Ya vimos cómo se ha desarrollado Uber alrededor del mundo, en especial en Puerto Rico, dónde ahora mismo la pugna anda en candela. También narramos un episodio de batalla entre Uber y los Taxistas. Además, expusimos el punto de vista de los taxistas, cuyo trabajo se ve amenazado ante la nueva era cibernética de la transportación.
En esta última parte de la serie, vemos cómo se desenvuelven los llamados uberdrivers, que, de resolverse la polémica legal, pudieran convertirse en una nueva fuerza obrera en Puerto Rico. Así ha sucedido en otras partes del mundo, al punto de llegar al cooperativismo, algo que analizaremos más adelante.
Empecemos con un universitario que durante la semana inicial en la que Uber estuvo operando viajó un largo trayecto hasta el área metropolitana para trabajar. El joven, quien dijo estudiar en el sistema de la Universidad de Puerto Rico (UPR), aceptó ser entrevistado bajo un seudónimo, pues, aunque entiende que le ha ido muy bien como chofer de Uber, ha tenido varios encontronazos con taxistas en pos de lucha y con las autoridades, ante la incertidumbre legal que ha permeado.
“Trabajé súper, ‘full time’ diría yo [durante] la primera semana. Mi experiencia fue increíble, la pasé bien y conocí un montón de gente, tanto boricua como turistas, personas jóvenes, mayores, profesionales, de todo un poco. De hecho, de casualidad conmigo se montaron los dos abogados de Estados Unidos que representan a la compañía en las demandas ante el Gobierno”, dijo el conductor, que prefirió utilizar el seudónimo “Gerardo”.
“Gerardo” dijo que laboró cinco días de esa semana y que “todos los días hice sobre $200”. En su mejor día, indicó, hizo $258, y aunque no recuerda la cifra global en bruto de lo ganado, “después de sacar mis gastos de gasolina y comida, me sobraron $730”. Recordó que con la fórmula de Uber es una “ya establecida, por lo que nosotros no tenemos manera de controlar cuánto se va a cobrar. Partimos de la tarifa base de $3, que sube según el tiempo y el millaje”.
En cuanto a los requerimientos, “Gerardo” señaló que todos los conductores pasan por una verificación de antecedentes “para asegurarse que están debidamente preparados y no vaya a ser un agresor o un criminal”. Entre los documentos oficiales que Uber solicita está la licencia de conductor, el récord de chofer del Departamento de Transportación y Obras Públicas (DTOP) que incluye el número de multas y casos que ha enfrentado el conductor, al igual que su información personal.
Además, deben presentar copia del seguro obligatorio vigente del automóvil y, si tienen, del privado. Deben también enviar varias fotos del automóvil, por dentro y por fuera, de la tablilla y del marbete. Al “Gerardo” cumplir con estas regulaciones, establecidas por la compañía, no incurre en ninguna ilegalidad.
“Los clientes me preguntan si estamos legalmente, pero no es que los drivers operan ilegalmente. Nosotros cumplimos con lo que la compañía nos pidió. La compañía sí estaba operando sin la debida recomendación de la Comisión de Servicio Público (CSP), pero, hasta donde tengo entendido, estuvieron tratando de conseguir esa reglamentación durante meses y la comisión se hacía de la vista larga, sin sacar la reglamentación y por eso decidieron operar”, señaló nuestro entrevistado defendiendo las gestiones de la empresa.
“Nosotros los drivers sí estábamos operando legalmente porque no estábamos cometiendo nada ilegal”, sostuvo.
Otro uberdriver, que exigió ir por el nombre de “Ricardo Rivera”, trabaja con Uber varias horas para complementar económicamente su empleo regular. Lo hace en el área de Cupey y Guaynabo, y por ende, nunca ha vivido confrontaciones con los taxistas, a quienes, dijo, “tuvieron tres años para crear un app”, desde que “Uber anunció que venía, en 2013” y que “hoy todo trabaja a través de apps”.
“Ahora mismo, vas al Colegio de Mayagüez y un estudiante te hace un app en menos de tres horas”, arguyó. “Y además, el que está en la calle sabe lo que hay con los taxistas, no es un tema nuevo”, agregó colando en su ponencia otros términos como “mafia” y “traqueteo”.
“Rivera” tiene suerte de no haberse enfrentado con los taxistas, pero “Gerardo” no puede decir lo mismo. Al laborar en áreas turística, nuestro primer entrevistado dijo haber vivido “muchos altercados diferentes”. En el primero, en San Juan, los taxistas lo vieron recogiendo a tres turistas y “acto seguido me rodearon a guagua y no me dejaron ir hasta que llegó la Policía”.
