Michel de Certeau, historiador francés, escribió en 1975 que detalles que antes parecían irrelevantes al escribir la historia en algún momento terminan por regresar, rompiendo así con los discursos imperantes de una sociedad. En el foro La mujer, la esclavitud y el Grito de Lares, la doctora María Barceló hizo mención de esta noción que él llamó el “retorno de lo reprimido” en la historia, para enfatizar que mucho de lo sucedido en 1868 ha sido ignorado por los historiadores, pero que poco a poco ha regresado.
En el coloquio -llevado a cabo ayer en el Museo de Historia, Antropología y Arte de la Universidad de Puerto Rico- se discutieron, precisamente, algunos detalles reprimidos del Grito de Lares. Junto a Barceló, el doctor Francisco Moscoso y el doctor Raúl Mayo hablaron de varios aspectos poco discutidos de la insurrección.
Moscoso comenzó por recordar que cuando empezó como profesor no había ningún curso sobre “la revolución puertorriqueña”. Esto lo atribuye a que para muchos el Grito de Lares no representa una revolución. “En ese sentido revoluciones son solamente las victoriosas”, afirmó con un tono mordaz.
Sin embargo, éste sí representó una instancia en donde personas que ni siquiera estaban organizadas en partidos y que no tenían un programa lograron enfrentarse a un régimen que consideraban abusivo.
El escritor de La Revolución puertorriqueña de 1868 : el Grito de Lares explicó algunas razones de ese enfrentamiento, y describió una escena previa a éste. Ramón Emeterio Betances y José Julián Acosta estaban en una reunión “de la crema de los liberales”. El cónclave se dividió en dos sectores liderados por ellos. Por un lado, Betances afirmaba que había llegado la hora de la revolución. Por el otro, Acosta exhortaba a tener paciencia. La respuesta de Betances: llevaban siendo pacientes desde 1809. Moscoso contó que, según dicen, los ilustres se dieron un abrazo, y cada cual se fue por su lado.
El lado de Betances terminó siendo estigmatizado con un “sello criminal”: tanto a él como a Segundo Ruiz Belvis los declararon conspiradores contra el gobierno de España. Y ellos no lo negaban.
En un manifiesto escrito como respuesta a la política represiva del gobernador Marchesi – texto que según el doctor merece entrar en discusión nuevamente-, líderes del movimiento escribieron que “han conspirado, sí, y deben conspirar para acabar el régimen”. El escrito continúa con una serie de respuestas al gobernante y expone el porqué de la revolución.
“Mujeres indómitas”
Barceló, por su lado, aseveró que el tema de las mujeres en el Grito de Lares es un tema casi inexplorado en la historiografía puertorriqueña. Por esta razón, decidió ir más allá de “las inescapables”, Lola Rodríguez de Tió y Mariana Bracetti. Barceló está convencida de que “ellas no fueron las únicas mujeres” en la insurrección. La tarea, según ella, es indentificar a las demás o, por lo menos, explicar su ausencia.
En los registros de personas capturadas durante el proceso de la revolución sólo aparecen tres mujeres detenidas. Sin embargo, “que las mujeres no aparezcan no significa que no participaron”, afirmó Barceló, quien se está iniciando en el tema del Grito.
La también profesora explicó la falta de mujeres alegando que éstas desarrollaron estrategias particulares de manifestar su descontento; que los jornaleros trababan de poner a salvo a sus compañeras, madres y demás familiares, por lo que tampoco las delataban en los interrogatorios; y que al momento de arrestar se le daba prioridad a los hombres. Además, éstas participaban en actividades que no involucraban la lucha armada, como el espionaje desde los hogares donde trabajaban y la transportación de armas y comida.
“Nuestras jíbaras no estaban ajenas a los reclamos que circulaban en la Isla desde 1858”, declaró la doctora.
Barceló recalcó que “hay que revisar los libros” para redescubrir todos esos elementos ignorados de la historia puertorriqueña.
“Las mujeres revolucionarias de 1868 son lo reprimido de nuestra historia”, dijo. Ofreció un ejemplo de algo que ha estado presente en la superficie desde ese entonces, pero que no se le ha prestado atención: el himno revolucionario escrito por Lola Rodríguez de Tió.
En uno de sus versos, la poetisa escribió “Ya no queremos déspotas, caiga el tirano ya, las mujeres indómitas también sabrán luchar”.
Esclavitud en el siglo XIX
En su ponencia, Raúl Mayo demostró cómo la esclavitud había sido la base de la sociedad decimonónica puertorriqueña. Según él, fue en la esclavitud que se apoyó el sistema socioeconómico de la época, así como en la exportación del monocultivo, el azúcar.
Después de 1815, con una cédula que abrió las puertas al comercio y a la inmigración, el comercio legal de esclavos se hizo más abundante, y ya para 1860 había 41,738 esclavos. Sin embargo, debido a razones económicas y a epidemias que sufrió el país, la trata fue disminuyendo hasta que en 1872 la población llegó a 30,000.
La esclavitud -explicó el sociólogo- logró penetrar todo Puerto Rico, desde las costas hasta la montaña. A pesar de esto, criticó que “apenas comenzamos a visualizar y comprender los efectos sociales de haber sido una sociedad esclavista”.
Durante todo este periodo, sin embargo, los esclavos no se mantuvieron dóciles. Entre 1775 y 1848 se registraron 22 conspiraciones en contra del sistema. Además, los esclavos expresaban su repudio mediante la fuga. Y para 1864 el movimiento abolicionista español tomó como líder al puertorriqueño Ramón Vizcarrondo.
Pero todo esto no fue sin dificultades. El profesor Mayo afirmó que independencia y abolición se habían convertido en sinónimos de radicalismo político.