En el 2013, el filme Olympus Has Fallen llegó a la pantalla grande y recaudó $161 millones. Mucho cambió desde el 2013, el grupo militante ISIS domina los titulares e incidentes como el atentado de París en noviembre de 2015 son una realidad. Desgraciadamente, eventos como estos son explotados y presentados en filmes como London Has fallen, del director iraní Babak Najafi. Esta película es tan anticuada y racialmente insensible que retrocede las artes visuales a varias décadas.
La trama de Olympus Has Fallen es muy sencilla y repite la fórmula de su antecesora pero la traslada a Londres. En un encuentro del primer ministro de Corea del Sur y el presidente de Estados Unidos (Aaron Eckhart), un grupo de norcoreanos invaden la Casa Blanca, asesinan al primer ministro y secuestran al presidente. Luego, un agente del Servicio Secreto llamado Mike Banning (Gerard Butler) intenta rescatar al presidente, mientras el vicepresidente (Morgan Freeman) intenta mantener el orden y negociar con el líder del grupo de terroristas.
Los eventos comienzan luego de la repentina muerte del primer ministro inglés. Su funeral atrae muchos líderes mundiales, quienes son presentados como caricaturas culturales. Entre estos están el primer ministro italiano, con una mujer treinta años más joven que él; el presidente francés, relajado en un yate; y el presidente de Canadá, todo un bonachón preocupado por el examen de conducir de su hija.
Esta exhibición de estereotipos internacionales no está completa sin el medio oriente, que en este filme es presentado como la cuna de terroristas. Estos se disfrazan como parte de los numerosos equipos de seguridad e intentan asesinar a varios líderes mundiales. El presidente Asher escapa este atentado inicial y lo seguimos en su plan de escape por Londres. Estas escenas de acción son explosivas y entretenidas. Cuando Banning y compañía huyen, observamos lugares conocidos de Londres, como el Parlamento. No obstante, los efectos especiales, aunque convincentes, no son nada nuevo.
El líder de este masivo ataque es un traficante de armas de origen pakistaní llamado Aamir Barkawi (Alon Moni Aboutboul). Este busca “llevar la guerra a la puerta del oeste” en venganza por las muertes que él y su familia sufrieron por causa de ataques aéreos. Su ataque envuelve un traidor en los grupos de seguridad y cuyo fin es asesinar el presidente de Estados Unidos y transmitir su muerte por varios medios. El complot de Barkawi resuena demasiado con la realidad y tiene demasiadas similitudes con el ataque de París.
Entre las explosiones y tiroteos, hay espacio para desarrollar los personajes, pero estos permanecen en clichés del género de acción y no hay mucho que profundizar. Los actores hacen lo que pueden con el poco material proveído. Eckhart y Angela Basset, cuyo rol es limitado pero memorable, logran que algunas de sus escenas tengan algo de poder.
Butler, el protagonista, no hace mucho más que disparar y gritar líneas inanes. Butler, que también participa como productor, tiene en cines ahora la fracasada Gods of Egypt, que fue duramente criticada. Lamentablemente, su suerte no mejora aquí. Otros actores muy reconocidos como Melissa Leo y Jackie Earle Haley prácticamente desaparecen de la pantalla.
London Has Fallen, al igual que American Sniper (2014), cumple una labor social de hacer propaganda para el gobierno estadounidense. Esta producción se aprovecha del miedo cultural a los ataques terroristas y grupos “enemigos”, lo mercadea y lo vende de una forma supuestamente entretenida. Es una situación similar a la expuesta por la investigadora Naomi Klein, quien desarrolla una teoría, la Doctrina del Shock, sobre cómo los eventos catastróficos son utilizados para ganancias. Esta tradición fue popular en el cine para el tiempo de la guerra fría, con producciones como Red Dawn (1984) y la serie de Rambo (1982-1984). Estos filmes buscaban proponer un gran sentido patriótico e infundir miedo hacia los grupos denominados peligrosos a la vez que les hacían ganancias a los cineastas. Esta tradición debe acabar.
La franquicia de las Has Fallen es un medio sutil de infundir ideologías islamofóbicas y jingoístas a las masas. Hay dos razones por la que no debemos apoyar filmes como este: porque carecen de una gota de originalidad y porque son peligrosas para el bien de nuestra cultura. Es nuestra labor como cinéfilos rechazar este tipo de filme.