En un tono sobrio, característico de una mujer segura de sí misma, Mónica Simonet Yoma Awin afirmó que “una persona que es indiferente al dolor de un animal, es indiferente al dolor de un ser humano”.
Y de dolor ella sí sabe, aunque no por cuenta propia necesariamente. Su mamá, casada con tan solo 16 años de edad, le tocó en Polonia sobrevivir el Holocausto de Hitler y sus turbas nazis. Su herencia judía era suficiente para ser condenada a muerte o, peor aún, a un sufrimiento infinito. Pero sobrevivió, y tuvo tres hijos, entre ellos, Mónica.
Precisamente ella y su segundo esposo, un chileno de ascendencia libanés, inculcaron en Mónica un espíritu incansable de trabajo continuo, no solo para su beneficio, sino también por los demás seres, incluyendo los animales. Mónica, como leerán a continuación, otorgó un significado distinto a la frase “arbeit macht frei” (el trabajo te hace libre), colocada cínicamente a la entrada de varios campos de concentración nazi.
Actualmente, Mónica, de 53 años, trabaja como abogada para una agencia del Gobierno estadounidense mientras simultáneamente es presidenta de la Junta de Directores de El Faro de los Animales Inc., una organización sin fines de lucro en Humacao que cuida y busca hogar a cientos de perros y gatos indefensos, abandonados a su suerte por distintas personas. También se encarga de educar a las comunidades sobre el respeto y el cuidado que merecen los animales.
Pero ella no llegó a donde está por obra y gracia de alguna deidad. A Mónica la criaron en Arecibo, donde estudió en el Colegio San Felipe. De allí partió a estudiar administración de empresas en la universidad del estado de Carolina del Norte. Luego volvió a la Isla para estudiar Derecho en la Universidad de Puerto Rico. Al presente vive en la guardarraya entre Hato Rey y Río Piedras.
“¿Cómo logras un balance entre tu vida personal, profesional y de voluntaria?”, le preguntó Diálogo. “Yo no sé si está balanceada”, dijo con un sentido del humor seco y una sonrisa que no ofrece muy a menudo.
Mónica y su equipo de El Faro cuidan continuamente alrededor de 150 perros y 70 gatos, de los cuales poco menos de la mitad son residentes permanentes del santuario, ya que son mascotas entradas en años, con alguna condición o no muy atractivas a la vista. Los demás se envían mayormente a Estados Unidos para que tengan una mejor vida, un lugar que aunque lejos de perfecto, valora las mascotas y ejerce las leyes de protección de animales. Mónica también ha adoptado las suyas: Stevie, Blanquita y Lucy, son las mascotas de su familia.
El pasado 18 de noviembre, El Faro envió 17 perros a Filadelfia a bordo de un avión de carga. El equipo de trabajo de Mónica espera poder transportar en diciembre otros 30 perros a Newark. Aunque momentáneamente esto es un logro, sólo pasarán pocos días antes de que El Faro de los Animales se vuelva a llenar a capacidad nuevamente.
Miles de animales realengos en la Isla
Según el Departamento de Salud, en el año 2002 se estimó que habían150,000 animales realengos en Puerto Rico, una cifra que solo se espera haya aumentado exponencialmente. Esto provoca un problema de salud pública, calidad de vida e incluso podría afectar el turismo, ya que de acuerdo con Simonet, la estampa de decenas de perros muertos en las calles y expresos no es exactamente la imagen que el Estado quiere fomentar. También advirtió que los animales realengos pueden transmitir a los humanos virus como la rabia y bacterias como la tuberculosis, pasteurelosis y leptospirosis, al igual que hongos y parásitos, entre muchos otros.
Mónica, quien confesó que le entristece y le molesta la indiferencia de las personas con los animales, opinó que la protección de estos no es una prioridad para el Gobierno. Asimismo, destacó la importancia de que el Estado implemente una política de esterilización, que bien pudiera incluir un programa de “catch and release” (atrapar, esterilizar y soltar), junto a la preparación de estadísticas confiables. Señaló, además, que la forma más efectiva para lograr estas metas es utilizando como vehículo a los albergues sin fines de lucro, aunque es evidente que tiene una preferencia por los santuarios como El Faro, ya que no matan animales a menos que sea necesario para evitar un sufrimiento irreversible (según Humane Society en Guaynabo, el año pasado se sacrificaron a 35,591 perros y gatos en Puerto Rico).
“La situación de los animales es realmente un problema de los seres humanos. Es un problema que, si no trabajas con los seres humanos, nunca vas a terminar ni mejorar el problema de los animales ni ningún otro […]. Las personas que abusan y maltratan a los animales son generalmente personas que abusan y maltratan a otros seres humanos, especialmente los niños […]”, expresó convencida.
La cuidadora de animales recomendó que al menos, cuando alguien vea un animal realengo en su comunidad, procure darle agua, comida y reunir dinero entre los vecinos para la esterilización. En el caso de El Faro, necesitan dinero, voluntarios, hogares temporeros para gatos y ayuda técnica, como la preparación de estadísticas y la reparación de equipo tecnológico.
Aunque en el 2008 se aprobó la Ley Para el Bienestar y la Protección de los Animales, Simonet apuntó que la situación ha mejorado pero está muy lejos de ser satisfactoria, mucho menos ideal.
“Me siento segura del camino [que ha tomado en cuanto a la protección de los animales], aunque no sé lo que hay, sé que lo puedo hacer”, aseguró.