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—Este primer número de la nueva revista La Torre está dedicado a la relación entre Las Antillas y Europa; después de ver el contenido de los artículos ¿cómo diría usted que ha sido esa relación a lo largo del siglo XX? Edgardo Rodríguez Juliá: Puntualizando en el hecho de lo que ha sido la conceptualización de la revista, y la publicación de este número, te diría que el foco está puesto principalmente en la relación entre la intelectualidad europea, que viene a las Antillas a partir de la Guerra Civil Española, huyendo del fascismo, y la Universidad de Puerto Rico en sus años de reformulación bajo Jaime Benítez. Ese es el gran foco, aunque también hemos subrayado la importancia que tuvo el exilio y la emigración española a Santo Domingo, y hay unos testimonios al respecto. —Usted dice en el prólogo “El deseo de parearnos con semejante tradición eurocéntrica, ha sido y será, una parejería, más llena de genialidades y aciertos que de equivocaciones o pretensiones”. ¿Qué hay de herencia y que hay de incomprensión en esa relación y en qué medida se dieron esas equivocaciones y pretensiones? E R J: En la medida que estas tierras son tierras que no tienen una tradición muy profunda en términos del intelectual como figura pública; no se quiere decir con esto que no había en Puerto Rico intelectuales o artistas, o escritores; lo que se quiere decir es que en la formación del Estado Libre Asociado también hubo unas prioridades en ese sentido. Una de esas prioridades fue la reformulación de una universidad; de buenas a primeras, la Universidad de Puerto Rico, a través de Jaime Benítez, que fue el primer intelectual público que tuvo Puerto Rico, y reconocido como tal, comienza a traer intelectuales, pensadores y artistas de Europa, para así darle una dimensión adicional a la Universidad de Puerto Rico; ese pareo, o esa relación, algunas veces resultó conflictiva, porque en ese momento estaba muy vigente la visión de la cultura puertorriqueña como un cultura asediada y con una tendencia al nacionalismo; la pregunta era: ¿cómo estos intelectuales europeos pueden aportar a nuestra formación cultural cuando están ajenos a los conflictos de una cultura nacional, colonial y asediada? Esto es muy enriquecedor porque es una provocación al pensamiento, a entender la cultura europea mejor y a entendernos a nosotros mismos también mejor dentro de esa cultura europea; ahora bien, ese conflicto está todavía sin resolver. ¿En qué medida nosotros podemos apropiarnos de esa cultura sin desmerecer la propia? Toda cultura colonial tiene esa complejidad, por no decir complejo; así es que cuando hablamos de esa parejería, y cuando hablamos en ese sentido de parearnos con, se trata de un intento siempre conflictivo, muchas veces fallido. Este número de La Torre da testimonio de eso, de cuán incómoda puede ser esa relación. Pero fructífera; eso es lo importante, que fue muy fructífera en términos de la formación de nosotros los intelectuales puertorriqueños y los universitarios puertorriqueños de esa época.
—Jaime Benítez, de quien se cumple el centenario de su natalicio, tenía un proyecto muy claro de universidad, ¿qué caracterizaba ese proyecto? E R J: Volvemos a lo anterior; una cultura colonial asediada tiene unas prioridades: sobre todo, defenderse de una transculturación evidente respecto a la cultura anglosajona, por ejemplo. Benítez quizás tuvo la genialidad de desplazar esa atención, respecto de esa amenaza de transculturación, hacia Europa, pensando qué podíamos traer nosotros de Europa para nuestro enriquecimiento. No hay duda de que eso le dio a Puerto Rico la oportunidad de una cultura más ecuménica, más amplia. Nosotros tenemos una relación muy estrecha con Norteamérica; casi todos los intelectuales puertorriqueños dominamos el inglés y lo tenemos como una fuente primaria de cultura; pero Jaime Benítez quiso que esa cultura secundaria nuestra, tan importante, fuera la europea, y creo que en alguna medida tuvo éxito; de nuevo, eso no quiere decir que no haya conflictos y complejidades sin resolver de esa relación con la tradición europea que, por otro lado, siempre fue excesivamente centrada en sí misma, es decir, eurocéntrica. Los europeos miran siempre a los europeos, es una cultura muy volcada hacia adentro. La nuestra es una cultura porosa, que quiere, como todas las culturas coloniales, apropiarse de aquello que le resulta distinto; esa es una gran ventaja que tenemos, esa posibilidad nuestra de querer apropiarnos de tantas tradiciones culturales ajenas. Así fue que esa visión del occidentalismo de Jaime Benítez dio buenos frutos. Dio una solidez a algunos departamentos y facultades de la Universidad de Puerto Rico; por ejemplo, el Departamento de Filosofía es una creación prácticamente de esos años, y también la Facultad de Humanidades. —Algunos intelectuales