Al ritmo de un cultrún que ella misma ha fabricado, va enseñando a niñas y niños de 12 años a bailar danzas ancestrales mapuches. El cultrún, un tambor símbolo de la cosmovisión de este pueblo originario, es el instrumento más importante de su cultura, y generalmente corresponde a la machi hacerlo sonar en las ceremonias religiosas. Las machis, casi siempre mujeres, son las consejeras y protectoras del pueblo. Ellas conocen bien el nehuén (o energía) de todos los seres de la naturaleza, y junto a su pueblo, llevan siglos luchando para que la explotación de las empresas nacionales y extranjeras no acabe con ellos.
Carmen Paz Leonicio, que hace sonar el cultrún mientras danza con sus alumnos, no es machi, ni mapuche -“aunque en realidad casi todos los chilenos llevamos algo de sangre mapuche”, aclara. No es mapuche de sangre directa, pero también se siente “hija de la Tierra. Mapuche, en mapudungun, –explica- “significa gente de la Tierra”.
Primero fue la expansión inca, luego la conquista española, y ahora el imperialismo del propio gobierno chileno. Los tres grupos, aunque en épocas diferentes, han buscado lo mismo: hacerse dueños del territorio en el que se asienta el pueblo mapuche, al sur de Chile. Y los tres se han encontrado con una respuesta similar: la firme resistencia de sus pobladores. “Los mapuches son un pueblo muy fuerte”, cuenta Carmen. “Resistieron en la época antigua y están resistiendo también ahora a la masacre del gobierno chileno, que es el que más violencia ha ejercido contra ellos. La única diferencia es que antes los mapuches no eran pobres; eran personas orgullosas, grandiosas. Hoy son gente empobrecida…” Y después de lanzar un suspiro al aire, añade: “Pero todavía pelean”.
En el norte de Chile, aunque no hay población mapuche (no al menos de sangre directa), también hay ‘gente de la tierra’ que se organiza para defender a la naturaleza del mercantilismo de la vida. Hacia el interior de la región de Coquimbo, en la comuna de Monte Patria, donde Carmen difunde la cultura mapuche a través de la danza, cinco ríos con poca agua se distribuyen por un terreno que hasta hace poco permanecía a salvo de la mano extranjera. Pero igual que en casi todo el país, las empresas mineras ya han comenzado a entrar en el lugar.
Mientras en el sur de Chile la población mapuche luchaba contra la intervención de empresas españolas como Endesa, dueña de la central hidroeléctrica que inundó 3,500 hectáreas ancestralmente habitadas por los mapuches y obligó a la relocalización de 500 de sus pobladores, algunas personas en la comuna de Monte Patria comienzan a prepararse para defender también su territorio, en este caso de la intervención minera.
“El otro día, un vecino denunció a una de las empresas porque había talado árboles nativos para abrir un camino, y eso está penado por ley”, cuenta Carmen. “Pero no pasó nada. La empresa pagó una multa y siguió adelante. Fin del problema”.
“Las mineras tienen el dinero y las leyes a su favor”, reconoce. “Pero el pueblo tiene el poder de la voluntad y de la resistencia”. En un territorio en el que el agua es cada vez más escasa y las personas tienen que pagar acciones a una Junta de Vigilancia para tener derecho a un número de litros cada 15 días, dependiendo del número de acciones que compren, los vecinos no se pueden permitir perder la poca agua limpia que les queda.
“Una vez me metí en una reunión donde la empresa minera estaba ofreciendo trabajo a la gente”, recuerda Carmen. “Yo estaba indignada. Levanté la mano y pregunté al señor si él podría asegurarme que después de que se instale la minera nuestro río seguiría fluyendo igual de limpio. Él me contestó que no, que nadie podía asegurarme eso. Todas las personas que estaban en la reunión se molestaron conmigo. Yo les dije que prefería agua limpia antes que un poco de plata en el bolsillo. Un señor me contestó que él prefería la plata”.
Desde una coordinadora llamada Valles en Movimiento, Carmen y un pequeño grupo de personas que también se sienten ‘gente de la Tierra’, trabajan para informar a sus vecinos sobre las consecuencias medioambientales que traerá la instalación de las mineras.
“El gran problema es la falta de información. Muchos ni siquiera saben que las mineras ya están empezando a hacer prospecciones, y que esas prospecciones también dañan el medioambiente”, dice.
Algunas personas se organizar para defender también su territorio, en este caso de la intervención minera.
La contaminación del agua por la actividad minera, que a través de su consumo, o indirectamente como agua de riego, puede afectar a la salud de las personas, es uno de los temas que la coordinadora trata en sus reuniones. “Cuando yo llegué a este lugar, hace doce años, era un lugar de naturaleza pura, limpia… Y pienso luchar para que siga siendo así”, insiste Carmen.
Pero el problema del agua en esta zona va mucho más allá. “Monte Patria sufre desde hace años una sequía muy grande”, explica. “Y lo que hacen las mineras es instalarse en el nacimiento de los ríos, porque necesitan mucha agua para su actividad. Así que si ahora el agua que nos llega es escasa, imagínate cómo será cuando se instalen”.
¿Y si se instalan? Carmen se encoje de hombros y asegura: “Lo único que sé es que nosotros no nos vamos a mover de aquí”.
Las empresas han entrado en silencio, y en silencio van asentándose. Su estrategia: ofrecer trabajos no cualificados a la población.
“La mayoría de las personas que viven aquí son personas que no han recibido educación y que viven de la agricultura o de la ganadería, que reciben sueldos muy bajos para mantener a familias muy grandes, ¿cómo vas a convencerles de que las mineras no les van a traer riqueza y desarrollo? Es muy difícil. Los mapuches son de las pocas personas en nuestro país que se dan cuenta de lo que el Gobierno está haciendo con nuestra Tierra”.
Una situación, aunque difícil, a la que Carmen y la agrupación Valles en Movimiento han decidido enfrentar: en solidaridad con sus vecinos, informándoles para que puedan elegir su destino con conocimiento; y como opción personal, viviendo en armonía con la naturaleza, consigan o no echar a las mineras del valle, tal y como su cultura ancestral les enseñó.
Porque, al fin y al cabo, todos son ‘gente de la Tierra’; gente que todavía guarda algo de la sangre que el pueblo mapuche les entregó.
Fuente Periodismo Humano