Ya ha pasado mucho tiempo que llevamos pensando en cómo salir de nuestra crisis política, social y económica. Diría que demasiado. Hemos propuesto distintas alternativas que han funcionado en otros países, hemos señalado el carácter injusto de nuestro status político, hemos señalado el vil daño que le hace la “Troika económica” tanto a Puerto Rico como a otros países en condiciones similarmente inestables. Constantemente se le propone al Estado mejorar y actualizar la manera en que funciona y trata con los problemas. Pedimos a gritos escritos, a gritos que explotan tímpanos, a gritos pintados en las paredes del país, que se escuchen las propuestas de la ciudadanía para reformar la educación, el sistema de justicia, la transportación en el país, el problema de vivienda, de rehabilitación, de revivir las estructuras que vemos abandonadas en cada cuadra del país. Unas estructuras que a veces se nos hace difícil mirarlas y pensar que en ellas hubo risas, llantos, ideas y vida.
Nosotros tenemos que buscar nuestra fórmula pero para eso tenemos que mirar nuestro interior como personas. Tenemos que mirar el interior del país, lo que se esconde y dejamos decaer: las barriadas, las canchas de baloncesto, los parques de béisbol, los callejones sin salida, las casas abandonadas, las esquinas en donde se para el sufrido. Sólo al que empujan a fuerzas a la extrañeza puede decir las cosas con un poco más de sinceridad, porque ya no hay una luz que ilumina el final del túnel, escuchémoslos.
Propongo que estudiemos lo que ha funcionado, lo que ha movido y sigue moviendo gentes. En tiempos pasados el arte movió a las personas a realizar cambios sociales. En otros los campesinos, los obreros y los académicos impulsaron cambios políticos. Los tiempos de desastres después de guerras ha motivado a otros a reconstruirse.
Nunca se puede saber con certeza qué modelo funcionará y qué no. En Puerto Rico es bastante complicado señalar algo para ajustar al campo de la política para que nos ayude a salir de la crisis. Propongo que estudiemos el campo de la escena de la música independiente en Puerto Rico, es el momento perfecto para hacerlo. Ellos pudieron lograr salir del hoyo en el que las disqueras los hundieron. Han podido combatir los daños y cambios que la manera de distribuir música en la contemporaneidad ha ocasionado. Han sabido pensar global y actuar local. Se han lanzado al vacío para cumplir sus sueños. Han aceptado una pluralidad de opiniones, de formas de ser, de expresarse en la música. Tocan en los lugares que creemos que están perdidos y sin solución y los reviven aunque sea una vez al mes, como es el caso del Paseo De Diego.
Tratemos de estudiar la historia, los mecanismos, los ajustes que tuvo que hacer este movimiento para que se haya podido dar ese surgimiento de la escena independiente e intentemos ajustarlo a nuestras realidades políticas, económicas, educativas y sociales. Escuchemos a los Fofe Abreu, los Ricardo Alegría, a las chicas de Mala Mala, a los Alexis Díaz, dejemos que nos cuenten sus historias y aprendamos de ellas. No perdemos nada con hacerlo.
El autor es estudiante del Departamento de Sociología en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.