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En un hecho contradictorio e increíble, en pleno siglo XXI las mujeres puertorriqueñas siguen teniendo menores salarios que los hombres a pesar de que cuentan con mayores niveles de educación y representan una fuerza trabajadora mayoritaria. Así quedó demostrado durante el foro Desigual paga por igual trabajo, realizado por el programa Pro Bono de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico, con motivo de la Semana de la Mujer 2010. De acuerdo a estadísticas recientes del Departamento de Trabajo de Puerto Rico, en el 2005 las mujeres puertorriqueñas devengaban un salario semanal promedio de $233, mientras que los hombres ganaban $242. Asimismo, a pesar de que la mujer está mejor preparada que el hombre cuando entra al mercado laboral de Puerto Rico, sólo el 12 por ciento de las mujeres empleadas desempeñan puestos directivos o gerenciales en sus trabajos, informó la estudiante de derecho Carolina Velaz. “En el 2009 había 207 mil mujeres trabajando en Puerto Rico y cumpliendo con la función de ser la principal proveedora al ingreso del hogar. La proporción de mujeres empleadas con jefatura de la familia aumentó de 17 por ciento a un 40 por ciento”, reveló Velaz. Sobre la educación, Velaz indicó que el 73 por ciento de las mujeres empleadas en Puerto Rico cuenta con un año de estudios universitarios o más. “Sin embargo, en los hogares donde la mujer es la jefa de familia, el 49.8% vive con un salario promedio de $10 mil anuales, lo que demuestra la condición económica de la mujer puertorriqueña y la necesidad de que reciba justa paga por su trabajo”, puntualizó. La licenciada Ruth Arroyo, otra de las conferenciantes en el foro, confirmó sus datos. “A pesar del aumento en la participación de la mujer en la fuerza trabajadora del país y de que la mujer tiene un nivel de educación más alto, continúa existiendo la brecha salarial entre hombres y mujeres en Puerto Rico”, indicó la doctora en Leyes. Uno de los factores que mantiene esa brecha salarial entre hombres y mujeres, según Arroyo, es la segregación por género; y aunque ésta se ha reducido en los últimos 20 años tras la mujer trabajar en empleos tradicionalmente masculinos, habría que reasignar el 46% de las personas empleadas en otra ocupación para lograr eliminarla. “Esto obviamente va a requerir de cambios en la política pública, especialmente en el campo de la cultura y de los roles sociales de la familia en esta sociedad patriarcal”, dijo la abogada laboral, quien consideró esta meta como bastante alta pero que se puede lograr de “poquito a poquito”. También sería necesario un aumento significativo en la organización sindical de la fuerza laboral en Puerto Rico, según asesora legal. “Las mujeres son las menos sindicalizadas, las que menos derechos tienen para negociar, no están organizadas para negociar colectivamente y vemos que los sectores que están organizados sindicalmente tienen mejores salarios”, opinó la abogada laboral, poniendo como ejemplo la Unión de Trabajadores de la Industria Eléctrica y Riego (UTIER). “De hecho, para las mujeres la educación no es una carta de triunfo para tener mejor salario. Mientras mayor es la educación de las mujeres, mayor es la brecha salarial con sus pares y eso lo vemos en la Escuela de Derecho, en los médicos, los doctores, los hospitales, etcétera”, explicó Arroyó. La diferencia de escala salarial también puede deberse a discrimen, según Arroyo. “El discrimen se puede tratar de la actitud de los patronos. Estos pueden adoptar esquemas de reclutamiento que desfavorecen a las mujeres y reducen sus salarios. “El rol patriarcal nos ha puesto en una situación de desventaja para competir por salarios, puesto que los patronos ven como un problema el emplear a mujeres por la interrupción del trabajo por la función reproductora, atender a los hijos y a la familia. Hay la percepción patronal de que la mujer no va a tener la misma productividad”, dijo Arroyo. También hay discrimen de sus pares hombres que se sienten incómodos por la presencia de una mujer junto a ellos; y de los propios clientes, que prefieren que los atiendan hombres, como por ejemplo, en la venta de autos o de ropa de caballeros”, dijo Arroyo. Señaló, además, el discrimen por decisión de la propia mujer. Dio como ejemplo, el caso de una mujer que estudia Leyes, pero que por cuidar a sus hijos prefiere dar clases en vez de integrar un bufete. La licenciada destacó la importancia de la aportación económica de la mujer en la sociedad puertorriqueña de hoy. “Entre los años 60 y 70 el salario de las mujeres se veía como algo extra o suplementario al salario de la familia, hoy en día no es así. Se entiende que el ingreso de la mujer es medular al ingreso del hogar, indicó. Sobre este particular, la licenciada Arroyo llamó la atención al público presente en el foro sobre los efectos adversos de los despidos en el gobierno a raíz de la Ley 7 de Emergencia Fiscal. “Esta política pública tiene un impacto mayor en las mujeres porque el 57 por ciento de los empleados en el gobierno son mujeres. Una de cada tres mujeres en Puerto Rico son empleadas por el gobierno mientras que uno de cada cinco hombres son empleados por el gobierno, de manera que numéricamente la reducción de empleo en el gobierno va a afectar más a las mujeres”, manifestó. De igual modo, “las mujeres somos las mayores recipientes de los servicios públicos, así que el desmantelamiento del gobierno va a afectar el recibo de esos servicios”, agregó. “Necesitamos cambios que de alguna manera mejoren la forma que en que estamos funcionando. Para ello necesitamos un Departamento del Trabajo y una Procuradoría de la Mujer que velen por los derechos de las mujeres”, culminó. Para acceder al texto original puede visitar: http://www.prensacomunitaria.com/gente/1339-mujeres-puertorriquenas-mas-educadas-menor-salario-y-mayor-perjuicio.html