Decidí escribir un artículo de opinión sobre la reacción a la masacre ocurrida en la discoteca Pulse en Orlando porque no puedo permanecer callado ante la ignorancia peligrosa que han desplegado miles de personas en las redes sociales, medios de comunicación y otros foros en cuanto a las causas de esta horrible masacre y las lecciones que debemos aprender para evitar que vuelva a suceder.
Para empezar, escribo este artículo como humanista secular, ateo y homosexual. Soy de los que cree que la religión y sus dogmas causan daño a la sociedad. Daño que muchas veces pasa desapercibido.
En nuestra sociedad puertorriqueña, un 97% dice pertenecer a la religión cristiana y tienden a rendirle un respeto y reverencia casi automática a todo lo que venga disfrazado como “palabra de dios”. Ya es hora de que como sociedad le revoquemos la licencia de “esas son sus creencias y hay que respetarlas”. Porque en muchos casos esas creencias causan daño real en la vida de muchas personas, y representan una amenaza para una sociedad libre. Tenemos que denunciarlas y criticarlas vengan de donde vengan.
Por medio de este escrito me dirijo a todo aquel y a toda aquella que en las redes sociales, medios de comunicación, púlpitos y conversaciones casuales, se han atrevido a decir que la masacre ocurrida aquella noche fue “castigo de dios”. Le pregunto, ¿acaso usted se ha detenido a pensar en las implicaciones de lo que dice? Le explico, si usted cree que la masacre que sucedió en Orlando es castigo de dios, usted es un discípulo del dios terrorista.
Quizás algunos dirán que estoy siendo demasiado duro y que, en Puerto Rico, ningún religioso tomaría en sus manos cometer actos de terror para forzar a otros a seguir lo que creen es la voluntad de su dios.
Sin embargo, quienes llaman “castigo de dios” a este acto de terrorismo creen en un dios que sí lo haría. Estas personas creen en un dios que envía un asesino a matar a sangre fría una madre, un padre, hermano, amigo o hijo, simplemente por tener una preferencia que difiere de la “correcta”. No solo eso, sino que a este dios lo caracterizan como un “dios bueno”. Si usted cree que dios utiliza el terror como herramienta correctiva, usted cree en un dios terrorista.
Es mi opinión que los discípulos del dios terrorista no están tan lejos de los fieles del Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) y otros grupos islámicos radicales. Ambos creen correcto utilizar el terror como método de persuasión y castigo.
Sin embargo, una diferencia clave es que ISIS no se sienta a esperar a que su dios lance bolas de fuego. ISIS se convierte en las bolas de fuego. Muchos religiosos responderían que “el juicio es de dios”, pero si usted cree que lo que ocurrió en Orlando fue juicio de dios, usted está dándole la razón a Omar Mateen cuando creyó que con su acto de terrorismo hacía “la obra de dios”.
Por eso pregunto si se han detenido a pensar lo que dicen. Yo prefiero creer que es algo que simplemente repiten como el papagayo, porque de lo contrario implicaría que apoyan la idea de que un ser humano se llene las manos de sangre llevando a cabo lo que cree es el juicio de su dios.
Si lo que dicen es cierto, ese hombre solo fue la herramienta que el dios terrorista utilizó para llevar a cabo su juicio. ¿Quién será el próximo que crea que su dios le ha ordenado a matar “pecadores”? Si eres un discípulo del dios terrorista, no tienen donde pararse para desmentirle.
Espero ahora entiendan que la puerta que esta creencia deja abierta nos lleva a un terrible y oscuro lugar que no debería existir en una sociedad libre donde todos gozamos del derecho de perseguir nuestra felicidad según la concibamos, siempre y cuando no privemos a otros de hacer lo mismo.
Ya ha transcurrido más de un mes desde aquella terrible noche y, en ese lapso de tiempo, hemos conocido revelaciones importantes que nos guían a determinar las lecciones que como sociedad debemos aprender.
Mateen tenía tendencias homosexuales y creció en una familia fundamentalista islámica donde se le enseñó que la homosexualidad era una abominación. Su crianza religiosa le hizo difícil reconciliarse con esa parte de su identidad, pues significaría el rechazo por parte de su dios y sus seres queridos. Esto lo obligó a vivir una doble vida en la que frecuentaba la misma discoteca que fue blanco de su ataque.
A pesar de dedicar el acto a ISIS en su llamada al 911, la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) reportó que no tuvo comunicación ni recibió órdenes directas de ISIS antes de los hechos, y que su perfil es más parecido al de recientes asesinos en masa. Mateen no confrontó problemas para comprar legalmente el arma semiautomática con la que mató a 49 e hirió a más de 50 personas, a pesar de su historial de salud mental y figurar en la lista de posibles terroristas del FBI.
Estados Unidos tiene un serio problema de violencia de armas que cobra la vida de miles de personas cada año. Estas masacres han ocurrido en universidades, escuelas, parques, cines, iglesias y muchos otros lugares previamente considerados “seguros”.
Los cristianos que murieron en la masacre en la iglesia de Charleston, Carolina del Sur, no “se lo buscaron” por ejercitar su derecho a la libertad de culto. Los niños que murieron en la masacre de Sandy Hook no “se lo buscaron” por ir a la escuela. Los 49 hombres y mujeres que murieron en la masacre de Orlando no “se lo buscaron” por querer disfrutar de una noche de baile, y decidir vivir en armonía con sus preferencias sexuales.
Esta es solo una interpretación supersticiosa derivada de prejuicios obsoletos y creencias enfermas. No perdamos de vista que estas masacres tienen causales cuyas soluciones son reales y están a nuestro alcance. Mayor control en la venta de armas, fomentar una sociedad inclusiva y tolerante a la diversidad, facilitar el acceso a servicios de salud mental y dejar de estigmatizar a aquellos quienes los solicitan, son algunas de ellas.