Catalogada como una de las mejores del mundo, la Playa de Flamenco es sin duda un trozo de paraíso terrenal. Blancas arenas y cristalinas aguas reflejan los distintos matices del azul del cielo y el verde de las montañas. De pronto, un contraste. De forma inadvertida, un tanque de guerra posa en medio del oasis. Pero, ¿cómo llegó allí tan destructor instrumento bélico?
Tras la victoria de Estados Unidos en la Guerra Hispanoamericana durante 1898, el gobierno estadounidense estableció en 1901 la Base Naval de Culebra por decreto del entonces presidente Theodore Roosevelt. Pocos años después, en 1905, la Marina de Estados Unidos comenzó a utilizar la isla como zona de entrenamiento militar, principalmente la península de Flamenco. Para 1936, alrededor de 40 familias vivían en dicha zona, culebrenses que eran obligados a desalojar sus hogares cada vez que la Marina llegaba a la ínsula a realizar entrenamientos.
“Nací en un campo de guerra, exactamente allí donde está aquel tanque, allí era la casa de nosotros”, aseguró Paulino “Lin” Espinosa, quien vivió en Flamenco junto a sus padres antes de verse obligado a mudarse a Santa Cruz ante la constante de laspeligrosas maniobras militares en el lugar. Hoy, a sus 79 años, los recuerdos de Espinosa se entrelazan con el constante ruido de aquellas bombas.
“Teníamos allí hortalizas, teníamos ganado, teníamos de todo, pero desde la niñez nosotros empezamos a aprender a vivir bajo fuego de las metrallas, porque en ese tiempo, el primer sitio que cogió la Marina para entrenar los soldados fue Flamenco”, declaró Espinosa.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial, durante la primera mitad de la década de 1940, terminó por catapultar a Culebra como uno de los principales espacios de entrenamiento militar y la Marina de los Estados Unidos intensificó exponencialmente sus prácticas de bombardeo. El anuncio de la Guerra de Vietnam, dos décadas más tarde, fue la gota que colmó la copa para los culebrenses. Nuevamente, el aumento de tiros y lanzamientos de misiles en la isla de Culebra no se hizo esperar.
“Al incrementar las bombas empiezan a caer fuera de la península de Flamenco, en otras áreas de Culebra. Los pescadores, que para ese entonces yo también era pescador con el papá mío, teníamos unas cuantas nasas, artes de pesca, y los vapores les pasaban por encima y rompían esas nasas. En la finca pasaban los troses (camiones) de los marinos y destrozaban las guardarrayas, las echaban al suelo, destruían los pozos, mataban los animales, el ganaíto, mataban las reses y no le daban cuenta a nadie y seguían destruyendo también las áreas de pesca allá y acá”, relató Benjamín Pérez, uno de los portavoces principales de los culebrenses durante la lucha contra la Marina.
La Marina, para ese entonces, había establecido una especie de frontera en la playa de Flamenco, una verja que imponía el punto exacto hasta el cual los culebrenses podían llegar y dónde comenzaba el territorio militar. Cual dos países en guerra, pronto los límites de la división se convirtieron en escenario de intensos enfrentamientos que daban fe de que el pueblo culebrense tenía un objetivo claro, la salida de la Marina de Culebra.
“Nos fuimos a hacer una guerra de guerrilla, nos mudamos al área de ellos y montamos casas de campaña y dormíamos en hamaca, nos llevábamos los calderos para cocinar y hacer todo allá porque decidimos que la lucha había que meter mano de manera permanente, hasta las últimas consecuencias. […] Por primera vez nosotros logramos, ante la injusticia que estaba cometiendo la Marina, que se unieran inclusive los que no eran reaccionarios”, aseguró Pérez.
Mientras tanto, Espinosa organizaba en los Estados Unidos una marcha multitudinaria por la salida de la Marina en Culebra, que tenía como destino la capital federal estadounidense, Washington D.C. “El objetivo era la Casa Blanca, el presidente, el Pentágono”, explicó. Aseguró que a la marcha asistieron cerca de 15 mil personas, el día 12 de diciembre de 1970. Espinosa era presidente en Nueva York del Club de Culebra, una asociación que contaba con alrededor de 143 miembros culebrenses que habían tenido que emigrar a los Estados Unidos y a quienes los unía no solo su lugar de procedencia sino también la lucha por la salida de la Marina de su tierra natal.
Tras los enfrentamientos en la isla municipio, varios culebrenses, entre los que se encontraban Pérez y otros compañeros de lucha procedentes de la isla grande de Puerto Rico, fueron arrestados el viernes 22 de enero de 1971 y acusados por desobediencia civil. Cada uno tuvo que cumplir una pena de tres meses en la desaparecida cárcel de Oso Blanco.
“Nosotros primero los apedreábamos, le llegamos a tirar hasta bombas molotov (bombas caseras), porque ahí se metía una escuadra de gringos armados”, relató Perfecto Santiago, culebrense que también fue arrestado en aquel entonces. “Aquí tiraban unas bombas que cuando explotaban nosotros sentíamos que la isla se sacudía de violentas que eran. […]Estuvimos luchando varios meses largos hasta que a lo último decidieron arrestarnos y recuerdo como ahora que fue por la noche, nos montaron en helicóptero y nos llevaron al tribunal”, añadió Santiago.
El suceso, sin embargo, no detuvo la lucha, que continuó luego de que los encarcelados cumplieran su condena. La campaña vio rendir frutos en el año 1975, cuando lograron por fin que el gobierno de Estados Unidos anunciara el retiro de las tropas y navíos de la Marina. Hoy, el pueblo culebrense conmemora los 40 años de aquel suceso que, ciertamente, marca un hito en la historia de Culebra y del pueblo de Puerto Rico, un momento en el que los puertorriqueños caminaron juntos hacia un solo destino, según afirmó Pérez.
“Yo me siento orgulloso y contento porque fue como un milagro, que no es fácil unir a los puertorriqueños en una sola idea, en un solo grupo y aquí en Culebra eso se logró, unimos y vencimos y sacamos la Marina de aquí”, puntualizó el culebrense.