Loíza – A pesar de que en los pasados días el discurso mediático ha reconocido que unas 78 familias de Loíza perdieron sus hogares y pertenencias tras el paso del huracán Irma, según números ofrecidos por la Oficina de Servicios a la Comunidad durante una visita de Diálogo a la zona, al menos mil personas sufrieron las consecuencias del embate del ciclón que ha sido catalogado por expertos como el más potente en la historia del Océano Atlántico.
Mucho se ha dicho sobre la crisis que se ha generado en el Caribe antillano luego de Irma. Desastres incalculables en Saint Martin, Saint Thomas, Barbuda, Cuba y demás islas. En Puerto Rico, mientras tanto, la historia ha tomado un giro distinto. Lo más resaltado ha sido el hecho de que, pese a no sufrir directamente la potencia destructora del fenómeno atmosférico, sobre el 80% de los abonados de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) se quedaron sin servicio por unos días. Igualmente, el retraso en los trabajos de restauración del sistema eléctrico ha estado en fuerte discusión.
Pero volvamos a Loíza, donde ahora mismo hay dos centros de acopio recibiendo todo tipo de ayuda para los que perdieron lo suyo: el primero, el Boys & Girls Club, ubicado al lado de una de las comunidades más afectadas en la zona: Miñi Miñi; el segundo, la casa parroquial de la capilla El Espíritu Santo y San Patricio, ubicada en el casco urbano loiceño.
Es precisamente allí, en el segundo centro, en la calle Espíritu Santo, donde lo menos que se escucha hablar es el asunto de la luz y la AEE. Entre las donaciones —que van de zapatos y ropa hasta comida, agua, productos de aseo personal y limpieza, así como materiales de construcción — las preocupaciones son otras. Se conversa sobre algo más humano: la necesidad del prójimo. Y no es para menos, la urgencia de ayudar a los más necesitados y cumplir con lo básico se ha convertido en una razón más para dar a conocer la verdadera esencia de Loíza: la autogestión comunitaria.
“Primo, la verdad es que aquí nosotros metemos mano. Hay que hacerlo. Uno ayuda y resuelve como puede. La clave es aportar un poquito y echar pa’ lante sin esperar que la pena ahogue a uno ni tampoco dar chance a que nos vean como víctimas ni na’ de ‘so”, le comentó a Diálogo un veterano de mil campañas que no quiso ser identificado mientras ayudaba a bajar cajas de agua, alimentos no perecederos y hasta zapatos donados por colegios, iglesias, municipios y ciudadanos en general.
En “la capital de la tradición” hasta el Centro Cultural ha servido de almacén para beneficio de los menos afortunados. Entre cabezas de vegigantes, reliquias arqueológicas y varias obras de arte alusivas a las raíces africanas de nuestra cultura los paquetes de ropa ocupaban el piso.
“Loíza es un pueblo en transformación. Está renaciendo poco a poco”, murmuró el director de la casona cultural, Cesar Osorio, a la vez que fijaba la mirada en una copia del retrato de la cacica Yuisa, del pintor Samuel Lind.
Loíza se levanta
Además de Miñi Miñi, las comunidades El Ceiba, Villa Cristiana, Tocones, Villa Batata y Piñones también recibieron duros golpes, principalmente la pérdida de techos. No obstante, la organización del plan de acción va viento en popa.
“Inicialmente no pudimos tener un panorama claro en cuanto a la cantidad de personas afectadas. Pero cuando fuimos casa por casa y comenzamos a hablar con la gente nos enteramos que hubo muchas personas que inmediatamente después del huracán volvieron a poner sus techos. En ese proceso identificamos muchos problemas de filtraciones en los paneles de zinc, camas mojadas y todo”, aseguró Betzaida López, directora de la Oficina de Servicios a la Comunidad en Loíza.
López manifestó que la gente ha cooperado mucho con el pueblo loiceño y que las familias que perdieron sus hogares han sido acogidas por vecinos y familiares en lo que los procesos de construcción de las viviendas se pone en marcha.
“Estamos necesitando materiales de construcción: zines, paneles, cuartones, etcétera. Necesitamos volver a construir esos techos cuanto antes para que ellos vuelvan a sus casas”, indicó la líder, a la vez que informó que “quizás usted se da una vuelta por Loíza y no ve daños mayores ni destrozos, porque ya la comunidad se encargó de remendar”.
Si embargo, López puntualizó que el trabajo debe hacerse poco a poco para evitar desgracias futuras y garantizar la seguridad de la gente.
“¿De qué vale eso [no reparar los daños] si cuando vuelva a llover la gente lo vuelve a perder todo una vez más”, añadió, no sin antes reconocer a todos los que han aportado su granito de arena.
De acuerdo a la información ofrecida a Diálogo, se espera que a partir de hoy, jueves, comiencen los trabajos de construcción. Ayer se dio a conocer que el Departamento de Seguridad Interna de los Estados Unidos extendió hasta el 22 de septiembre la dispensa en las normas federales de cabotaje. Así las cosas, no lo piense dos veces para darse la vueltita por Loíza. Afinque el cuero de la solidaridad, baile su propia Bomba.