Todas las vidas merecen ser escritas. La intrahistoria, que diría Don Miguel de Unamuno.
Y la guerra, las guerras, tienen su intrahistoria, su magma, el que forman los protagonistas anónimos de aquellos dramas.
Porque la guerra siempre es un drama y la pretendida victoria o la cacareada liberación no son más que un daño colateral del horror de matarnos unos a otros.
En Niños Feroces (Destino , 2011) Lorenzo Silva (Madrid, 1964), con una larga carrera literaria a cuestas y cercano a la psicología de policías y militares en otros trabajos suyos, se embarca en una visión muy particular de la guerra, del nazismo y de la colaboración española con el mismo. Pero en su revés esconde mucho más.
Esta es una novela sobre la construcción de una novela, sobre cómo se documenta, sobre cómo se va construyendo la psicología de unos personajes que se mezclan con los protagonistas reales de aquellas viejas guerras que tanto fascinan.
Es una búsqueda de la propia voz literaria para dar voz a aquellos que, por no estar ya entre nosotros, ya nunca la tendrán. Lázaro, escritor de cierto éxito, tiene entre sus filas del taller de escritura que dirige a Lázaro, un joven con talento literario, hijo de este tiempo fragmentario y en exceso breve, que es incapaz de escribir ficciones largas.
Pero el maestro no renuncia: envuelve a su pupilo en un viaje que le llevará al corazón de la Segunda Guerra Mundial y le enfrentará con el valor y el coraje, con la decepción de los ideales perdidos y con lo más vil del ser humano. Lázaro maestro revela al joven escritor una historia que él escuchó años atrás y que nunca pudo escribir: la historia de Jorge, un español que sirvió en la División Azul y que terminó vistiendo el uniforme de las Waffen-SS.
El maestro lleva a su pupilo a un viaje que consiste en lecturas, visitas a los grandes escenarios de la refriega, a francas conversaciones sobre los motivos, las necesidades, las dudas de aquel joven soldado que ahora acaba de fallecer y cuyo relato hay que escribir. Un reto para el joven Lázaro.
Un sutil y bien trabado juego de espejos, de idas y venidas en la transformación del ser humano en relación con el arte, en este caso, la escritura y en relación con el paso del tiempo y la memoria.
Los escenarios bélicos están bien tensados, están construidos con una cadencia vertiginosa que nos pone en el frente de batalla y nos convierte en víctimas y verdugos, culpables e inocentes en medio de un escenario de horror y tragedia. Un puesta en escena necesaria que maneja muy bien el autor y que nos traslada a un pasado cercano y difícil de olvidar.
Lorenzo Silva maneja una extensa documentación pero la coloca en su novela, no las deja caer sobre el lector como lozas o la convierte en un peso para los que ignoran la información. Revela, enseña, fascina y sobre todo dinamiza la narración e ilumina los motivos de los personajes. Silva es un escritor que cree en los talleres literarios.
No en vano entorno al estreno de esta excelente novela se están haciendo talleres y encuentros digitales con el autor, buscando de alguna forma que los nuevos escritores que se están formando se deshagan de sus manías para ser mejores y más completos en su oficio.
Los dos Lázaro, protagonistas del relato, son de alguna forma todos los viejos y jóvenes escritores, encarnan la tradición del maestro y el discípulo y escenifican la tan en desuso transmisión de ciertos saberes.
Hay un punto de renuncia a una historia magnífica. Tal vez Lázaro el maestro desiste de la idea de escribir esa vieja historia de guerra y se la sirve a su alumno para sacarle de su letargo y enseñarle sobre el terreno las técnicas de documentación, la construcción de personajes y sobre todo, cómo relacionarse con materiales de la vida sensibles como la moral de la guerra o los motivos de las mismas.
Pero la crueldad, la sin razón de los conflictos armados, se expone con el deseo de que nunca más vuelva a darse, de que los niños sean feroces para la construcción de la paz y no tanto para acumular venganzas y aires de grandeza de sus superiores. Tal vez por eso Lázaro cede la historia al Lázaro joven, para comunicarle lo atroz de los conflictos bélicos para que en su generación fragmentaria y veloz no pierda la perspectiva de lo que es la guerra.
Una apuesta de altos vuelos con los pies en la tierra, una mezcla de búsqueda de la gran novela, recetario de cómo se escriben estas y un nutrido anecdotario o contabilidad de los terribles momentos de la guerra, es esta Niños feroces que vuelve a poner en boca de todos a un Lorenzo Silva en constante estado de gracia literaria.
Fuente Blog Papel en Blanco