El modelo de la Mediación Dialéctica de la Comunicación Social forma parte esencial de su maletín investigativo, que, en esta ocasión, trae consigo a Puerto Rico para dialogar sobre las aplicaciones de este molde teórico.
Se trata de José Luis Piñuel Raigada, catedrático de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, que desde 1980 dedica su vida académica a la constante reflexión en torno a la epistemología de los actos comunicativos desde diferentes puntos referenciales. Como parte de su cita con el Seminario Permanente de Métodos de Investigación de la Universidad de Puerto Rico, el versado docente conversó con Diálogo sobre los temas que presentará en la jornada que se extenderá por espacio de tres días, del 4 al 6 de febrero, en el Anfiteatro Manuel Maldonado Denis, del edificio Carmen Rivera de Alvarado (CRA) de la Facultad de Ciencias Sociales.
Diálogo (D): Para que la Comunicación pueda ser entendida —dentro de la abstracción que guarda el término en sí— se necesitan condiciones concretas que se dan en un entorno de mediación entre dimensiones cognitivas y sociales. ¿Qué relación hay entre esas esferas tanto psicológicas como sociológicas para que el acto comunicativo opere positivamente?
José Luis Piñuel Raigada (JPR): El saber de la Comunicación responderá siempre al planteamiento de cuáles son las mediaciones mediadas de la Comunicación; es decir, de cuáles son aquellas posibilidades que la Comunicación brinda para ajustar condiciones psicológicas a condiciones sociales, o, al revés, condiciones sociales a psicológicas. La condición siempre es una integración instrumentalmente útil o inútil. Entonces, ese saber deberá responder, siempre, a cuáles son las mediaciones mediadas frente a todas las condiciones que ella produce y que, a su vez, la afectan. Ahí, surge la necesidad de plantear y resolver los problemas de la mediación social, de la comunicativa, y de la cognitiva.
D: ¿Cómo se vislumbra esta combinación entre conocimiento, comunicación y sociedad con respecto a la Teoría de la Comunicación?
JPR: La Teoría de la Comunicación, sea cual sea su planteamiento lógico, persigue siempre, como objetivo, establecer modelos capaces de diagnosticar las condiciones que se le imponen a la Comunicación y de, precisamente, por la comparación entre los modelos y los datos que se pueden extraer de cualquier realidad y de cualquier experiencia, poder evaluar esa correspondencia entre modelos y datos de la realidad; poder medir, anticipar, confirmar éxitos o fracasos orientados a esos fines.
En la Teoría de la Comunicación ha habido modelos muy simples, que no se ajustan nada más que a condiciones de la propia transmisión de señales físicas y energéticas. Hay planteamientos mucho más complejos que toman en consideración tanto las condiciones físicas, las cognitivas, las sociales, y las históricas, que es justo lo que yo vengo comentando, que son modelos capaces de evaluar, anticipar, medir y confirmar los éxitos de la Comunicación.
D: En La moda, o el aprendizaje de la integración por el cambio indica que ésta [la moda] influencia el cambio social de valores estéticos y, a su vez, corporales. Si no se está a la moda, no se está dentro de un juego social del que, principalmente, participan los jóvenes. Por un lado, ¿de qué manera la moda afecta la sociedad? Por otro, ¿cómo puede beneficiar al individuo que está dentro de ese entramado social?
JPR: A mi parecer, lo que conviene es resumir los presupuestos que caracterizan a la moda, a la construcción de la imagen de sí mismo, tanto desde un punto de vista puramente perceptivo, corporal, desde la relación psicológica, como social. Dicho de una manera más precisa, la moda es, psicológicamente, una manera prestigiada de configurar un estándar propio de una imagen corporal de sí mismo, de manera que los demás perciban de mí, no un cuerpo semejante al suyo, sino un sujeto diferente en personalidad, trascendiendo los límites de la percepción visual, de la sensorial.
Pero también la moda es, comunicativamente, una codificación elaborada para configurar un estándar propio de una imagen referencial de uno mismo; lo que uno trata de significar es un personaje reconocible de una historia adecuada al personaje que nosotros queremos vivir como propio. Pero también, socialmente, es una norma acostumbrada —impuesta por la costumbre—para configurar el estándar propio de una imagen social de sí mismo, responsable de cumplir roles, compromisos, responsabilidades, de manera que los demás reconozcan en mí un agente social identificable.
