Desde la Ciudad de México, donde nos encontramos tres de los miembros del Observatorio en un congreso de investigadores en Comunicación, nos duele Colombia. La miramos con corazón estrujado, pero esperanzado. Rescatamos desde la decepción del voto, lecciones preliminares.
Los resultados del referéndum colombiano del pasado domingo, como los que se generarán en los eventos electorales en Puerto Rico y Estados Unidos, no son cifras herméticas. No se trata en ningún caso de carreras de caballos o encuentros de boxeo. No son información inerte. Precisan de un escrutinio no de las papeletas, sino del voto como operación de dotar de sentido a las circunstancias personales y sociales de vida. Un escrutinio para acercarnos a los pulsos, a los procesos de pensamiento y de computación emocional de los electores, de su manejo de esos referentes tan insondables como son la guerra y la paz.
No miremos los números como el triunfo de Álvaro Uribe, expresidente de Colombia y propulsor del “no”, y su manejo del miedo, aunque eso cuenta. O sólo como el producto de una abstención que se antoja incongruente con lo que estaba en juego o la sospecha con respecto a unos actores de un cruel conflicto dilatado por más de seis décadas. Todo eso y mucho más tiene que contar en la factura de la observación de este suceso. Hacer ese ejercicio, es deber de la investigación social comprometida. Como será el caso con los resultados electorales en Puerto Rico y en Estados Unidos. La pregunta es, como suele ser, la del cómo.
Estamos en la era de big data. Las investigaciones sociales no se escapan de las operaciones de acopio de información exponencialmente más intrincadas que la informática nos permite hoy. ¿Qué buscan estas aplicaciones algorítmicas? Tienen el potencial de ayudarnos a entender la complejidad de los fenómenos pero también la de simplificar su entendimiento. Paradójicamente, visibilizan los procesos sociales en su enmarañamiento macro, pero también reducen esa visibilidad en las escalas más inmediatas y familiares. Los números, recordemos, están atados a personas, víctimas y victimarios, a la historia y a la memoria.
Desde el Observatorio de Medios de la Escuela de Comunicación de la UPR nos duele Colombia. Encarnado en vidas y talentos que nos son entrañables. Mencionamos a amigos y colegas colombianos enfrascados ya con los números, signos visibles y con las historias que requieren de la escucha y la empatía cognitiva. Abrazamos y con ellos a todo el país, a Jesús Martín Barbero, Germán Rey, Omar Rincón, a la gente de la Fundación de Nuevo Periodismo, a nuestros egresados Carlos Cataño, Esperanza Torres, Jorge Gutiérrez. La paz vendrá.