El novelista mexicano Juan Villoro nació en el Distrito Federal, estudió Sociología, condujo un programa radial educativo, fue cónsul de su país en una embajada en Europa, fungió como profesor en Madrid, Barcelona, Yale y Princeton, y también ha colaborado con periódicos y revistas.
Aunque su curriculum vitae asemeja un manual de instrucciones para una carrera como literato/súper estrella del post boom, el protagonista de su novela corta Llamadas de Ámsterdam (2007) no podría ser más modesto y simpático.
Juan Jesús es un artista desaliñado sin muchas ambiciones y el tipo de pintor cuyo trabajo algunos críticos tildan de derivativo. Cuando su suegro se enferma de leucemia, Juan cancela los planes para mudarse a Ámsterdam y pone su vida en pausa sin quejas mayores para acompañar a su pareja Nuria en lo que cuida de su padre.
Lo que ocurre después es una trama tan fina que llega a ser casi inexistente. Las ambiciones de la novela son tan limitadas como las de su protagonista, ya que sin inmutarse mucho, propone dos o tres personajes interesantes y cuenta una simple historia bien pensada, cometido que logra con aplomo. Villoro es un cuentista natural que prefiere derrochar aquí el ápice de su talento de manera concentrada y escueta, en un EP en vez de un LP.
Es más, el texto completo, con tan sólo 80 páginas, zumba alegremente por el aire con el espíritu de una guiñada o el de un amigo charlatán que siempre anda un poco borracho pero nunca se va 10/7. Es divertida y hasta un poco callejera.
Mientras Nuria se ocupa de manipular a sus cuatro hermanas neuróticas para posicionarse como la cuidadora principal de un patriarca prepotente, su relación con el protagonista decae. Juan Jesús, por su parte, reflexiona astutamente sobre los políticos de carrera como su suegro, que “existía para aparentar un senador”; sobre un amigo periodista que “compensaba su falta de reportajes reales prestando desmedida atención a sus conocidos, en espera de un chisme”; y sobre sí mismo, artista preciosista que soñaba con correr bicicleta por la capital de los Países Bajos aunque “nada le hubiera molestado más en México que andar en bicicleta”.
Eventualmente, es el amigo periodista y no Juan Jesús el que desviste en un dos por tres el asunto central y revela un refrescante cinismo mexicano:
—Siempre fuiste un resentido. Te fascinó que Nuria fuera una niña rica y la odiaste cuando te dejó. Te jodió la envidia. Es la plaga de este pinche país. No puedes comer algo sin que a otro le duela la panza.
Juan Villoro es un profesional consumado; esta novela sobre un desamor lo confirma sin tropiezos y sin tener que lucubrar, cortando la grasa para presentarnos el corazón irreverente necesario para sobrevivir en estos tiempos.
Llamadas de Amsterdam está disponible libre de costo en su totalidad aquí.