Puerto Rico cuenta con alrededor de 44 librerías, según el registro de comercios activos del Departamento de Estado. Aquellas con más actividad literaria se encuentran localizadas entre Río Piedras y Santurce. Esta concentración geográfica limita el alcance que pudiera tener la industria del libro en la Isla. Además, centraliza en un solo sector poblacional el conocimiento y todas las posibilidades que ofrece un libro.
Varias de las librerías principales de la Isla se encuentran en el área de San Juan, incluso muchas de ellas están ubicadas en una misma zona. Es el caso de las librerías La Tertulia, Mágica y Norberto González, localizadas todas en una avenida aledaña al Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.
Por otro lado, otras librerías como la Editorial de la Universidad de Puerto Rico y la del Instituto de Cultura Puertorriqueña también están situadas en la Capital.
Algunos piensan que esta concentración de librerías en una misma zona limita aún más las posibilidades de crecimiento y penetración de la industria del libro en otras regiones del País. Se critica, además, que esta práctica centraliza, a su vez, la producción y divulgación del conocimiento a un área determinada. En México, por ejemplo, la mayoría de las librerías están fuera del alcance de las masas, según denunció en el 2006 Marcelo Uribe, director de Editorial Ediciones Era.
“Mientras el libro no forme parte del tejido social de nuestro país, mientras mucho más de la mitad de la población carezca por completo de puntos de encuentro con el libro…la lectura será una actividad en vías de desaparecer”, afirmó Uribe en un ensayo.
En Puerto Rico, el profesor y escritor Rafael Acevedo señaló que en el caso de Río Piedras, no se trata de una centralización del conocimiento sino que en esa ciudad está la Universidad de Puerto Rico, que a su juicio es la única instalación que provee un espacio para la discusión y el aprendizaje.
“La única posibilidad de tener un intercambio intelectual es a través de la Universidad, a través de la academia”, afirmó Acevedo. Aunque aclaró que “eso no tiene porqué ser así y podría ser de otra manera”. Sugirió que debería haber otros espacios para “discusiones sobre libros de ensayos, sobre lo que está pasando en el País fuera de la Universidad”.
Acevedo anotó, por otro lado, que existe una visión muy particular sobre lo que es un libro que dificulta mercadear este producto cultural en otros escenarios.
“Hay una visión pura de lo que debe ser el libro que yo creo que detiene el desarrollo de la industria. ¿Por qué no se puede vender un libro en otro sitio? No son chorizos, no son bizcochitos, pero no veo porque en una cafetería o en un colmadito no se puedan vender libros, o en una farmacia”, puntualizó Acevedo, quien cree en esto también como una alternativa a la falta de puntos de venta de los libros en Puerto Rico.
Otra visión
Otra pieza clave en esto de abrirle un espacio digno al libro entre la gente es la percepción que se tiene sobre los escritores. La escritora Mayra Santos-Febres, opinó que para promocionar mejor los libros aquí también hace falta cambiar la visión que existe sobre los escritores.
“Mucha gente le tiene terror a la literatura porque no la entiende y porque los escritores no nos hacemos accesibles a la gente. Caminas por los recintos universitarios sacrosantos, donde puedes ser todo lo excéntrico y extraño que tú quieras y la gente te va a aplaudir. Pues no”, reclamó.
Para Santos-Febres, la visión del rol de un escritor también afecta la manera en que el público general percibe la literatura en Puerto Rico, lo que a su vez limita su alcance.
“Necesitamos un cambio de visión de lo que es un escritor. Todavía estamos en una transición donde muchos escritores piensan que ‘un escritor es el guardián de la memoria y los acerbos colectivos de la cultura de un país’. Eso es un policía de un museo o esa otra cosa del siglo 19”, señaló Santos-Febres.
“Hay un circuito [proceso] completo de ser escritor que tienes que pensar más allá de sentarte, decir que te llegó la musa y escribir una vaina. Eso estaba bien para el siglo 19 donde había un analfabetismo mayor del 80 por ciento en el País y eran tres personas las que leían”, observó.
Sin embargo, Santos- Febres aseguró que en este País la gente lee. “Lee montones de libros de autoayuda y religión. ¿Cómo ganamos a toda esa gente para acá si tú no quieres salir de ese circuito?”, cuestionó.
Los festivales
Otros espacios donde se promueve la compra y venta de libros son los festivales. En la Isla existen dos: la Feria Internacional del Libro y el Festival de la Palabra. La Feria no goza de tanta popularidad como el Festival. Este último, tal vez sea el evento más exitoso en términos de concurrencia y exposición mediática. También, presenta en Nueva York parte de sus actividades en la que participan reconocidos escritores tanto de la Isla como del resto de Hispanoamérica.
“Yo quería hacer un evento porque me daba cuenta de la inmensa calidad de la literatura puertorriqueña y de los pocos puntos de venta que había y entonces también pensaba en un evento que reuniera a la gente apasionada por la literatura”, comentó Santos-Febres, creadora del Festival de La Palabra.
“Cada cual, salseros, deportistas, pintores, etcétera, tienen lo suyo y entonces, los que nos gusta leer no tenemos nada. Entonces hice el Festival con esa intención”, declaró la escritora.
Santos-Febres aseguró que en el Festival de la Palabra, “los libreros venden siete mil dólares, que eso no lo hacen en un mes en las librerías”.
Más allá de esas dos grandes actividades, centradas en el área metropolitana, Puerto Rico no cuenta con otros eventos que celebren la nueva literatura o foros que propicien el debate sobre temas literarios en otras parte del País.
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Mañana en el último reportaje de esta serie de tres artículos sobre la industria del libro en Puerto Rico: Las librerías y editoriales expanden su oferta.