Tras 30 años sin pisar el emblemático escenario del Teatro de la Universidad de Puerto Rico (UPR) Recinto de Río Piedras, Pablo Milanés marcó su regreso con una presentación delirante y llena de emoción, como parte de su gira mundial “Renacimiento 2015”, el pasado sábado 28 de marzo.
A Milanés se le podría considerar un triunfo de facto, mas ha sido este último año el que lo ha alzado a esa victoria. Su más reciente producción, “Renacimiento”, así lo evidencia, pues el reconocido cantautor cubano celebra con su gira una verdadera catarsis.
“Renacimiento” llegó luego de siete años de haber lanzado su último disco, lo que simboliza un resurgir en su trabajo creativo. Y hace un año, su esposa Nancy le donó su riñón tras hallarse delicado de salud. Un acto de amor, que el mismo Milanés considera algo inmensurable. Así, de buenas a primeras, el compositor renació, retomó su música -su vida- y volvió a refulgir en el Teatro de la UPR.
“Muchas gracias. Encantado de estar aquí, tras 30 años de ausencia […] Gracias a ustedes, a los estudiantes, gracias históricas”, dijo tras interpretar su primer número “Proposiciones” del álbum “Pablo Querido”. El compositor se dirigió a una audiencia que, en su inmensa mayoría, era en todo caso de egresados y exalumnos, no estudiantes.
Y es que, aunque muchos estudiantes hubiesen querido asistir, los precios para el concierto eran prohibitivos para el presupuesto estudiantil.
El inicio del concierto estuvo marcado por la interpretación de variados sencillos de su nuevo álbum. Milanés explicó que, “tiene que ver mucho con el renacentismo, el barroco que son mis influencias”. No obstante, lo que presentaría en el escenario no sería música de cámara barroca del siglo 17, sino el sabor del guaguancó, danzas, danzones y changüí. Éste último, un ritmo desconocido fuera de Cuba que se ha dado a la tarea de rescatar en su disco.
“Dulces recuerdos”, “Los males del silencio”, “Homenaje al changüí” y “Cual si fuera a morir” le siguieron. La percusión, el violín, el saxofón, la flauta y el saxofón soprano se fundían en una misma melodía que iba acompañada de las letras de crítica social o hasta desamor de Milanés.
Con ese pesado sentimiento de lúgubre soledad interpretó “Si ella me faltara alguna vez”. Primera canción que el público reconoció, aplaudió y sintió con lágrimas escurridizas. Tales efectos, Milanés los logra por el poder de su voz, capaz de cambiar los estados anímicos de alguien por la manera en que el mensaje de sus canciones reverbera en un concierto como el del pasado sábado.
La noche se sazonó por el buen sabor del ritmo de “Canción”, número que Milanés realizó para musicalizar el poema “De qué callada manera” de su compatriota Nicolás Guillén. “De qué callada manera se me adentra usted sonriendo como si fuera la primavera, yo muriendo”, cantó y los contoneos del público desde sus asientos no se hicieron esperar.
De su álbum “Los días de gloria” interpretó “Nostalgias”. Canción que engloba la vida misma. Le siguió “Matinal” del disco “Regalo”, una melodía sutil, acompañada por el piano. “Tú me has hecho volver a la palabra amar” decía, y las parejas se miraban y estrechaban sus manos.
Tras los acordes de “Los días de gloria”, “El tiempo, el implacable, el que pasó”, Milanés se fue acercando a la cúspide de sus éxitos. Lo que el público esperaba con ansias. “El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos. El amor no lo reflejo como ayer”, entonó y el público reconoció la canción “Años”. Seguramente lo efímero de la vida hecho canción también les hizo aplaudir.
Cuando ya se acercaba el cierre del concierto, Milanés guardó sin duda alguna lo mejor para el final. “Yolanda”, un clásico de la década de los 70, que tantos enamorados han entonado, se convirtió en el momento cúspide de la noche. El público cantó a todo pulmón, cual coro de enamorados a granel. “Te amo, eternamente te amo”, es una de las frases que ahora, las anchas paredes del Teatro guarda en su historia.
Y así, éxito tras éxito, se despidió el querendón cubano. “El breve espacio en que no estás”, “Para vivir” y “Amo esta Isla”, engalanaron el cierre frente a un público insaciable que lo aplaudió efusivamente, mientras él miraba con profunda gratitud.
Se contonearon por última vez, gritando al unísono que son del Caribe. El público se llevó una veintena de canciones y el recuerdo de amores y desamores. Milanés puede ser fácilmente la banda sonora de la vida de muchos caribeños.