La multinacional Monsanto busca patentar una nueva semilla de cáñamo transgénico para su cultivo en Uruguay. A su vez, la fundación Open Society y el grupo Drug Policy Alliance (DPA) planean comercializar dicha marihuana bajo una marca propia.
El ‘lobby’ es denunciado en la televisión uruguaya y por muchos blogueros desde hace meses. Los medios de información citaron incluso el costo de la campaña televisiva a favor de la “regulación responsable” de la marihuana en Uruguay, que era de unos 100.000 dólares.
Según los críticos, el objetivo tanto de Monsanto como de los dos organismos fundados por el famoso inversionista de origen húngaro es fundar un nuevo mercado regulado por sus propios intereses.
Entre las explicaciones existentes del interés especial por el nuevo producto por parte de la empresa especializada en semillas transgénicas prevalece la que relaciona los planes de la multinacional con el desarrollo de la marihuana medicinal. Los híbridos genéticamente modificados de cáñamo podrían producir más sustancias activas, creen los expertos. Con el tiempo podrían patentar y comercializar como fármacos, aprovechando su condición monopolista.
Pese a la polémica al respecto, el uso de la marihuana con fines medicinales se extiende por distintos países del mundo. Hace pocos días la industria farmacéutica de Francia lanzó un medicamento a base de cannabinoides. La misma clase de compuestos orgánicos forma parte de decenas de medicinas, cremas y aditivos alimentarios fabricados en la República Checa.
Canadá destaca como el mercado potencial más grande del cannabis genéticamente modificado (OGM). El Gobierno canadiense se puso en contacto con Montevideo para estudiar la posibilidad de comprarle marihuana poco después de que el país sudamericano aprobara la venta y distribución del cannabis en su territorio.
Este texto fue publicado originalmente en EcoPortal.