"No hay espacio para nosotros”. Esas son las palabras que salen de la boca de Alberto, luego de un suspiro profundo, como expresando inquietud y malestar por una situación que se ha convertido casi en la norma para los profesionales jóvenes de Puerto Rico. Luego de la graduación, son demasiados los que van directamente a las filas del desempleo.
Tras aproximadamente cinco años en el Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), Alberto logró completar un Bachillerato en Contabilidad con un promedio sobresaliente. También tenía cierta experiencia laboral, pues ofrecía tutorías a otros estudiantes en su tiempo libre y en algunos veranos hasta trabajó como ayudante de un contable.
Sin embargo, aseguró que su promedio ni su experiencia le facilitaron la difícil tarea de conseguir trabajo. “Las pocas veces que me llamaban para entrevistas, me decían que me faltaba experiencia. No me daban el trabajo por una cosa o por otra (…) estaba dispuesto hasta a que me pagaran menos, porque necesitaba dinero. Tenía, tengo préstamos y deudas”, señaló.
Alberto también criticó que -paradójicamente- la mayoría de las empresas exige varios años de desempeño en el campo laboral, pero que en muy pocos lugares están dispuestos a contratar a un joven profesional, recién graduado en muchas ocasiones, para brindarle taller con el fin de que obtenga la tan necesaria experiencia. “No deben pedir algo que no se puede conseguir”, expresó.
Precisamente esa fue la situación que hizo que Carla, graduada de Relaciones Públicas de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras, siga trabajando en la misma tienda de ropa en la que comenzó a laborar hace seis años, cuando apenas comenzaba su carrera universitaria. Carla señala que a pesar de haberse mantenido activa en organizaciones estudiantiles e incluso haber realizado un intercambio estudiantil en una prestigiosa universidad europea, que costeó mediante préstamos estudiantiles, no pudo conseguir nada que no fueran empleos temporeros e internados sin paga. “Me decían que habían recibido el resumé, pero al final no pasaba nada. Como dos veces me llamaron para cubrir a alguien, pero nada que fuera estable, eran pocas ofertas que no pagaban (…) gano más dinero aquí”, puntualizó.
Estos testimonios no son ajenos a gran parte de la población que comprende las edades de entre 15 a 24 años de edad.
Según datos ofrecidos por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), Puerto Rico ocupa el puesto número 26 en la tasa de desempleo juvenil a nivel global. La lista, cuya información contiene los datos de 129 países hasta el pasado año, nos ubica por encima de países como Japón, que tiene cientos de millones de habitantes, mas sin embargo solo posee un 9% de desempleo juvenil.
En Puerto Rico, y a pesar de que poseemos una densidad poblacional mucho menor, ese número asciende a 25.5%. Otras fuentes, como el Instituto Cato (un importante centro estadounidense de investigación socio-económica), habrían revelado el año pasado que esa cifra se acercaba a un 40%.
Carla opina que el número seguirá en aumento hasta que se desarrollen oportunidades y políticas dirigidas especialmente a jóvenes que quieren abrirse paso en el mundo laboral. Por esta razón, lamentó que en su área de trabajo hay que tener contactos para poder establecerse. “Si no conoces a nadie, olvídate. Tras de que no hay muchos puestos, ya tienen nombre”, reclamó.
Por otro lado, Alberto observó que hay un incremento en la contratación de personas que trabajen en oficios, es decir, empleos que no necesariamente requieren educación universitaria. Este dato le resulta alarmante porque piensa que la educación universitaria corre peligro de verse relegada en un futuro, ya que no habría necesidad de obtener conocimientos para poder laborar. También explicó que cuando emprende una nueva búsqueda, solo encuentra ofertas de trabajo en establecimientos de comida rápida, ventas o empleos que no son a tiempo completo, lo que no le permitiría tener un sueldo que se ajuste a sus necesidades económicas.
“No es que sea malo tener esos trabajos, pero es frustrante ver que no hay oportunidad (…) después de estudiar y sacrificar tanto, no siento que hay buenos resultados”, lamentó.
A largo plazo, ambos jóvenes contemplan la idea de marcharse del país. Carla planteó que no planifica seguir trabajando en una tienda de ropa, porque esa no era su meta seis años atrás. “No quiero irme pero voy a moverme a donde me hagan una oferta, aquí me rendí. Nada mejora, al revés”, sostuvo.
Aunque también piensa que puede formar parte del éxodo de puertorriqueños que emigran en busca de oportunidades profesionales en otro país, Alberto prefiere esperar un poco más. “Uno no tiene en planes irse porque no hay trabajo, yo siempre quise trabajar aquí aunque las cosas están como están (…) tengo fe de que puede pasar algo bueno”, concluyó.
Nota de Redacción: Los entrevistados solicitaron que no se les identificara con sus verdaderos nombres.