Como ya hemos visto en esta serie, las polémicas con Uber son la norma a nivel mundial. Ahora, aceleremos un poco el carrito, que este paseo en automóvil sigue con fuerza.
Primero, quedó establecido que Uber es una empresa multinacional que basa su negocio en lo abstracto, en una aplicación móvil, y que, por andar en un gris legal a nivel internacional y con capital de miles de millones de dólares para armar su propio ejército de chóferes ‘freelance’, entran a revolcar los mercados de los países de forma temeraria.
Si esto fuese lucha libre, podríamos decir que Uber entra a los países por debajo de la primera soga del ring y llevándose todo por el medio, como el Invader cuando salvaba a Carlitos Colón de una pela de Abdullah the Butcher, Chicky Starr o Los Pastores. Claro, aquí la buena intención de Uber de salvar a los obreros del mercado que penetra es, al menos, cuestionable. Eso sí, como en la lucha libre boricua, sobran los golpes, los de verdad y los falsos.
Ojo, no se trata de regañar o distribuir culpas, eso que lo haga el lector cuando acabe la serie. Aquí el positivo resultado tecnológico, mucho más que el factor empleomanía, es lo más favorecedor del movimiento Uber. Aunque como compañía falten escrúpulos en otros renglones, como la equidad obrero-patronal, es difícil tapar el sol con la mano con respecto a lo práctico que la aplicación móvil resulta para el cliente. Ahí sí dieron un palo evolutivo.
Después de todo, en la transportación, el automóvil hizo que las leyes cambiaran en las metrópolis tras varios años de compartir carreteras con carruajes y caballos; en la música, el MP3 convirtió el casete y el vinilo en algo artesanal; y, por supuesto, en las comunicaciones, la Internet y el teléfono celular se quedaron con el canto.
Uber creó un software que ofrece una forma de reemplazo para la ya existente operación de toda una industria. Su éxito consiste en dos cosas: la creación de grandes ahorros de costo y eficiencia en el lado del suplemento, pues no lidian con costos de operadores humanos o quioscos de taxi; y el significante beneficio de ofrecerle al usuario una experiencia más interpersonal, y, casi siempre, más barata, aunque en ciudades donde se guía lento por el tráfico, como Nueva York, hay buena competencia en distancias cortas.
Bueno, ¿pero qué de los obreros de la transportación que Uber ha afectado? ¿Qué de los taxistas y los uberdrivers? Al fin y al cabo, ellos son la mano de obra aquí. Veamos aquí el sentir de dos taxistas, ahora en plena batalla territorial con Uber. En nuestra próxima parte, hablaremos con un chofer de Uber.
Los taxistas son el gremio ya establecido, tras décadas de lucha obrera a nivel mundial. Como se explicó en los primeros dos reportajes de esta serie, andan bastante enfogonados, ya que el impacto a la industria del taxi alrededor del planeta ha sido devastadora. Por ejemplo, en una ciudad con una economía turística sólida, como la cosmopolita San Francisco, la principal compañía de taxis, Yellow Cab Co Op, se acogió a la banca rota federal en enero de este año, para salvaguardar lo que les quedaba tras dos años de la llegada de Uber.
En Puerto Rico, los taxistas intentaron alzar su voz de protesta desde mayo, tal como documentó Diálogo. Juan De León, portavoz de la Federación de Taxistas de Puerto Rico, calificó la llegada de Uber como “competencia desleal”, indicando que afectaría a casi 1,500 taxistas que en el área metro trabajan ya sea para la Compañía de Turismo o para empresas cooperativas como la Rochdale Taxi cabs, Major Taxi, Puerto Rico, Metro Taxis y American Tax.
“Nosotros entendemos que lo que esta compañía pretende es abaratar el costo al proveer un servicio mediocre”, le dijo De León a la periodista Deborah Rodríguez dos meses antes de que Uber prendiera motores por vez primera en Borinquen. Por un lado, el gremio taxista se defendía. Pero por el otro, usuarias y usuarios de las redes sociales le tendían la alfombra roja a Uber, en gran parte por el costo abaratado que presenta para el cliente, y también en parte por el descontento con la conducta de algunos taxistas.
Finalmente, llegó Uber, aunque al cierre de edición de este artículo, seguía paralizado por un tribunal. Chocan y chocan los carritos locos del Departamento de Obras Públicas (DTOP) y la Comisión de Servicio Público. La chamba para los taxistas, sin embargo, va difícil.
“Ha sido una semana que me ha drenado bastante”, le dijo a Diálogo la taxista Zayra Tamara Hernández durante la mañana del viernes de la semana en que debutó Uber en Puerto Rico.
