bíblicos giran en torno al personaje de Vadim quien es aconsejado por el clérigo local sobre cómo llevar a cabo las acciones que eventualmente despojaran a Kolya de su felicidad. Aquí se plantea una de las preguntas que ofrece el filme: ¿se pueden satisfacer a todos dentro de la viña del Señor? Es evidente que Kolya es una víctima desdichada en este guión, lo que pone en cuestionamiento el triunfo de la iglesia dentro de la película. Es por esto que la película logra ser religiosa.
Esta faceta de Leviathan se compara mucho con su compañera en nominaciones extranjeras, Timbuktu, dirigida por Abderrahmane Sissako. Ambas tienen la presencia clerical. Ambos llevan a cabo consejería religiosa; una a un grupo terrorista y otra a la representación gubernamental local. Más que nada, lo que es incuestionable entre las dos películas es el hecho de que la religión llega a ser antagonista en ambas. Mientras que la iglesia católica ayuda a Vadim, lo que deshace la prosperidad de Kolya, en Leviathan, los terroristas se basan erróneamente en el Islam para llevar a cabo acciones que esfuman una cultura a punto de pistola en Timbuktu.
Leviathan abarca como no abarca temas de la iglesia. Todo es cuestión de perspectiva. Sin embargo, nunca se pierde de vista la destreza cinematográfica de Zvyagintsev. Su trabajo en conjunto con el de Mikhail Krichman, el fotógrafo, demuestra una Rusia fría que no se aleja de lo impresionante.
Junto a ellos se coloca el gran elenco de la producción que siempre mantiene su presencia mediante las desgracias de Kolya aunque no se vean en pantalla. Leviathan es un trabajo que logra una organicidad excelente al llevar este relato bíblico al mundo contemporáneo.
Los aspectos religiosos de la película no la benefician ni le conceden alguna desventaja. No va a ganar audiencia católica como no perderá público ateo o agnóstico. Leviathan se defiende por sí sola como una muestra de cine internacional increíble y desgarrador. Sencillamente, es la historia de una búsqueda de la felicidad fallida. Es una mirada externa y lejana de un relato antiguo que concurre con las situaciones por las que pasa el hombre promedio del siglo XXI.