Luis Armando Chanlatte Baik nació en la ciudad de Santo Domingo, un 14 de abril del 1925, hijo del ingeniero eléctromecánico, Salvador Chanlatte Saladin y de Ofelia Baik Saviñon, hija de un comerciante libanés. Al año de vida, su familia se trasladó al pueblo de Baní, donde se crió junto a su abuela materna, Carmita Saviñon Martínez y su esposo Federico (Fellé) González, cursó sus estudios primarios en la escuela pública de Baní, José Trujillo Valdez.
Su primer encuentro con la historia indígena fue a los 10 años de edad en una ocasión en que su familia visitó la finca en la recta del Galeón, propiedad de Bayoán De Hostos, quien en unos anaqueles con libros exhibía asas de vasijas indígenas que había encontrado en su propiedad. Don Bayoán advirtió su interés y curiosidad ofreciéndole sus primeras lecciones de la historia indígena y señalándole la existencia de la cultural indígena mediante sus objetos.
Aunque su primer interés fue iniciarse en los estudios de ingeniería, en el 1945, por circunstancias de la vida, inicia sus estudios universitarios en el Instituto Dominicano de Investigaciones Antropológicas, adscrito a la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde trabajó como ayudante del director, el ingeniero Emile de Boyrie Moya. Simultáneamente, fungió como ayudante del director del Museo Nacional de la República Dominicana, el historiador Félix María Pérez Sánchez.
Del 1948 al 1952, estudió con el ilustre profesor de antropología de la Universidad de la Habana en Cuba, René Herrera Fritot, quien impartió cursos de antropología y arqueología en el Instituto Dominicano de Investigaciones Antropológicas. Participó en importantes excavaciones arqueológicas en el país, auspiciados por el Museo Nacional.
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Chanlatte muestra sus apuntes sobre una de las excavaciones arqueológicos que realizó en la isla, durante una entrevista que le realizara Diálogo en marzo de 2013. (Diálogo/Ricardo Alcaraz)
Concluida su licenciatura ejerció como Asesor Técnico del Museo Nacional de la República Dominicana y del Instituto de Investigaciones Antropológicas donde adquirió vastos conocimientos sobre las culturas indígenas de la República hasta el 1965. También participó en múltiples y significativas excavaciones de índole colonial, con propósitos de salvamento y de investigación histórica, relacionadas con la vida colonial de la isla y con el rescate de los monumentos históricos patrios.
Después del congreso municipal celebrado en la ciudad de Santo Domingo conoce al eminente arqueólogo hispano-venezolano José María Cruxent, quien lo invita en el 1962, a realizar estudios graduados en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Cursó estudios en técnicas arqueológicas y de laboratorio. Fue en el viaje de prospección arqueológica hacia Barquisimeto, en la recta de Carora, donde ocurrió el accidente en que se volcó el jeep donde viajaba Cruxent, Elpidio Ortega y su esposa Bibina, Ericka Wagner y Alberta Zucchi. En otro vehículo tipo van iban Chanlatte con el fotógrafo y el chofer de la expedición quienes rescataron a los accidentados y los llevaron al hospital. Del accidente salió muy mal herido Cruxent.
Para el 1964, Chanlatte participó junto a Cruxent, en un proyecto-Survey arqueológico de la isla de Jamaica, auspiciado por la UNESCO y el Institute of Jamaica, solicitado por este último como parte de las actividades de independencia e identidad nacional de Jamaica. Fue un gran entrenamiento de campo en que se detectaron múltiples sitios arqueológicos indígenas e históricos.
Desde hacía una décadas, del 1948 en adelante, habían surgido en los círculos del coleccionismo unos objetos identificados como indígenas del sitio de Paredones, que posteriormente se denominó cultura de Paredones. El incremento en el volumen de estos objetos de origen incierto entre los coleccionistas propició la suspicacia, que en sus inicios eran pequeños objetos de forma escultóricas. A finales de la década del 1950 estos objetos se fueron convirtiendo en esculturas de gran tamaño, algunas de casi un metro de altura. Estos objetos de la denominada cultura Paredones, no tenían otros materiales asociados a ellos y solamente eran localizados, en las cuevas de los Paredones.
