“¡Le tengo terror al dentista!”. Esa es la frase que escucho a diario en visitas iniciales de pacientes. Yo contesto con simpatía: “¿Y yo qué le he hecho a usted? ¡Si nunca nos hemos visto!”. Y las risas tímidas emergen de inmediato.
Ese es el estereotipo que existe sobre el dentista, y ha sido forjado poco a poco a través de la historia de la humanidad, pasando de generación en generación de forma intensificada. Habrá que detenerlo, digo yo, no vaya a ser que, eventualmente, los dentistas seamos quemados en la hoguera como las antiguas brujas por el mero hecho de haber estudiado esta profesión.
Según una encuesta de la Asociación Americana de Endodoncistas, el temor al dentista lo padecen más del 80% de los adultos, y más de la mitad de estos indican que el temor los hace NO ir al dentista. De los muchos tratamientos dentales, el procedimiento de canal o “Root Canal” es el que produce más temor con 56%, seguido de la extracción de un diente con 47%. Como dato curioso, los adultos le tienen más temor a un tratamiento dental que a una entrevista de trabajo o hablar en público. Cerca de una tercera parte de las personas reconocieron que su temor está basado en historias de otras personas y no en experiencias propias.
La gran mayoría de las personas que han recibido un tratamiento de canal por un endodoncista lo reportan como una experiencia positiva. Los endodoncistas son dentistas especialmente entrenados para realizar tratamientos de canal. Además, tienen acceso a los últimos adelantos tecnológicos, como los microscopios, que pueden hacer el procedimiento mas cómodo y fácil.
Este temor al dentista, que estriba en la fobia, aunque influenciado por los medios de comunicación, especialmente en el cine de terror donde se muestran imágenes crudas durante tratamiento dentales, está más ligado con las experiencias vividas por nuestros ancestros. Esos relatos de tortura que causaba algún tipo de trauma psicológico en una persona fueron transmitidos, como por herencia, a su progenie, creando así un miedo aprendido e involuntario.
Ciertamente los comienzos de la odontología estaban saturados de procedimientos no placenteros, por no decir tortuosos, causados por varias razones, tales como: carencia de estudios científicos (lo que llevaba a la falta de conocimiento), diferencias en manejo y cuidado de los pacientes, y en mi opinión una de las más importantes; la falta de buenas técnicas de anestesia. Esta última no necesariamente porque no se querían usar, sino porque no se habían descubierto. No fue hasta finales del siglo 19 que se desarrolló el anestésico local dental.
Por eso, en la actualidad, los adelantos tecnológicos y científicos hacen de la medicina dental un campo muy bien estudiado y entendido. Actualmente, se toman muy en serio en todas las escuelas dentales el trato y cuidado del paciente. Los resultados de un estudio de la Universidad de Kentucky indican que a pesar del aumento visto en casos de ansiedad general en los Estados Unidos en los últimos años, la ansiedad dental se ha mantenido estable durante este tiempo. Esto se le atribuye a los avances en la tecnología dental y en técnicas de tratamiento.
Una pobre salud oral está asociada a varias condiciones médicas, como problemas del corazón y diabetes. Mi recomendación como dentista es confiar en los nuevos equipos, técnicas y cuidado dental. Pregúntele a su dentista acerca de medicamentos o protocolos para manejo de ansiedad antes, durante y después de procedimientos. Lleve a sus niños al dentista, para que así pierdan el miedo y se rompa la cadena aprendida. A ningún dentista le da placer causar dolor y mucho menos causar miedo. Al final su salud es lo más importante.
El autor es doctor en medicina dental, graduado de la UPR y realizó su especialidad en endodoncia en la Universidad de Boston. En la actualidad es catedrático auxiliar en la Escuela de Medicina Dental del Recinto de Ciencias Médicas y ejerce desde la práctica privada.