“Después de eso, ya conocían mi vehículo y me velaban por Viejo San Juan, Condado e Isla Verde. Al área del hotel Condado Plaza fui en varias ocasiones a recoger personas y una vez me trataron de bloquear el vehículo y hacer al pasajero bajarse. En otra ocasión pude acelerar, y solo llegaron a gritarme y decirme cosas fuertes”, interpuso.
“Lo más fuerte, yo diría, fue en el Condado, el viernes, cuando dejé a dos clientes en la avenida Ashford. Me dirigía hacia el expreso cuando los mismos clientes me llamaron para decirme que me seguían varios taxistas. Al enganchar con los clientes, me cayeron a ‘pedrá limpia’, me rompieron el cristal, me dañaron la tapa del vehículo, el bómpel, hasta en el techo me hicieron huecos”, agregó.
Luego de eso, contó “Gerardo”, cuatro taxistas en guaguas oficiales lo persiguieron hasta Bayamón, donde “me esperaban oficiales de la Policía. Llegué hasta la Comandancia de Bayamón y los taxistas se desviaron”. El uberdriver boricua dijo que Uber le indicó que le pagaría “todos los daños ocasionados al vehículo por parte de los taxistas, siempre y cuando muestre la documentación” que incluye el informe de una querella en la Policía.
“Me rompieron un cristal que en eso nada más van $700. En total son $3,900. No sé si es por ahora o sea definitivo, pero hasta el momento me han dicho que van a responder en su totalidad”, acotó.
No sería la primera vez que Uber compensa a sus choferes por daños o perjuicios, y seguramente tampoco será la última, aunque en la mayoría de las ocasiones ha habido un tribunal por el medio. La mayor disputa entre patrono y empleado, sin embargo, ha sido la propia relación que ambas partes han llevado. En abril de este año, Uber acordó pagar hasta $100 millones a 385,000 mil conductores, en un pacto que atiende dos demandas legales en Estados Unidos, de empleados que buscaban ser clasificados como empleados en lugar de contratistas.
Mientras, el 20 de julio, dos uberdrivers demandaron a Uber en Londres aludiendo que la compañía actuaba al margen de las leyes británicas al no ofrecer ni pago por enfermedad, ni pago por vacaciones. Esto ha sentado precedente en Londres al abrir la discusión sobre leyes laborales que existen hace años.
Entonces, también están las disputas de Uber con sus clientes. Según Tech Crunch, portal especializado en tecnología digital que opera directamente desde el Valle de Silicón en el sur de San Francisco, California – hogar de empresas como Apple, Netflix, Intel, eBay, Yahoo!, Twitter, y, por supuesto, Uber, entre otras – la novel compañía de transportación también se ha ido a las manos con sus clientes. En abril, Uber acordó pagar $25 millones para resolver una disputa en la que se le acusa a la empresa de ofrecer información engañosa a sus usuarios con respecto a su seguridad.
Bueno, quizás es que estos son dolores de crecimiento. Quizás la ruta de Uber sea la socialización de la compañía. Así lo proponen algunos y ya comienza a suceder en ciudades como Denver, donde las uniones de taxistas y otros grupos laborales le han dado la mano a los uberdrivers y otros conductores de empresas de aplicaciones para empezar a organizarse.
Eso sí, el nivel empresarial que Uber ha logrado con su aplicación ha hecho que el mundo del cooperativismo le empiece a echar el ojo a los softwares tecnológicos como una nueva herramienta de alta envergadura. Cuando el jefe es una máquina, la compasión es menos para el empleado, pero la era de una cooperativa desde tu celular ya se acerca, y ya se prevén formas de balancear los derechos del obrero.
En tanto, el creador de Uber, Travis Kalanicks, sigue amasando miles de millones de dólares y su popularidad es tal que hasta fue reconocido como uno de los CEOs más sexy del planeta. Otros socios suyos, como Chris Sacca, el jeque de Twitter que tiene un por ciento en la compañía, mantienen en boga la promoción del producto con alta presencia mediática. Es que esto de Uber se ha vuelto un coloso tecnológico y económico.
“Y deja que [a Puerto Rico] llegue Lyft, Easycab y par más”, dijo el uberdriver “Ricardo Rivera”.
Más allá de la riña entre uberdrivers y taxistas, la cosa está cambiando. Este juego de sobrevivencia en cuatro ruedas aún no acaba.