Por invitación del ingeniero Boyrie Moya, director del Museo Nacional en ese entonces, llegó al país el arqueólogo norteamericano, Irving Rouse, con el expreso motivo de determinar la antigüedad de esta cultura y su origen indígena. Las excavaciones fueron realizadas pero sus resultados fueron inconclusos pues no había cómo determinar la antigüedad sin materiales asociados o presencia de carbón en el sitio.
Al inicio de la década de 1960 se desató una proliferación de esculturas de Paredones causando suspicacia entre algunos investigadores y arqueólogos del país. Uno de ellos fue Chanlatte quien advirtió de la procedencia dudosa de estos objetos en innumerables artículos en la prensa escrita de ese país. Estos artículos suscitaron un intenso debate entre quienes defendían la cultura Paredones y los que la cuestionaban. La postura solitaria de Chanlatte en cuanto a este asunto la llevó por años, hasta que a finales de la década, logró descubrir el misterio de la Cultura Paredones y su origen, la gente humilde de la Caleta. Una historia para ser narrada, la creatividad en la adversidad.
Como consecuencia de la revolución dominicana del 1965, Chanlatte se trasladó junto a su esposa Zulema Subero Contreras y sus dos hijos, Luis y Antonio, a San Juan de Puerto Rico, donde aceptó un contrato de servicios en el Centro de Investigaciones Arqueológicas para clasificar y catalogar los materiales del Centro a petición del decano de la facultad de Humanidades, Sebastian González.
En el 1968 obtuvo su nombramiento y una plaza de arqueólogo en el Centro de Investigaciones Arqueológicas y efectuó excavaciones en varios sitios arqueológicos de gran importancia en la isla: Caguana en Utuado, Monserrate en Luquillo, Las Cuevas en Trujillo Alto, Hacienda Grande en Loiza y Punta Ostiones en Cabo Rojo, con el fin de conocer a fondo las culturas indígenas locales.
Durante esa época continuó su participación en proyectos de excavación en la República Dominicana, trabajando con el arqueólogo norteamericano Irving Rouse en la Caleta de la Romana.
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El director del Centro de Investigaciones Arqueológicas de la UPR descubrió en la finca Sorcé en Vieques, una nueva migración agroalfarera que denominó Cultura La Hueca. (Diálogo/Ricardo Alcaraz)
En el 1975, inició un programa intensivo anual de excavaciones en el Centro de Investigaciones Arqueológicas como director de investigaciones. El sitio arqueológico de Tecla, en terrenos del central Rufina en Guayanilla, fue seleccionado para comenzar las extensas excavaciones, que se extendieron por un periodo de 11 años y que aportaron al Centro una valiosa colección arqueológica indígena representativa de la zona sur occidental de la isla.
En el 1977, el programa de excavaciones se trasladó al sitio de Sorcé en Vieques después de recibir interesantes noticias arqueológicas del lugar. Ese mismo año Chanlatte descubrió en Sorcé, una nueva cultura que nombra, Cultura La Hueca, en honor al barrio donde está localizada. Las excavaciones en Sorcé, aportaron al Centro de Investigaciones de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, una extensa y muy valiosa colección arqueológica representativa de las primeras culturas indígenas agroalfareras de la isla, la Huecoide y la Saladoide, que es única en el Caribe Antillano.
El hallazgo de esta nueva cultura fue el inicio de la extensa obra investigativa del Centro que se extendió en los foros académicos en forma de libros-catálogos, presentados en el Museo de Antropología, Historia y Arte de la Universidad, en libros arqueológicos publicados por diversas instituciones locales y del extranjero además de la asistencia a los congresos de arqueología internacionales donde se presentaron los resultados de las excavaciones, la nueva cultura y las nuevas teorías, generadas de este significativo descubrimiento.
