A cinco minutos de que el reloj marque la media noche, continúan ladrando los perros. Los coquíes y los grillos –como de costumbre– hacen la noche un tanto más placentera.
Hoy hace calor. Todavía no llega la luz y, a pesar de que la ventana de la sala sigue abierta, el sudor continúa haciendo de las suyas. Comienzo a sospechar que hay un complot entre la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) y los mosquitos.
Pero bueno, hay que dejarse de vainas; ya es tarde y aquí en el subdesarrollo son demasiadas las teorías de conspiración. Sobran.
De acuerdo con el gobierno, el apagón fue producto de una avería en dos líneas de transmisión en el complejo Aguirre. Desde el principio se descartó la mano criminal. Lo que sí es que tomará tiempo reparar los daños. Ya pronosticaron que resolver la situación tomaría alrededor de 12 horas. Pero ajá, estamos en Puerto Rico.
Sobre los millones de dólares que hay que invertir en mantenimiento no se dijo mucho. No obstante, nuestro gobernador advirtió que “esto es un problema serio”, que “hay que atenderlo con calma” y que eventualmente se trabajará ese detalle que hasta el informe Krueger señaló como una inversión billonaria.
Es la una de la madrugada y el ruido de la planta eléctrica del vecino le recuerda a mi madre que en esta crisis criolla su salario de maestra solo da para mantener viva la esperanza.
La vieja lamenta que el contrato de Lisa Donahue con la AEE le cueste tanto al pueblo trabajador. “Más de 45 millones de dólares, una barbarie”, dice. Le da trabajo digerir la insuficiencia y la desigualdad. Aquí en casa no da para una planta. Tengo que entenderla, pues ella suda la patria de lunes a viernes en un salón de clases de escuela pública y eso de sudar con gusto en la comodidad del hogar no se le da. Al menos, gracias al Departamento de Educación es toda una experta en barbaridades y supervivencia.
Pero, inexplicablemente, esto pinta que va pa’largo. Son las tres de la mañana y ahora se acaba de ir el agua. A pesar de que nos encontramos en plena segunda década del siglo 21, no bastó que 1.5 millones de personas nos quedáramos sin servicio eléctrico. Ahora el sudor se burla de nosotros y lo peor es que no acaba de llegar el sueño.
Curiosamente, a esta hora de la madrugada la gente sigue dándole duro al teclado de sus aparatos móviles. Facebook y Twitter continúan siendo prioridad en Borinquen. Seguramente, de aquí a unos años las interacciones y confesiones cibernéticas servirán para buenos estudios sociológicos.
Por lo menos suspendieron las clases en el sistema público de enseñanza. Pobre de aquellos empleados que deben reportarse desde el mediodía. No debe ser fácil llegar al trabajo sin bañar y sin haber descansado lo necesario.
Son las cinco. Y entre el calor y los mosquitos no hay mucho que hacer. Queda poca batería en el celular y lo que escribo poco a poco va perdiendo sentido. No quiero pensar que el exceso de Off! esté haciéndome daño.
Por fin dejaron de ladrar los perros. Comienzo a ver el sol salir y ya me da lo mismo cerrar la ventana de la sala. Me resigné al calor, pero no a la lucha con los mosquitos a la que ahora, a pocos minutos de que el reloj marque las seis de la mañana, se han sumado los majes.
Todo apunta a que el vecino tuvo una buena noche. Más allá de las tres veces que lo vi levantarse para echarle diesel a su plantita eléctrica, luce bastante bien ahora camino a su trabajo.
Por su parte, la vieja despertó. Y con taza de café en mano me preguntó sobre lo que pudiera hacer con la AEE la junta de control fiscal. No contesté. Preferí sonreír junto a ella, que es la que me hace de espíritu un millonario.
Y que conste, ya pasaron las 12 horas y todavía no ha llegado el agua ni la luz.