Cuando una persona piensa en marcas de productos a la hora de comprar, prontamente relaciona en qué país dicho producto fue manufacturado. Es decir, de qué país es originario ese producto. A partir de ahí, define la compra de este, o decide pasar a optar por otra marca del mercado del mismo bien que quiera adquirir. Pensémoslo en un caso práctico. Si quiero comprar un DVD pienso prontamente en la marca japonesa Sony o en la holandesa Philips, sabiendo que me garantizo una compra que durará lo máximo que la vida tecnológica de ese producto pueda ofrecer. Sin embargo, encontramos que en el mercado hay equivalentes, que por su elasticidad de precio y calidad, ofrecen los mismos resultados, con el aval de un producto originario de un país que se posiciona bien en el mercado mundial de reconocimiento. En el caso de los DVD, sería la marca coreana Samsung, empresa considerada actualmente el conglomerado de ventas tecnológicas de mayor crecimiento e ingresos del mercado global. Ahora pensemos esto en relación a un país, siendo que la mercancía a obtener, sea por ejemplo, los beneficios de invertir en los negocios de un mercado en emergencia, que me ofrecen como empresario, seguridad jurídica para la concreción de contratos a largo plazo, la estabilidad de un régimen político democrático duradero, así como también, el ascenso de la economía de la clase media de la población de dicha nación. Todo esto, me garantizaría una inversión futura eficaz.
Pues bien, sea para una marca común de un producto en el mercado, como para la “marca país” de una nación, el fin se encuentra en ofertar al consumidor, una figura reconocible de estabilidad, que a la hora de optar, psicológicamente, lo conduzca cuasi inconscientemente a la opción que se quiere vender. A la hora de definir entonces la “marca país” de una nación, lo que entrará en juego será, el reconocimiento de ese ícono o figura simbólica que cada país crea mediante un trabajo de marketing específico, para definir una relación símbolo-contenido, que genere en el consumidor las ganas de conocer o invertir en los servicios o bienes que ofrezcan como país. Hay muchos ejemplos de países que concretizaron dicha práctica en la actualidad. La mayoría de ellos, creyeron que una inversión principal en la imágen que se quería publicitar de su país, abriría un nicho de mercados para la realización de un marcado crecimiento general de sus economías domésticas en el mediano y largo plazo. Fue hacer una estrategia previa costosa de inversión, para ganar mayores dividendos en el futuro. Algunos países del Sudeste Asiático, y los de la ex Unión Soviética fueron los casos más rimbombantes, a raíz del crecimiento estable y continuado de sus economías. Países europeos como Irlanda, Polonia, República Checa o latinoamericanos como Chile o la misma Colombia, no tendrían tampoco nada que envidiarles a los antes mencionados. El fin sería entonces cazar capitales, no espantarlos. Por eso la pregunta sería: ¿qué estarían haciendo la mayoría de los países latinoamericanos en materia de inversión, a la hora de cazar capitales, que inviertan continuadamente en nuestros países? Hay varias respuestas según cada caso específico. En los rankings internacionales de países de Sudamérica, México, Brasil y la Argentina , figuran como los países que mejor imagen en el exterior poseen a la hora de visitarlos por su estilo de vida universitaria, la cultura, los deportes. Pero por otro lado, a la hora de elegir sus productos en el mundo, cuando entran en competencia, incluso con los productos de otras regiones, los consumidores optan por los ofertados por esos países y no por los que la región latinoamericana ofrece al mercado. Es indudable que un producto que reza: “Made in USA”, será de reconocimiento mundial, frente a uno que diga “Made in Argentina”. Pero lo curioso es que no se obtiene dicho reconocimiento por la diferencia de precio o calidad, sino porque el país posee mala imagen, mala prensa. Sobre esto deberían trabajar los países latinoamericanos. Sobre la construcción de una marca país que vincule estabilidad económica, política y jurídica de su representación en la confiabilidad de los mercados, y a la calidad de sus productos. Una imagen de país que garantice un aval de confianza. Un caso típico, es la constitución de la marca supranacional “Unión Europea” (UE). La mayoría de los países de menor envergadura económica de la vieja Europa como España, Grecia e Italia, optaron por una estrategia de estabilidad política y económica a mediano plazo para entrar a la Comunidad. ¿El fin de esto? Los productos manufacturados y vendidos en cada país pasaron a ser comercializados en un mercado 100 veces su economía doméstica. Además de poseer el aval de la calidad de la UE , con todo lo que eso representa a nivel planetario: la posmodernidad misma. El caso sudafricano en el continente más pobre del planeta, Nueva Zelanda o la calidad de los productos chilenos en Sudamérica marcan esa diferencia. El objetivo fue cumplimentar en todos estos casos, un proyecto serio de país de largo alcance. Pero el caso más significativo fue el de Colombia. Un país que hace menos de veinte años, poseía altas cifras de muertes por sus enfrentamientos políticos internos, narcotráfico, terrorismo, y conflictos limítrofes, supo dar vuelta individualmente su nefasta historia, demostrando que en la región se puede mejorar bajo propia voluntad, sin echar culpa a terceros. Hoy Colombia es un país digno de ser disfrutado, en donde la calidad turística, la belleza natural de sus paisajes y la calidez de su gente, construyen el marco perfecto, para dar a conocer sus bondades al mundo. En esencia, la ritualización de la marca país constituye el espíritu de cada nación, es el motor de cada país, en donde el marco para el crecimiento económico a nivel mundial se basa en acrecentar propiamente cada una de las cualidades que cada uno posea, explotándolas al máximo. Entonces nos preguntamos: ¿podrán los países latinoamericanos, encontrar sus identidades, para volcarse a los mercados que les representen mayores posibilidades en su futuro? Países como la China comunista, Bielorrusia, India o la pobre Malasia lo lograron. El turno de saldar la deuda depende exclusivamente de nosotros. Puede acceder al artìculo original en la Revista Alrededores. http://www.alrededoresweb.com.ar/notas/marca-pais.htm.