La importancia de la educación en un colectivo, va más allá de un simple diploma. Usted va a la universidad, toma un currículo por el que paga, sea en el sector público o privado, se gradúa y busca trabajo. Sin embargo, el problema empieza cuando comprometemos nuestra conciencia política a un partido en específico para lograr eso último. La capacidad de libre pensamiento se bloquea y se desarrolla el adoctrinamiento mental para seguir unas políticas que para nada representan sus intereses, pero qué le va a hacer, ¡ese o esa candidata le dio trabajo!
Cuando se nace pobre y la única movilidad social que se tiene es la educación pero usted escoge la pala en el gobierno para facilitarse el camino, es que la cosa se aprieta. Y así, se va moldeando un pensamiento político-partidista, sin pensamiento crítico ni cuestionamiento.
No es extraño entonces que la mayoría de quienes todavía defienden -a capa y espada- las políticas de austeridad, que solo le costarán a la clase trabajadora puertorriqueña, son los que le deben lealtad a algún partido. Sí, a ese mismo partido que le devuelve el favor de cargar sus maletas con algún puesto de confianza en el que las únicas cualificaciones que se requieren es ser amigo o amiga del político en cuestión.
Ahí es donde se falla como ciudadano y se traza una línea muy fina entre el trabajo y la dignidad adherida al sentido común. No son capaces de levantar su voz y denunciar lo que es injusto, pues pretenden perpetuar el mal gobierno que nos ha llevado a la debacle que hoy tenemos como pueblo y asegurar su empleo en el sector público. Y no los juzgo, pero debemos reflexionar.
Puerto Rico, lleva cerca de 65 años en el juego de la “papa caliente” del perpetuo bipartidismo azul y rojo, el Partido Popular Democrático (PPD) y el Partido Nuevo Progresista (PNP), quienes nos trajeron hasta aquí. Durante este tiempo se han librado luchas de trabajadores y universitarios que han tenido logros y también pérdidas que costaron sangre y muertes.
Esas luchas han tenido como verdugos a políticos que hemos escogido cada cuatro años. Y es precisamente en esa coyuntura que debemos preguntarnos: ¿a quién o a qué respondemos?, ¿por qué estos no responden a nosotros? Sin embargo, cada cuatro años, entramos a una caseta, emitimos un voto ciego o “íntegro” dándole el poder a quienes nos han traído hasta aquí.
La clase política que nos “representa” en el gobierno ha dejado claro – una y otra vez – que sus intereses no persiguen agendas que promuevan una mejor calidad de vida y bienestar para el pueblo. Y no generalizo, hay entre ellos personas muy respetables con genuino interés en la justicia social, pero son la excepción.
El llamado a la reflexión y a la participación ciudadana se hace más necesario según pasan los días. La “crisis” queda al desnudo, se desestabilizan los argumentos político partidistas y con ello se desencapuchan los verdaderos criminales.
La realidad política de Puerto Rico en este momento, exige introspección, mirar bien adentro lo que hemos creído siempre y cuestionarlo, solo así se podrá llegar a la verdad, un “lujo” que en estos tiempos la mayoría no se quiere dar.
La autora es estudiante de maestría del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico-Recinto de Río Piedras. También es egresada del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM).