Después de la tímida sección de preguntas que con limitada participación del público dio cierre a la mesa redonda en la cual los escritores participaban, uno de estos y el sujeto de mi entrevista, Sergio Gutiérrez Negrón, me hace señas para que lo espere mientras se despide de los que en tarima lo acompañaban.
Llevábamos desde el día anterior tratando de encontrarnos en o alrededor de las actividades santurcinas del Festival de la Palabra, pero el joven novelista, columnista y profesor radicado en Caguas, había perdido su celular en la playa ese preciso día. Aunque tuvimos que cambiar la cita más de una vez hasta coincidir, cuando por fin nos damos la mano, Gutiérrez se ve relajado y genuinamente contento de atenderme. Y es que ese es el tipo de escritor que es el joven alto de tez, pelo y barba negra, generoso con su tiempo y honesto con los detalles que colorean su vida y labor.
Para alejarnos de la algarabía, nos sentamos en un banco del segundo piso del Museo de Arte de Puerto Rico y comenzamos a conversar sobre sus proyectos, en especial sobre su segunda novela, Dicen que los Dormidos. En esta obra, un joven puertorriqueño despierta después de pasar cuatro años en coma a causa de un violento accidente. A través de su hermano, personaje que funge como narrador de la novela, aprendemos todo lo que este joven olvidó y se perdió durante ese tiempo en cama, incluyendo la identidad del autor de la baleada que lo llevó al hospital.
Con ese encuadre narrativo, Guitiérrez indicó que quería explorar “cómo la violencia interrumpe los sueños de la clase media en Caguas” y cómo la familia de esos dos hermanos y protagonistas creen que “todo está tan planificado” hasta que “de repente la sociedad real del País que quizás ignoraban, los golpea por accidente”.
Ese lado real de la sociedad que ignoran los personajes de la novela, escogida este verano pasado como la ganadora del Certamen de Novela del Instituto de Cultura Puertorriqueña 2012, es la del narcotráfico en Puerto Rico. “Las relaciones filiales es el tema central de la novela…En esta, miro las relaciones entre hermanos en tiempo de violencia”, añadió el autor en una entrevista posterior.
Gutiérrez discute su proceso con una franqueza refrescante, evitando la afectación que persigue a algunos artistas, cuando me describe el uso de la voz narrativa en segunda persona como una que es trampiá. “Yo puse una primera persona hablando en segunda persona, o sea, que a veces hay momentos de introspección en la primera persona y que hago trampa”, comentó. Evidentemente, este es un escritor que lee su propia obra con un ojo crítico, ya que su trabajo literario se ve nutrido por lecturas perspicaces como esa.
En la antes mencionada mesa redonda y en mi entrevista con él, Gutiérrez mencionó que se siente más lector que escritor. Es más, de una manera u otra, toda nuestra conversación gira alrededor de la relación que comparten esos dos personajes furtivos de la cultura. Si es cierto lo que dice, Gutiérrez es entonces un tipo de lector/escritor (el orden es importante) y los quehaceres de este eran el hoyo negro que halaban todo lo que discutimos hacia un centro que no se dejaba ignorar.
Aunque el aforismo insiste en que todos los escritores tienen que leer, Gutiérrez cree que no todos lo hacen y que tal vez algunos ni lo necesitan. Pero ese no es su proceso. Igual que con la decisión de escribir su segunda novela en segunda persona, las demás partes que forman Dicen que los dormidos fueron bien pensadas desde el punto de vista de un lector asiduo. Nada de rodeos de los que incluyen a una musa misteriosa para justificar decisiones narrativas nebulosas.
Gutiérrez describe la novela como una de género detectivesco pero sin detectives, ya que la acción gira alrededor de la reconstrucción de un violento incidente criminal por un joven que no es ni investigador privado ni policía. Además, tener un protagonista despertando de un estado comatoso acerca la trama a otro género popular mucho más conocido en Latinoamérica, detalle que no se le escapa a este, ya que Gutiérrez describe el uso de ese tropo literario como “súper melodramático”.
Como lector y escritor, hasta las inspiraciones de su proyecto puede nombrar sin titubeo: Los adioses de Juan Carlos Onetti, Suicidio de Edouard Levé y un poco de La mujer en las dunas de Kobo Abe. Si algo aprendí de Gutiérrez en el corto tiempo que compartimos es que el escritor tiene ambiciones claras formadas por una lectura personal extensa y variada.
Más aún, el título de escritor profesional y lo que ese conlleva en situaciones sociales en cierta medida le incomoda, otra razón por la cual insiste que se siente más lector. Como Gutiérrez vive en la ciudad de Atlanta, Georgia, mientras termina su tesis doctoral, está lejos del público puertorriqueño que leyó su primera novela, Palacio. Refiriéndose a su participación en conversatorios como en el que se encontraba cuando primero nos saludamos, Gutiérrez confesó: “por eso estoy feliz de estar distanciado…de que no tengo que estar haciendo eso todo el tiempo”.
A pesar de eso, el joven novelista añade que “me gusta que he conocido mucha gente o he hablado con gente que ya conocía”, refiriéndose a los otros escritores que se encontraban en la actividad como lo es el poeta puertorriqueño Urayoán Noel, con el que tuvo la oportunidad de compartir durante el fin de semana en la Isla.
Por ahora, Sergio Gutiérrez Negrón seguirá trabajando como profesor en la Universidad de Emory en Atlanta, mientras termina su tesis doctoral sobre el tema del ocio en la literatura mexicana. En su tiempo libre, el autor lee y termina trabaja en dos novelas más, una de ellas corta como las dos anteriores, y otra un poco más extensa, para la cual está llevando acabo una investigación sobre partes de la historia de Puerto Rico en la primera mitad de siglo veinte. No nos debería sorprender el aprender que aunque le encanta escribir, no quiere que ese se convierta en su única profesión y por eso no piensa dejar de manejar tantos títulos a la vez.