criticaron en aquella época ese espejo europeo en que se miraba Benítez, por exclusivista, e incluso superficial, como fue el caso de René Marqués ¿Esta crítica respondía a una postura política nacionalista? E R J: Recuerda que es un momento muy fuerte en términos de la reafirmación de la puertorriqueñidad; estamos hablando de los años cuarenta, de la huelga universitaria; estamos hablando de 1950 y de la revuelta nacionalista, de 1954 y el ataque al Congreso; todo esto coincide y de ahí surge un conflicto. René Marqués sí fue un escritor específicamente antillano, pero leyó muy bien el teatro norteamericano de su época y de la generación anterior; fue un escritor que leyó muy bien a los europeos; así es que esa postura defensiva respecto a la cultura europea no creo que la llevara a un extremo, aunque el ataque a Jaime Benítez sí tenía un sentido político, porque era un ataque, también, al Estado Libre Asociado, a cierta visión que se tenía de la cultura puertorriqueña y que excluía el nacionalismo cultural. Ello a pesar de que Jaime Benítez escribió muy elocuentemente sobre la poesía de uno de nuestros grandes poetas, si no el poeta mayor de Puerto Rico, Luis Palés Matos. Esta complejidad y contradicción es lo que retrata este número de la revista La Torre. —En el artículo de Marta Aponte sobre Esteban Tollinchi, vemos que la suya, sin embargo, es una visión de Europa como fuente de todo… E R J: Yo viví ese occidentalismo en sus últimos años; cuando yo entro a la universidad ya soplaban otros vientos. La generación nuestra de escritores, la generación del 70, un poco corrige, por un lado, esa visión occidentalista, aunque también la visión estrecha nacionalista. Ahora bien, algo muy importante que nosotros logramos como generación fue la atención al mundo popular, porque nos formamos en una universidad muy elitista, en la que uno tenía que conocer varias lenguas, además del inglés; recuerdo haber estudiado a Proust cuando estaba estudiando francés, lo cual hoy me parece pretencioso y un disparate pedagógico. Pero era un tipo de rigor que había en aquella universidad, de apropiarnos de aquello que nos resultaba distante; eso nos formó. Luego vino la magnífica nueva historiografía puertorriqueña y esa atención de la que te hablé a lo popular. Fue una buena formación que nos dio una visión ecuménica de la cultura, muy importante, visión que no tienen los europeos, porque los europeos la única visión del mundo que tienen está excesivamente filtrada a través de Europa, y sus antiguas ambiciones imperiales… Nosotros tenemos una curiosidad cósmica. —los puertorriqueños que se van a Europa me interesó mucho el caso de Jorge Carbonell y Emilio R. Delgado, ambos comprometidos con al causa republicana española. Cuando se trata de los puertorriqueños, sin embargo, ese viaje siempre es de ida y vuelta, lo vemos en los Figueroa también. E R J: Esa es una parte muy importante de la revista, que se titula “Europeos y antillanos, la jornada trasatlántica”. Es una jornada, en el mejor de los casos, en ambas direcciones. Nuestra cultura no es ajena a eso, desde Oller, que fue y estuvo con los impresionistas franceses y luego regresa a pintar ese realismo, ese costumbrismo, muy consecuente y muy pulcro, he ahí una jornada trasatlántica. El caso de estos intelectuales, que fueron a pelear en la Guerra Civil Española, es doblemente dramático, ya que algunos no regresaron porque murieron allá. Delgado es fascinante, porque es una figura clave en el mundo intelectual de la Guerra Civil Española y luego recala en Nueva York, o sea, que la suya es una jornada trasatlántica múltiple, y con variados puertos de llegada. La entrevista a Justino Díaz nos habla de cómo él, que fue un joven formado en la Universidad de Puerto Rico, hijo de profesor universitario, comienza a soñar con ese gran mundo de la música y de la ópera, y cómo termina cantando en las grandes casas de ópera del mundo. La familia Figueroa, que en parte se forman en Francia, fueron músicos que se codearon con Ravel y Cortot, y que tuvieron contacto con la música de vanguardia en su momento, antes del regreso a Puerto Rico a causa de la Segunda Guerra Mundial. Todo ello es apasionante porque se trata de una cultura antillana, periférica y provinciana, que va a medirse en el gran teatro del mundo, y termina compartiendo el protagonismo europeo. Esa jornada es variada, múltiple y extraordinaria; me parece de lo más hermoso que nos cuenta este número de la revista. —En la nueva revista, la entrevista tiene un papel protagónico, entrevistas como la de Ivonne Figueroa o la que usted le hace a Justino Díaz ¿por qué eligieron ese género periodístico, para recoger la historia oral? E R J: Lo que queremos en esa parte de la revista es lograr una visión más ágil para la revista La Torre, y que tenga ese contenido oral, que provoque un interés particular en el público lector amplio