Estas nuevas teorías fueron elaboradas a raíz del descubrimiento de la nueva cultura que transformó el pensamiento arqueológico hasta entonces aceptado. Estas teorías están relacionadas con la evolución cultural indígena en el Caribe, con los patrones migratorios de los pueblos indígenas y con las relaciones sociales entre los diversos pueblos indígenas en las Antillas. Este nuevo enfoque en la arqueológica Antillana y reformulación del concepto cultural antillano indígena fue duramente enfrentado por el sector arqueológico establecido, representado por el doctor Irving Rouse de la Universidad de Yale, quién inició sus investigaciones en el Caribe y formuló las primeras teorías culturales indígenas. Este enfrentamiento suscitó un surgimiento e interés renovado en las investigaciones arqueológicas en las Antillas y en especial en Puerto Rico, donde ya se había aceptado que todo era conocido con relación a nuestras culturas indígenas y ya no eran necesarias mayores investigaciones sobre ese tema.
La fortuna bien merecida resultó en que a finales de la década de los ochenta y los noventa se iniciaron significativos proyectos de investigación arqueológica en Puerto Rico, con la dicha de que se logró corroborar la presencia de otros sitios Huecoides en la isla y en las Antillas Menores lo que desencadenó una inmensa actividad investigativa arqueológica en el Caribe y en Venezuela.
El mundo arqueológico resurgió de un letargo autoimpuesto y así comenzaron los grandes debates en los foros internacionales, en revistas y todo tipo de publicaciones relacionados con los nuevos hallazgos y las nuevas teorías presentadas por Chanlatte y representando al Centro de Investigaciones Arqueológicas de la Universidad de Puerto Rico como generador de estos significativos sucesos en la historia de la arqueología caribeña.
Las excavaciones realizadas por el Centro de Investigaciones Arqueológicas, en la isla de Vieques, continúan produciendo valiosas informaciones y aportando al caudal histórico de nuestro país, con el descubrimiento del sitio arqueológico de Puerto Ferro, el lugar aborigen más antiguo de la isla de Vieques, el cual produjo los restos óseos de un aborigen de la cultura arcaica, un hallazgo de gran importancia en la arqueología puertorriqueña por su rareza.
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El Museo de la UPR exhibió los restos del hombre de Puerto Ferro en abril de 1991. De izquierda a derecha, Chanlatte; Manuela Santiago, exalcaldesa de Vieques; Juan Fernández, exrector del Recinto de Río Piedras y Annie Santiago, exdirectora del Museo. (Diálogo/Ricardo Alcaraz)
Con motivo de la valiosa colección arqueológica albergada en el Centro, producto de las exitosas excavaciones arqueológicas en los diferentes yacimientos indígenas e históricos, tales como la hacienda Florida en Yauco y la Ermita de la Virgen de la Monserrate en Hormiguero, Chanlatte facilitó la presentación de los materiales arqueológicos mediante exposiciones en el Museo de la Universidad de Puerto Rico, las que siempre fueron muy concurridas por el público. También participó en la creación del Museo Indígena del Parque de las Ciencias en Bayamón, donde logró reunir varias colecciones privadas que estaban en peligro de venta al extranjero y presentarlas al público general.
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El arqueólogo comparte con estudiantes de la UPR en Humaco durante una visita al Museo Fortín de Vieques, donde estuvieron expuestos algunos de sus hallazgos. (Diálogo/Ricardo Alcaraz)
Como director del Centro de Investigaciones Arqueológicas, aportó al conocimiento de nuestras culturas aborígenes antillanas, en presentaciones en congresos arqueológicos internacionales, catálogos de exhibición de museos además de libros sobre el tema.
Siempre aspiró a que el Centro de Investigaciones Arqueológicas se convirtiese en una institución con facilidades adecuadas dedicada a la investigación de nuestro pasado, en la que los estudiantes de arqueología y los arqueólogos jóvenes puideran tener un lugar donde practicar sus destrezas y aportar su esfuerzo a la cultura de nuestro país.
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El Museo de la Universidad de Puerto Rico emitió una nota de duelo ante el deceso del respetado arqueólogo.