D: En ese mismo escrito, usted indica que en la publicidad, “que es el contexto de los media, se habla constantemente de los jóvenes, se les ofrece como mercancías de consumo, pero ellos nunca hablan. Los jóvenes no son sujetos del discurso social, sino del espectáculo”. Por tal razón, dentro de ese espectro del medio publicitario, ¿la representación que condiciona a los jóvenes funciona como un ejercicio de integración a un cúmulo social, o, finalmente, será un fenómeno de desintegración de las identidades juveniles?
JPR: Es un ejercicio de integración, que, sin embargo, responde a un mandato paradójico: “Te ordeno que desobedezcas”. Ahí, se juega el sujeto joven sus éxitos y fracasos al aprender a estar siempre dispuestos a cambiar, pero para no desentonar con lo que se espera de él. Lógicamente, por eso, no es que sea una cosa o la otra, es que a la vez el joven es un espectáculo, precisamente, porque se está ventilando a través de la construcción de su propia imagen, que aprende desde la adolescencia, en la que se entra a la crisis vital de lo que es sentirse decepcionado de sí mismo, la crisis de estima, el no gustarse… Ahí es que empieza el ejercicio de construirse una imagen a la medida de sus propias aspiraciones. Esa imagen tiene que estar siempre en el hilo, en la frontera de resultar atractivo, el cambiar o no cambiar, desentonar o destacarse. Por una parte, aprende, por otra, se arriesga a pasarse, desenfrenadamente, en los cambios.
D: Entretanto, en Confiar en la prensa o no, que se publicó en colaboración con otros académicos, entre varios temas, se puede reflexionar sobre la credibilidad y relevancia de contenido. Es claro que se deben considerar varios elementos a la hora de decidir lo que se cuenta a través de los medios, ya que ofrecen panoramas vitales de un acontecer que forma parte de eso que llaman “realidad”. ¿Considera que esta desconfianza surge porque los medios están alejados de lo que demanda el ciudadano? ¿O hay un desfase en el trato que se le otorga a los temas de interés masivo?
JPR: Eso siempre será un planteamiento crítico, que desde el principio se ha enfrentado tanto, por una parte, la profesión del periodismo como, por otra, el interés que las audiencias tienen por el discurso periodístico. De todos modos, la cosa se complica más porque entre lo que es el acontecer y la información que sobre el acontecer proporcionan los medios tradicionales, [los medios] se encuentran actualmente sometidos, más que nunca, a la crítica de las relaciones de producción de discursos que ya son posibles por el consumidor que participa de redes sociales, que ofrece de inmediato sus reacciones, sus opiniones, etcétera.
Entonces, el acontecer lo que utiliza es un discurso que sea capaz de organizarlo para mejor anticipar sus cambios y mejor programar nuestra propia actividad en función de los cambios previstos e imprevistos. Digamos que entre lo que es el acontecer y los cambios del acontecer, hay que tener en cuenta cuál es la agenda pública de esos cambios, porque los que son exclusivamente limitados al entorno privado, esos los maneja cada cual, como puede, y en función de su intimidad. En cambio, cuando se trata de un acontecer que afecta a la sociedad, los colectivos en general, lógicamente, el conocer la agenda de sus cambios les permite programar el propio comportamiento en función de esa comunicación.
Frente al acontecer público, la responsabilidad primera de planificar la agenda y de afrontar los cambios imprevistos con protocolos de actuación, esa revisión de la agenda, le atañe a los responsables de los entornos sociales, a los políticos, la administración.
Pero, ¿cómo se puede conocer esa agenda, cómo se pueden afrontar esos acontecimientos? Pues a través de un discurso y eso lo siguen haciendo los medios. La previsión de la agenda en el discurso periodístico es la agenda mediática y ello es responsabilidad de los periodistas. Entonces, el ciudadano se encuentra, lógicamente, como en un juego de tenis: mira la acción de los políticos y la de los periodistas, que se puede dominar, conocer o criticar a través de los discursos que circulan, pero los discursos que circulan ya no son los hegemónicos de los medios, sino los efímeros de las redes sociales. Por eso, digamos que el conflicto actual se da justo en la mayor capacidad que tienen las audiencias de actuar y descifrar los discursos; ahí surge el problema de confiar o no confiar.
D: ¿Será posible una recuperación absoluta de la credibilidad periodística?
JPR: Lo mejor que puede ocurrir es que esa credibilidad esté siempre en tela de juicio, porque si se creyera ciegamente, entonces sería la que merecen los dioses. La credibilidad más valiosa es la que se gana por la acción y por la solidaridad, no por el dogma.
El autor de este texto es estudiante graduado de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.