A Deledda Cros
Caminaba como quien siente por primera vez en las plantas de los pies el rocío sobre la hierba mañanera; extraño juego de balanceo el andar de su cuerpo rotundo y lento en puntas de palabras. La mirada no parecía mirar más que una idea que le bailaba dentro; hasta que la sonrisa prologaba el decir desmintiendo la solemnidad del silencio. A Fernando Cros, poeta al que no le obsesionaba escribir poemas, tampoco le obsesionaba decir lo que pensaba; pensar, eso sí, todo el tiempo; después escribía, después conversaba.
Lo conocí en 1997, cuando la Editorial de la Universidad de Puerto Rico le publicó el poemario Crónica del hombre solo; para entonces solamente supe de él dos cosas: los poemas de ese libro, y que era amigo de nuestro poeta-editor Jesús Tomé, con quien intercambiaba lecturas y borradores. Más tarde coincidimos como condiscípulos en un curso graduado sobre la poesía de Miguel Hernández que dictó Mercedes López-Baralt. Entonces supe algo más: Fernando Cros era un intelectual tan sagaz como discreto y benevolente; aunque era un alumno de excepción (poeta, curador de arte, docente universitario, filósofo), atendía al curso como uno más de nosotros y, cuando se animaba a intervenir, exponía sin arrogancia lo que sabía, conservando siempre, eso sí, su regodeo gustoso en cada sílaba: hablaba mientras sonreía.
Con gesto similar al suyo –pausado, introspectivo─ leo varias entrevistas que concedió en momentos puntuales de su biografía autorial en las que dejó dicho, a grandes rasgos, lo que pensaba sobre la escritura, sobre su escritura y sobre la poesía. En “Diez preguntas a Fernando Cros”, por José Luis Vega; “Soy un poeta de palabras, no de sentimientos”, por Alba Gómez Escudero y “Última entrevista a Fernando Cros: martes, 23 de noviembre de 2010”, por Rosa Luisa Márquez y Antonio Martorell, podemos escuchar con el pensamiento y pensar con la escucha a quien “filosofaba mirando, pintaba escribiendo, musicalizaba cada palabra en ritmos y melodías que constituían el sentido de su decir” (A. Martorell, “Evocando a Fernando Cros”). Estas piezas imprescindibles para conservar el recuerdo de su persona y de su proyecto literario forman parte de la publicación número 97 de la Revista Cayey: “Homenaje a Fernando Cros” que publica la Universidad de Puerto Rico en Cayey.
Es así como sé, ahora, que este poeta escribía como caminaba: sin prisa. “Escribir por escribir para mí no es una opción; creo, como el poeta chileno Gonzalo Rojas que uno debe posponer el acto de escritura hasta que esta acumule la suficiente tensión, hasta que llegue a convertirse en una necesidad, en una obsesión que persigue al poeta y que el único modo que tiene para salir de ella, es trasladarla a un texto”.
Y aprendo, además, que su calma era amiga de la reescritura: “Entonces lo que yo hacía muchas veces era guardar como apuntes lo que escribí de joven y reescribirlo de viejo. Ahí se conjuntan, se unen estas dos habilidades: la intuición juvenil y la sagacidad del hombre viejo”. Todo en él es un elogio de la paciencia en el oficio y una ética de la mesura que en sus poemas pasa por un rechazo radical de la sentimentalidad romántica y neorromántica para ocuparse del cuerpo y de la sonoridad de las cosas y de las palabras: la suya es poesía de la mirada y del oído, una plástica del verbo y del movimiento, más que a trazos, a letrazos. Su persona, una andadura en sosiego: “Creo que la vida hay que economizarla; hay que aprender a paladearla, como si de un buen vino se tratara” (A. Martorell y Rosa Luisa Márquez).
La publicación, diseñada con esmero por Heida Zambrana, artista gráfica y directora de la revista, habla de un mirar y pensar las cosas como este poeta las pensaba y las miraba: acariciándolas. La portada es un tratamiento a color de un retrato al carbón que Antonio Martorell hizo de Fernando Cros en 1976. Ya desde aquí, miramos tanto como somos mirados. Y en la acuosidad de los verdeazules el rostro y las palabras adquieren liviandad de alga.
Del hombre y del compañero de vida y oficio da cuenta la artista, crítica de arte y educadora Deledda Cros, viuda del poeta. En la emotiva memoria “¿Existen las almas gemelas?”, la pintora narra su encuentro con el poeta en la Universidad de Puerto Rico durante la década de los sesenta y la travesía intelectual, artística y relacional que emprendieron juntos desde entonces. Aquí la mirada va y viene de lo biográfico a lo literario: …la formación de ambos en la UPR durante la década de los sesenta, los proyectos educativos que compartieron, sus aventuras de búsqueda intelectual y artística en Barcelona y México. En este país obtuvo Fernando el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta (1982), completó su doctorado en Filosofía y fundó la revista Torre de Papel y las colecciones de libros “Poesía reunida” y “Poesía joven” para la Universidad Autónoma de México en Chapingo.
Luego, el regreso definitivo a Puerto Rico a partir de la década de los ochenta y la publicación de sus primeros libros (Crónica… y Fragmentos…). Hasta hacer confluir la memoria biográfica y literaria en el poema “Cuatro momentos del mar”. En este poema, Deledda Cros ve “una especie de alegoría de la creación poética como acto cósmico” por ser el agua “una fuerza protagónica”, “creadora de formas”, “una gran metáfora de un principio estético infinito”.
No podía faltar, tampoco en este homenaje, el espléndido retrato apalabrado “Evocando a Fernando”, con el que Martorell despidió el duelo por Cros en 2010, que se publica ilustrado por un retrato al óleo que le dedicó en 1989.
A los textos de corte biográfico les sigue una sección de ensayos críticos. María Teresa Bertelloni, Antonio Agulló Albert y Francisco José Ramos se ocupan de comentar los libros Crónica del hombre solo (EDUPR: 1997), Fragmentos del habla (EDUPR: 2009) y Sobre la huella (Universidad Interamericana: 2014). Dos comentarios brevísimos pero enjundiosos de Pedro Subirats a “Aforismos de la lentitud” (Fragmentos del habla) y de Luis de Arrigoitia a “La poesía de Fernando Cros”, sirven de transición a una sección de “Creación literaria” en la que los editores han colocado la escritura de su homenajeado en primer término, como es de esperarse en una publicación como esta, y han tenido la delicadeza de presentarnos un mosaico representativo de su hacer-pensar-crear: aquí conviven sin excluirse mutuamente la poesía, el cuento, el ensayo, la entrevista, el comentario de arte y la curadoría, en las dosis necesarias para mantener el interés y suscitar nuevas miradas (y lecturas) al que ahora nos mira desde sus textos obsesionados, ahora sí, por la “letra negra sobre letra blanca”:
Buscar en la superficie de la letra blanca,
la señal del trazo. Lanza sobre ella
la red cazadora de la letra negra,
sin saber si aquella se nos ha escapado,
rechazando el calco de su antigua huella.
Imágenes de Cros en distintas etapa de su vida: