Evelyn Torres Ramírez, maestra de la Escuela Máximo A. Salas del pueblo de San Sebastián, enseña con orgullo la lista de los estudiantes artesanos. Son trece niños y seis padres de comunidad, más trece jóvenes adicionales que están en proceso de certificarse, ahora en
el 2013, como trabajadores de la madera. Lo que significa para niños y adolescentes mayores de diez años convertirse en artistas certificados está demostrado en el amor y dedicación con el que se entregan, todas las horas de almuerzo, a sus dibujos y a la quema
de la madera con el cautín. Diálogo visitó las instalaciones de la escuela y pudo constatar dicha entrega.
La maestra Torres Ramírez, gestora del proyecto y artista, ha logrado adiestrar a jóvenes para que obtengan la licencia de artesanos que otorga la Compañía de Fomento Industrial. Es decir, estos graduados pueden vender su arte en las ferias y festivales de Puerto Rico y, si es el caso, fuera de la Isla. Este proyecto, por lo tanto, tiene la ventaja de no solo aleccionar a jóvenes en las artes, sino que los prepara como comerciantes. Este tipo de continuidad y complejidad en un proyecto auto gestionado no ocurre con frecuencia, lo que le otorga a esta iniciativa la más alta calificación en términos de gestión cultural y promoción de las artes puertorriqueñas.
Esta iniciativa ha tenido además, el apoyo de la directora de la escuela, Elisabeth Cortés Lorenzo, quien se ha identificado tanto con el proyecto que ella y su hijo (estudiante en la Máximo Salas) participan del programa. “Yo sé tejer desde los nueve años. Nunca me certifiqué y aun así me costeé mis estudios universitarios tejiendo. Acompañando a mi hijo en este programa me entusiasmé y pronto me voy a certificar en tejido”, comenta la orgullosa madre de Abdiel Cortés.
Sobre la experiencia en festivales, la maestra explica que: “A medida que vayan participando en festivales (los estudiantes) van descubriendo que los artesanos son una gran familia. A medida que vayan trabajando irán viendo que los artesanos mantienen nuestra cultura en pie. Viene un artista de otro país y se lleva trabajos que nos reconocen”.
El estudiante Kristian Chaparro quema la madera con su cautín. (Ricardo Alcaraz)
Torres Ramírez estudió pintura en San Juan y, para trabajar su arte, prefirió ubicarse en el campo y hacerlo a través del magisterio. En este sentido sus decisiones e ideas sobre el arte se traducen en que: “Somos la primera escuela con esta propuesta. Somos pioneros en propuestas para preparar a estudiantes de escuelas como artesano”. De hecho, ya ha compartido su idea con una escuela en el pueblo de Mayagüez lo que nos deja saber que su interés en esta iniciativa incluye que la misma se pueda exportar a cualquier otra escuela con los mimos excelentes resultados.
“Este es el segundo año que vamos a graduar a niños con licencia. Para sacar licencia tienes que tener 10 años o más”, explica. Siendo esto así, Torres conoce a los estudiantes con los que trabaja desde que están en cuarto grado, cuando les enseña las técnicas básicas del dibujo. “En este proyecto los niños no calcan, dibujan directamente sobre la madera para que cada obra sea un original”, indica.
Parte de los trabajos que realizan los estudiantes del programa. (Ricardo Alcaraz)
La madera que utilizan los estudiantes es del aserradero Bayaney en Hatillo. La maestra comienza el curso explicándoles los tipos de madera y las artesanías. Luego los lleva de gira al aserradero. Allí los niños observan cómo la madera se pica y se tira a secar bajo la sombra (debajo de una casa de socos por ejemplo). Más adelante esa misma madera se replana y se sube a unas casillas. Los niños toman la madera de estas casillas y aprenden a pulir su propia madera. Los pedazos con los que van a trabajar son escogidos por cada estudiante. En este sentido, el proceso creativo y la independencia de criterio son fomentados por la maestra desde el primer momento: “la madera nos habla, con verla puedes determinar qué vas a hacer con ella”, expresa Torres Ramírez con alegría.
El próximo paso de este proceso es que el estudiante escoge la escena que va a trabajar en su pedazo de madera. Para esto la maestra ha establecido unas reglas, el joven debe identificar una estampa típica que represente a Puerto Rico. Algunos de los temas que aparecen en estos trabajos son el Morro, la pareja jíbara, la casa de campo, el bodegón, los petroglifos indígenas, los personajes ilustres y el coquí, entre otros.
El estudiante dibuja a lápiz su estampa y procede a quemarla con el cautín. Al terminarla le unta un barniz natural a base de agua no tóxico y le añade un gacho y/o una base a su pieza. Las piezas están listas para ser vendidas en festivales alrededor de la Isla.
Estos recién estrenados artesanos han participado en los festivales de la Hamaca, del Guineo, del Mundillo y del Lechón, entre otros. En febrero de este año participan en el Festival de la Abeja en Lares.
Es interesante señalar que una vez cada niño se adentra al mundo de los festivales puertorriqueños no representa a la escuela si no a sí mismo como artista. Este es un elemento impor tante dentro de este proceso porque le enseña al estudiante sobre las particularidades del mercado cultural y además aprenden a llevar su primer negocio. Para que un joven artesano participe de manera individual en los Festivales, él y su familia deben hacer unos gastos básicos para montar el negocio que ascienden a los trescientos dólares. Por ejemplo cada artesano debe contar con su propia mesa, manteles, cautín, pulidora, extensión, dinero para almorzar y dinero para pagar el espacio en los festivales que así lo requieran.
(Ricardo Alcaraz)
Para la directora de la escuela, Elisabeth Cortés Lorenzo, esta es una experiencia que marcará positivamente a su hijo para toda la vida: “con esta experiencia él adquiere valores como el del trabajo. Aprende también lo difícil que es que conseguir dinero, por ejemplo. Además para estar aquí hay que amar lo que uno hace. El amor con el que trabajan estas maderas no solo para vender sino para regalar a las familias. Esos familiares guardan esto como una reliquia”.
Hoy día ya son de cuatro a cinco los estudiantes que visitan cada uno de los festivales mencionados, alternándose según el interés y disponibilidad de cada uno o de cada familia. Esto muestra el éxito del programa.
A preguntas sobre sus experiencias como artesanos, el niño Abdiel Cortés enumeró los festivales en los que ha participado entre los que se encuentran el Festival del Guineo y el de Castañer. “Está la buena y la mala cuando vendes y no vendes”, manifestó. “Yo les explico a las personas que preguntan sobre mi trabajo. Me siento feliz”.
Alondra Pérez , quien ha visitado el Festival de la Hamaca y del Mundillo manifestó, por su parte, que esta experiencia “fue importante tenerla ya que puedo hacer lo que quiero y lo puedo demostrar. Estoy bien feliz porque puedo enseñárselo a muchas personas. Entre mis temas preferidos está el Morro porque lo puedo hacer de formas diferentes. También me gustan Los Reyes y los hombres ilustres”.
Con referencia a estos dibujos y la libertad creativa Torres Ramírez nos contó que ella los insta a que busquen su propia identidad visual, que busquen el estilo propio para que cada arte exprese la creatividad de cada estudiante. De hecho les dice contantemente que “cada
dibujo tiene que ser diferente, para que así demuestres tu talento propio”. Sobre este particular Kristian Chaparro, otro de los jóvenes artesanos comentó que “cuando vendo el trabajo a un mismo cliente son dos reyes diferentes para que no diga que solo se hacer un tipo de reyes. Cada quien tiene su creatividad”.
La maestra explicó que de doce a una de la tarde y de forma voluntaria cada interesado en aprender el arte del dibujo sobre madera visita el salón de arte de la escuela y practica los ejercicios propios de la industria artesanal. “De doce a una los niños están libres. Tienen la alternativa de venir aquí y hacer ejercicios. En ese sentido no todos los niños van a ser artesanos pero todos adquieren las destrezas”. “Sobre el tema de los padres te tengo que decir que ellos están muy motivados”, añadió “¡Ya mami se hizo un llavero ella sola!”, interrumpió Kristian Chaparro.
Los padres que se han graduado de artesanos visitan la escuela durante la hora de almuerzo y/o practican en su casa con el fin de adiestrarse y participar, como sus hijos, en los festivales alrededor de la Isla.
El pasado 15 de noviembre se llevó a cabo el Primer Festival de Niños Artesanos en los predios de la escuela el cual fue organizado por el cuerpo facultativo y directivo de la Máximo A. Salas. En este festival estuvieron presentes los primeros niños certificados. “La comunidad,
el distrito completo apoyó la actividad. Vinieron estudiantes de otras escuelas y se vendieron muy bien los trabajos. El apoyo de la comunidad fue tal que el almuerzo de los niños los dio una lechonera cercana, el agua la compraron los maestros, vino el Superintendente,
el facilitador del Bellas Artes y personal de Municipio. Queremos hacer esto todos los años. Fue un éxito total”, contó la directora de la escuela con el corazón en la mano y la esperanza por un mundo mejor convertida en un hecho concreto.
La autora es periodista de cultura.