La mujer que grabó el regaño de la doctora de Bayamón, la señora quejona que insultó al Gobierno por entregarle un “trapo e’ bola” a su hija el Día de Reyes y el hombre que amenazó de muerte al gobernador a través de Twitter son unos aguafiestas.
Los aguafiestas están en todos lados, son chivos expiatorios en el entorno. Sus reclamos son incomprensibles y reprochados por sus semejantes. “Nos aguan la fiesta ideológica, felizmente si se quiere, de pensar de que la desigualdad social es un asunto personal”.
Al menos así los describió el profesor Guillermo Rebollo Gil en su conferencia Aguafiestas: marginalidad y protesta en Puerto Rico, realizada ayer en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPR-RP).
Los aguafiestas nos obligan a cuestionar nuestras reacciones hacia eventos populares en los medios de comunicación y virales en las redes sociales.
Ya al menos la mayoría, sino todos, los puertorriqueños deben conocer el caso de la doctora Gloria Ortiz, quien fue grabada insultando a sus pacientes en la sala de espera del Hospital Regional de Bayamón el pasado mes de agosto. A pesar de su falta de profesionalidad y otras barbaridades, la crítica fue redirigida hacia la mujer responsable de la grabación del vídeo.
Si bien el acto de grabar y poner en manifiesto el trato que reciben estos pacientes era una manera de protesta, la responsable fue catalogada como una “negra cafre”, con alta dependencia del Gobierno. Su acto, tal vez considerado heroico en otros países, resultó en una marginalización inmediata.
Similar a este caso podríamos considerar el caso de Donald Sterling, exdueño de Los Angeles Clippers (equipo de NBA), en el que su exnovia, a modo de protesta, lo grabó haciendo comentarios racistas y despectivos, a pesar de que su equipo estaba constituido por jugadores en su mayoría de raza negra. La mujer, ante los medios estadounidenses, era vista como una heroína precisamente por poner en manifiesto las visiones de Sterling.
La protesta, además de ser una mera muestra de insatisfacción, “es todo aquello con esperanza” según Rebollo Gil, quien utilizó el poema “Hope is the thing with feathers” de Emily Dickinson como referente. Una esperanza de cambio, tal vez.
“Hope” is the thing with feathers –
That perches in the soul –
And sings the tune without the words –
And never stops – at all –
En la Isla, las protestas siguen un libreto: piquetes, marchas, cese de labores por uno o varios días, entre otros elementos usuales. “Las protestas en Puerto Rico han dejado de ser porque carecen de esperanza”, afirmó el profesor. El acto de grabación era esperanzador, pero fue acribillado.
Los casos antes mencionados (“trapo e bola” y el hombre de Twitter), también cargan con unos aguafiestas innatos, que rompen con la diversión social (memes, insultos, vídeos) que compartíamos.
“Me llega al pensamiento la madre que se atrevió a quejarse en plena entrevista televisiva porque le regalaron ‘una trapo 'e bola’ después que caminó e hizo largas filas en la fiesta del Día de Reyes de la nueva administración. Quisiera verla reclamando con la misma pose aristocrática por una educación de calidad para sus hijos”, escribió una periodista en una columna de El Nuevo Día.
Pero los padres sí luchan por la educación de sus hijos en Puerto Rico. Muchos de ellos han tomado escuelas para quejarse por el pobre servicio a los estudiantes de educación especial, el cierre de planteles, entre otras cosas. Solo que el ‘trapo e’ bola’ recibe más exposición mediática. Solo que el perfil demográfico de la mujer quejándose puede ser utilizado en su contra. Se pudo catalogar como una mala madre por llevar a su hija enferma a esperar en esas largas filas, una descarada que, además de depender del Gobierno (en la medida en que no es capaz de comprarle regalos a sus hijos), se atreve a insultarlo.
Por otro lado, el hombre que amenazó al gobernador Alejandro García Padilla en Twitter:
“Senor gobernador lo peor k a echo es jo…kon el dinero del pueblo no siga asiendo brutalidades k le puede kostar la vida. Usted anda en un 300C y yo en…bien ka..no signifik k no sea aprueba de bala nosea perko sako d aki pa meter aka. Manana marcha a la 1 pm…Mi reintegro o sekuestro al k…gobernador y k venga kien kiera areglarme por lo dicho se va a morir ATT YO”, decía el mensaje.
Su agresión conllevaba una pena de prisión de hasta cinco años y tres años de libertad supervisada. El individuo se quejaba porque no había recibido su reintegro. Aunque un poco radical (debido a la sensibilidad que irradia Twitter), el hombre intentaba protestar, señalar una espera desesperante y un Gobierno que aparentemente maneja incorrectamente los fondos.
Pero, nuevamente, el perfil demográfico del protestante influye en la percepción de quien los mira.
“La mujer, que no debió haber grabado. El hombre, por expresar sus frustraciones. La madre que no sabe aceptar dádivas. Son aguafiestas. Un excedente incivilizado de la población cuyo único lugar en el imaginario es el de ser una carga y chivo expiatorio para la diversidad de males sociales que nos acechan. Por ende, como manifestantes, ocupan los lugares más precarios en nuestro entorno. No son estudiantes, ni empleados públicos, ni obreros, todas categorías que connotan un valor de producción. Son hombres que suponen morir en la calle o en prisión y las mujeres que, o los crían, o tienen hijos con ellos. De ahí a que sus intervenciones pasen desapercibidas como protestas. Sus reclamos resulten incomprensibles y reciban reproches colectivos […] Lo hacen a la mala, arrastrando por los pelos esa cosa emplumada llamada esperanza”, concluyó Rebollo Gil.