Como secuela a la película Ocho Apellidos Vascos, la cual tuvo presencia en cines puertorriqueños por muchos meses, llega Ocho Apellidos Catalanes a las pantallas de Fine Arts.
La comedia romántica posiblemente deje satisfechos a los fanáticos de la original, pero solo a estos. Aunque entretenida, es predecible, repetitiva y una decepción ante el legado de la original.
Ocho Apellidos Catalanes comienza poco después que Vascos acaba. Rafa (interpretado por Dani Rovira) y Amaia (interpretada por Clara Lugo), han finalizado su relación. Rafa no supera la pérdida y, cuando recibe noticias sobre la inminente boda de Amaia, este decide ir a la boda en Cataluña y declarar su amor antes que sea muy tarde.
En la primera película, la tensión política del sentimiento separatista vasco y el resto del país es clave en el humor del filme. En ella, Rafa es andaluz y queda enamorado de Amaia luego de una noche de pasión alcoholizada. Al descubrir que es vasca, Rafa debe superar los prejuicios de ambos para lograr conquistar a Amaia.
Ocho Apellidos Catalanes complica esta situación al incluir un comprometido catalán para Amaia. La trama incluye un falso Cataluña libre, lo que lleva a un tipo de rivalidad entre los vascos y los catalanes por quién se separa primero.
Todos los miembros del elenco original regresan. Rovira es el bufón de la producción y trae gran energía al rol. Tiene una buena actuación aunque su espacio en pantalla se ve reducido grandemente en comparación con el filme original.
Las armas secretas de este filme tienen nombre y apellido: Karra Elejalde y Carmen Machi. Elejalde interpreta a Koldo, el padre de Amaia. Su personaje es un “vasco con fundamentos”. Es totalmente extremo en su actitud y en su desprecio por todo lo que no es vasco. Aun así, es el personaje más humano del reparto. Machi eclipsa a todo aquel con el que comparte tiempo en la pantalla. Su personaje de Merche, el interés romántico de Koldo y “madre de Rafa cuando le conviene”, es comiquísima. Machi, quien es mejor conocida por la serie televisa Aída, es graciosa sin esfuerzo.
Berto Romero es nuevo al elenco e interpreta a Pau, el prometido de Amaia. Es una creación extraña, pero memorable, de parte del actor. Pau es artista, y todo un cliché del “hipster”. Este viste espejuelos de pasta, enrolla sus pantalones, le gustan los tirantes, tiene una frondosa barba e insiste en inyectar palabras en inglés en medio de sus oraciones. En un largometraje lleno de personajes excéntricos, Pau hace a los demás personajes ver normal.
El guión del filme, escrito por Borja Cobeaga y Diego San José, se siente poco desarrollado y algo acelerado. Las relaciones entre los personajes no son completamente claras, especialmente la de Pau y Amaia. Además, sufre de chistes repetidos de la producción original, producción también escrita por Cobeaga y San José.
El director, Emilio Martínez Lázaro, hace muy poco en cuestiones técnicas y ningún aspecto, tal como la cinematografía, la edición y banda sonora, se destaca. Su labor en este filme es vaga y remolona.
Son pocas las sorpresas y la originalidad en este filme. La única sorpresa, cual no es positiva, es su clímax. Es la escena culminante más desorganizada y más incompleta que he visto en buen tiempo. Parecen haberlo escrito en menos de diez minutos.
Las acciones de los personajes no parecen tener ningún tipo de consecuencias. Martínez Lázaro no explora su lado negativo y pierde la oportunidad de llevar el filme a otro nivel. Opta por exponer solo lo positivo, lo cual le puede dar al público una sobredosis de dulzura.
No obstante, con todos sus problemas el filme tiene su encanto. Esto gracias a su elenco, y que es mayormente entretenida. Es posible que luego del éxito taquillero de la película original, los cineastas hayan tratado de reproducirlo sin el tiempo necesario para desarrollar un mejor guión y una trama más compleja, pero no es una buena excusa. En España rompió récords y fue el filme más taquillero del 2015. Ahora resta ver cuantos meses durará en pantallas boricuas.