La exclusión o inclusión de las parejas del mismo sexo en la Ley 54 se ha convertido en un debate entre liberales y conservadores en el Capitolio, desde que el Tribunal Supremo de Puerto Rico decidiera, en el 2003, no cobijar la comunidad Lésbica, Gay, Bisexual, Trans (LGBT) bajo la Ley de Prevención e intervención con la Violencia Doméstica, la Ley Número 54.
Según el presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz, las protecciones que brinda el Código Penal, como las denuncias o querellas por agresión, Ley de Acecho y órdenes de protección, son suficientes para proteger a una víctima de violencia doméstica, de la comunidad homosexual. “La Ley 54 es una integral especial para personas de sexo diferente. Ese es el espíritu de la ley, así fue concebida, discutida y aprobada por el Tribunal Supremo de Puerto Rico, con el aplauso sonoro mío”, añadió.
Al igual que Schatz, otros senadores y representantes del Partido Nuevo Progresista, prefieren conservar sus creencias cristianas y tradicionales, las cuales consideran parte de la cultura puertorriqueña. Según la senadora Margarita Nolasco, quien manifestó ser muy cristiana, no hay nada que le pueda hacer ver a una pareja del mismo sexo del mismo modo como ve las parejas heterosexuales.
“Respeto sus posiciones y su manera de pensar [activistas homosexuales y comunidad LGBTT], pero, dentro de lo que me corresponde a mí legislar, yo mantengo todavía esa mentalidad tradicional”. Respecto a la Ley 54, la senadora manifestó que “se le han hecho varias enmiendas para fortalecerla y me parece a mí hasta ahora, como mujer y como senadora, que la Ley ha cumplido su cometido”.
De igual modo, el representante José Aponte manifestó que el hecho de que dos personas del mismo sexo quieran mantener una relación en la medida en que quisieran mantenerla, él lo respetaba. Sin embargo, añadió: “Pero hay mecanismos dentro de la ley, dentro del Código Penal de Puerto Rico que le cobijan en un momento dado sin tener que reconocer o hacer un cambio a lo que son las disposiciones legales constitucionales”.
Ante este asunto, la activista a favor de la comunidad LGBTT, Cecilia La Luz, quien se ha reunido en varias ocasiones con el presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz, y otros líderes políticos para abogar por los derechos de la comunidad LGBTT, indicó que los aspectos cristianos y tradicionales de los legisladores, eran solo una excusa para evitar validar el concepto de parejas del mismo sexo y evitar la lucha por el matrimonio homosexual en la Isla.
De otro lado, la representante por el Partido Popular Democrático, Carmen Yulín Cruz, manifestó que el Tribunal Supremo le ha quitado derechos a seres humanos que han sido víctimas de abuso físico, verbal o emocional, por la única razón de amar a una persona de su mismo sexo.
Cruz apoyó que se reconocieran las parejas homosexuales en la Ley Número 54, porque “esa era la intención de la ley, porque ha habido movimiento en dirección de las cortes aún de Puerto Rico de establecer derechos propietarios y financieros [a las parejas LGBTT] y no veo porqué la cuenta de banco sea más importante que la vida de un ser humano”. Antes de la decisión del Tribunal Supremo en el 2003, las parejas del mismo sexo sí estaban cobijadas bajo la Ley 54.
Según la legisladora del Partido Popular Democrático, quien no trabajará en el Capitolio el próximo año pues dirigirá la Ciudad Capital a partir de enero, la sociedad ha adelantado en el proceso de aceptación. Por otro lado, Cruz dijo que la intolerancia se sigue entronizando en estructuras que deberían proteger los derechos de los seres humanos, indistintamente de la persona que decidan amar.
“No estoy ajena al desafío constante, al recelo, el escrúpulo y el prejuicio en que viven todos los días nuestros hermanos y hermanas que aman gente de su mismo sexo. Estamos muy lejos de entender la diferencia entre respetar, tolerar y aceptar, entre los seres humanos”, expresó la representante.
Mientras tanto, en Puerto Rico, los casos de violencia doméstica entre parejas del mismo sexo continuarán casi en el anonimato. Casi, porque relatos como el de Enrique (reseñado en el primer artículo de esta serie) mantendrán viva la esperanza de que las voces LGBTT sean escuchadas.
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Segundo de una serie especial.