Hernández entró al gremio en enero. Viene de familia de taxistas, pues su papá supera las dos décadas como taxista en la industria del turismo. La joven madre trabaja desde las seis de la mañana en su taxi y en la noche tiene otro trabajo en un restaurante. Ha visto cómo la industria del taxi es una de las que ha sobrevivido, a pesar de la crisis nacional, pero también cómo las cosas han cambiado, especialmente ante la tecnología. De más está decir que se opone a la llegada de Uber, ya que entraron de sopetón “ofreciendo su servicio de manera ilegal, sin regulación, sin ningún seguro”, y, pues, porque conoce al dedillo lo que es el trabajo del taxista.
“Generalmente, en la semana es bien lento. Es bien impredecible el negocio del taxi”, suspiró, afirmando que Uber hiperboliza esa incertidumbre.
“Es una falta de respeto hacia la industria del turismo, que es de las que más dinero genera en el país. Ha sido una semana muy confusa, intrigante para nosotros los taxistas. La realidad es que hay una controversia que nos deja en duda a cientos de familias que no sabemos qué pasará con las inversiones que tenemos [en las cooperativas de taxis]”, indicó. Los que trabajan como empleados de estas cooperativas, dijo Hernández, temen “que puedan perder su monta si los dueños deciden vender la empresa”.
Hernández puntualizó que el desacuerdo aquí no radica en Uber como tecnología, y sí en “la entrada ilegal a este mercado”.
“Nosotros tenemos unas aplicaciones, como Taxi Concept y Boricua Taxi, dos aplicaciones de puertorriqueños, pero la realidad es que no podemos competir con una multinacional o hacer una aplicación que esté al nivel o mejor que Uber, porque estamos hablando de una clase trabajadora”, y no de millonarios del Valle de Silicón californiano, de quienes hablaremos más adelante.
“Creo que Uber no es innovación o progreso. Está bien nítido lo de la aplicación, pero no es progreso”, en especial “para el conductor”. Para Hernández, “con este nuevo mercado sale bien perjudicada la clase trabajadora”.
“Mi seguro me cubre cien mil dólares y te montas en un auto que está inspeccionado por el Estado. Todo lo que nosotros los taxistas hacemos aquí, lo dejamos aquí. A nosotros se nos exige montones de papeles, más llenar la planilla, pagar nuestro seguro social y somos la primera cara del cliente. Uber no es más que neoliberalismo, esclavitud, puro capitalismo. Aquí nadie gana más que Uber”, afirmó, cual ave defendiendo su nido.
Es normal que los taxistas sean pasionales con sus defensas. Defienden lo suyo. Ahora, son pocos los que se muestran a favor de actos como los que reseñamos en el inicio de nuestra serie, cuando un cliente grabó una intervención de taxistas con su auto Uber, u otros en los que ha habido confrontaciones físicas y ataques de parte de los taxistas, en ocasiones confundiendo autos normales con autos guiados por chóferes de Uber.
Eso sí, está claro que, mientras las ilegalidades con Uber se den, los espacios turísticos alrededor del mundo asemejarán más una bronca boricua en automóviles. En la lucha, el golpe al corazón del puño vendado del Invader es teatro, pero aquí es real.
“Yo no estoy de acuerdo con agredir a clientes, ni a nadie pero entiendo por qué algunos taxistas han tomado esa posición. Esto ha pasado en otros países y peor. La gente tilda a los taxistas de personas violentas sin entender que como casi todo negocio local, estamos siendo víctimas de la misma competencia desventajosa. Y todo esto gracias a nuestra situación colonial”, exaltó Arturo Torres, padre de cuatro hijos y estudiante universitario, taxista operante en las zonas turísticas de San Juan, Isla Verde y El Condado.
Torres opinó que “los taxistas han sido demonizados por los medios”, aún cuando “hay una ley que prohíbe las operaciones de Uber sin regulación. “El Estado se hace de la vista larga al punto de que le ordenan a la Policía a no intervenir con ellos”, algo, que “le envía el mensaje al pueblo de no respetar las leyes de la isla”.
Además, dijo Torres, “el liderato taxista, a mi entender, ha demorado en convocar para organizarse, con un plan estratégico que resulte efectivo para la lucha”.
“Muchos taxistas sienten que los medios, el Estado y el pueblo le han dado la espalda y que no tienen nada que perder, ya que ni los negocios locales muestran solidaridad, pues todos se fijan en cuánto vale [el servicio] pero no en cuánto cuesta”, afirmó Torres. Hernández agregó que “entrar a un mercado ilegalmente es también un acto violento hacia la industria del turismo”.
“Todo esto es bastante frustrante, ante la opinión colectiva de un pueblo que no se educa sobre lo que realmente pasa. Me duele, es bien triste escuchar opiniones [en medios y redes sociales]. La libre expresión es un derecho, pero no piensan en las miles de familias que se van a ver afectadas si esta gente acapara todo el mercado”, finiquitó la taxista.