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Vivimos en una sociedad en la que por distintas razones, muchas personas, erróneamente, sólo encuentran en el suicidio la solución a sus problemas. Siempre lamentables las muertes voluntarias, no es tan sorprendente escuchar: “se lanzó de un edificio”, “amarró una soga al techo ó “una sobredosis de pastillas” –ésta última parece estar muy de moda-. Pero, ¿qué tal si la persona decidió acabar con sus penas en un bosque japonés, conocido internacionalmente como el “favorito” de los suicidas? En el Bosque Aokigahara, se encuentran cientos de cuerpos anualmente. Pero lo más sorprendente es que todo mundo sabe para qué se presta este lugar. Hasta el punto en que a la entrada se puede observar un letrero que traduce así: “Tu vida es valiosa y te ha sido otorgada por tus padres. Por favor, piensa en ellos, en tus hermanos e hijos. Por favor, busca ayuda y no atravieses este lugar solo”. Notablemente, el Gobierno de Japón, uno de los países con la tasa más alta de suicidios, está al tanto sobre este problema. A principios de este año, la tasa de suicidios en Japón había incrementado un 15% más comparado con el año anterior para la misma fecha. Se calcula una muerte por cada 20 minutos. La provincia de Yamanashi es la que más suicidios tiene registrados, seguramente por que allí está el bosque de Aokigahara. Existe un tipo de aceptación social hacia este lugar elegido por muchos como el desenlace para sus autobiografías, guiados por un cuento romántico llamado “Kuroi Jukai” (El negro mar de árboles) que termina con una pareja de enamorados quitándose la vida en ese bosque. Así, la noticia de otra muerte más allí, se convierte en algo normal. Indirectamente, podemos cargar con el rol de cómplices. ¿Por qué? Porque se sabe sin tabú alguno, lo qué se hace allí y simplemente se transforma en algo cotidiano. Este bosque no es el único lugar que ha sido reconocido por este tipo de muertes. Por otro lado, también está el ¨puente de los suicidas¨en Madrid. Cerca del Palacio Real se encuentra el Viaducto de 23 metros de altura que durante su historia, ha tenido la tendencia de ser cómplice y testigo de muchos suicidios. Más tarde se tuvo que poner alambradas en la verja para evitar que aumentara el número de personas arrastradas por la misma idea. Otro conocido es el puente de Golden Gates, en San Francisco, E.U. Cada día el número de suicidos aumenta globalmente. Casi nunca nos enteramos con anticipación sobre la muerte voluntaria de algún familiar, amigo o conocido. ¿Qué podemos hacer como ciudadanos, cuando realmente se tiene el privilegio de conocer dónde el débil y desesperado, puede ir a terminar con sus penas? ¿Será suficiente colocar un cartel con palabras de aliento o poner alambradas en una verja? No. Se deber ir más allá. Averiguar qué ha pasado en la vida de la persona que lo ha llevado a este extremo, buscar un por qué, encontrar alternativas. Para lograr esto, todos, tanto ciudadanos, profesionales, el Departamento de Salud y el Gobierno debemos ser cómplices y testigos de personas que encontró una esperanza para continuar, una segunda oportunidad de vida.