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Fue llamado traidor y acusado de “haber denigrado en público la identidad de Turquía”, su patria, en un incidente que casi le cuesta ir a prisión. Sin embargo, el escritor Orhan Pamuk, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2006, bromea que el peor castigo recibido por parte del estado turco es ser abordado por periodistas durante los últimos cuatro años con preguntas en torno a la controversia. En una entrevista publicada por un periódico suizo, el novelista había expresado que un millón de armenios y 30 mil kurdos fueron asesinados en Turquía por parte del Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial. Se trata de un tema tabú en su país, donde las autoridades niegan que haya ocurrido un genocidio. Aunque esta polémica a raíz de la publicación se desató en 2005, continúa siendo un asunto de interés durante sus presentaciones, como ocurrió en la más reciente celebración de la Feria Internacional del Libro de Miami.
Con motivo de la publicación de su nueva novela “The Museum of Innocence”, el autor se presentó ante casa llena en la Feria, en la que figuró como una de las atracciones principales. Allí, ante la curiosidad de una de las asistentes en torno al revuelo, el novelista, lleno de carisma, hizo reír con su respuesta sobre el castigo que continúa recibiendo por parte las autoridades de su país. Los cargos en su contra fueron desestimados. En el evento, el novelista de 57 años, expresó que “The Museum of Innocence” relata “lo que nos pasa cuando nos enamoramos”. Su relato queda enmarcado en la vida de la clase alta del Estambul de la década de los 70. Y aunque su historia describe con un toque de melancolía el paisaje y la cultura de la tierra donde se crió, revela que su intención es en realidad “escribir sobre la gente más que sobre la ciudad”. “Viví toda mi vida en Estambul. De manera indirecta escribo sobre Estambul porque es lo que conozco… Pero mi deseo no es glorificar la ciudad o decir, ‘La amo. Es una ciudad única’. Puede que lo sea, o puede que no. Pero no es mi misión”, compartió en inglés. A diferencia del sentir de otros escritores, Pamuk -traducido en múltiples idiomas- considera que sus relatos no pierden sentido en otras lenguas. “Sé que no sólo el lenguaje es traducible, sino la mística de cualquier cultura. Escribir novelas es tener el optimismo de que puedes entender y transmitir el sentir del corazón humano”, añadió quien fue galardonado por la Academia Sueca en 2006 por su trayectoria literaria y compromiso con los derechos humanos. De la pintura a las letras Una de las mayores influencias del también profesor visitante de Columbia University ha sido la obra del escritor norteamericano William Faulkner. De él resalta su demostración de que se puede ser provinciano -Faulkner nació en el estado sureño de Mississippi- y aun destacarse por desarrollar innovadores técnicas narrativas. Pamuk se describe en el terreno de la literatura como un autodidacta, en el sentido de que su formación la debe a la extensa biblioteca que mantenía su padre, y a su propia inclinación por comprar libros casi de manera obsesiva. “Aprendí leyendo y leyendo; escribiendo y leyendo”, declaró. Además de Faulkner, el autor tiene como sus favoritos a Marcel Proust, Fyodor Dostoyevsky y Thomas Mann, mientras que nombró al colombiano Gabriel García Márquez como “el mejor novelista del mundo que está vivo”. Orhan Pamuk, sin embrago, no siempre supo que su vida estaría ligada a la literatura. Entre los 7 y 22 años se dedicó a la pintura, apoyado por su familia, hasta que a los 23 lo dejó, se retiró de la escuela de arquitectura, y comenzó a escribir. “La gente empezó a sospechar que estaba perdiendo la cabeza”, contó con una sonrisa. El tiempo dedicado a la pintura lo preparó psicológicamente para lo que sería su vida de escritor, una solitaria cultuviando su arte. “Soy una persona feliz en un cuarto solo escribiendo”. Su talento en la pintura nunca lo ha abandonado, pues al narrar, “hago cuadros en la mente de los lectores a través de las palabras”. De esta manera, puede resumir su vida artística con una oración, la que utilizó para concluir entre risas y aplausos su charla, “Quise ser un pintor, fracasé y terminé siendo un novelista”.