que no es específicamente universitario. Me parece que eso es fundamental; en esta revista vamos a incluir siempre una o dos entrevistas, y testimonios; es más difícil porque a una persona que no está acostumbrada a escribir hay que llevarla de la mano; pero existen tantos testimonios importantes, que hay que recoger… Y esta revista bien puede ser el cauce para esos modos de escritura tan importantes. —Viene a llenar también un vacío de periodismo cultural flagrante que existe en Puerto Rico. E R J: Precisamente, toda esa sección de la revista está encaminada a llenar ese vacío y lograr un periodismo cultural de altura y de profundidad. — Dígame, ¿a qué se debe esta nueva división en secciones: “Retazos y semblanzas”, “Archivo”, “Novedades”? E R J: Con este número estamos inaugurando nuevas secciones. La parte principal de la revista será la parte monográfica, porque se trata de una revista universitaria que recogerá los trabajos de nuestros profesores sobre un tema conceptualizado para cada número. También queremos incluir una llamada “Puesta al día”, sobre temas generales, artículos que nos han enviado, artículos meritorios que se pueden incluir en el número temático. Todos los números van a ser temáticos de ahora en adelante; pero queremos atender también a esas colaboraciones espontáneas que nos envían ; eso lo vamos a incluir en “Puesta al día”. “Retazos y semblanzas” está dedicada a testimonios, crónicas y entrevistas, reseñas. Es la parte más cordial de la revista y está orientada hacia un público lector amplio. Luego tenemos la parte de “Novedades”, en la que queremos recalcar la contribución importante que está haciendo La Editorial universitaria en términos de publicaciones, los libros que se están editando; aquí hemos incluido una entrevista con Sergio Ramírez sobre su Antología Personal y en el próximo número tendremos posiblemente una entrevista a Carlos Monsiváis y a Edwin Quiles, sobre su libro de arquitectura; así es que crearemos un vínculo muy especial con la Editorial de la Universidad y sus publicaciones recientes. Archivo será una sección dedicada a rescatar ensayos extraordinarios de los archivos de La Torre, y que ya fueron publicados; en este número, dedicado a Jaime Benítez en el centenario de su nacimiento, hemos incluido su ensayo sobre Luis Palés Matos, y que fue publicado originalmente en 1960, en ocasión del aniversario de la muerte del poeta. Hoy, cincuenta años después, lo publicamos al conmemorar el cincuentenario de la muerte de nuestro poeta mayor. —¿Qué nos depara el próximo número y cuándo saldrá? E R J: Estamos en una situación conflictiva en la Universidad; pero vamos a tratar de mantener las fechas límites. Para finales de enero, principios de febrero, vamos a tener un número dedicado a “Los americanos”, que va girar en torno a estos intelectuales, estudiosos, antropólogos y médicos norteamericanos que han venido a Puerto Rico por más de un siglo. ¿Cual ha sido el protagonismo del norteamericano en nuestro medio cultural, en el científico, en las Ciencias Sociales? Va a ser un número muy hermoso porque también va a explorar una gran complejidad. Vamos a ver también la presencia de los americanos en Cuba, en el siglo pasado. Por ejemplo, tenemos un artículo que le hemos encomendado a un profesor de la Florida International University sobre Hart Crane, un gran poeta norteamericano que escribió su obra maestra en Isla de Pinos, en Cuba. Son temas que van a provocar mucho interés entre nuestros académicos y entre nuestros estudiantes graduados. También estamos proyectando un número especial sobre el boom de la novela policial y negra en Latinoamérica y, ¿por qué no? también en España. —¿Como nuevo director, cuándo usted se planteó unos cambios en La Torre, qué buscaba? La nueva revista La Torre es para un público principalmente universitario, académico. Los números son temáticos y esto es muy importante; yo, como director, tendré que conceptualizar un tema y luego encomendarle a unos profesores ese tema. Cuento con la gran generosidad de mis colegas universitarios, con su gran compromiso con la investigación y la creación. No me han fallado. Todo lo contrario; han acogido con gran entusiasmo este proyecto. Casi siempre ocurre que son investigaciones que están comenzando a hacerse, o que ya se han hecho, y eso agiliza la publicación de las mismas. Siempre tendremos un tema de investigación académica, pero en otras partes de la revista estamos tratando de atraer a un público lector más amplio, ya no universitario, sino un público culto que sienta curiosidad por leer una entrevista a Justino Díaz, o sobre la familia Figueroa. Ese público hay que cultivarlo porque en última instancia son nuestros subscriptores. Es muy importante mantener esos equilibrios y, a la vez, lograr que la revista siga siendo una revista de gran tradición en el mundo académico latinoamericano.