El 12 de octubre de 1936, en la Universidad de Salamanca, en medio de la conmemoración del Día de la Raza, el General Millan-Astray y Terreros dijo: “¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!”. Luego de estas palabras cortantes, el rector de Salamanca, Miguel de Unamuno, dijo las célebres palabras: “Este es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España”. La lucha entre el General Millan-Astray y Terreros y Unamuno es una lucha de siglos; una entre la razón y la fuerza bruta.
Hoy, esa misma fuerza bruta le exige a la Universidad de Puerto Rico recortar $450 millones de su presupuesto, mientras que al mismo tiempo propone más impuestos a materiales educativos, como los que son adquiridos por Internet. ¿Y cuáles son las implicaciones de estas medidas para nuestra ya deprimida economía? Pues muchas, en el caso de la Universidad es destruir el acervo de capital humano que produce nuevo capital humano y reducir la disposición a educarse. En otras palabras, es negarle a nuestro país la oportunidad de disponer de la inteligencia y la formación de más recurso humano para salir del estancamiento económico en el cual nos encontramos.
Una de las deficiencias de la economía de Puerto Rico es su insuficiencia de capital humano, particularmente capital humano especializado. En parte, porque un gran número de nuestros recursos está migrando. Según la Encuesta de la Comunidad 2015, sólo seis por ciento de la población mayor de 25 años en la Isla posee estudios graduados (i.e., maestrías y doctorados), siendo esta la menor tasa entre los territorios estadounidenses. Esta deficiencia podría representar también una de las oportunidades más importantes de crecimiento y reinvención económica para nuestra Isla.
Es imperativo que hagamos algo por cambiar esta realidad, dada la falta de capital físico y financiero que impulse nuestra economía.El recorte de presupuesto a la Universidad de Puerto Rico representa otro precipicio de capital, sólo comparable con la pérdida de las 936.
La fuerza de la Junta de Control Fiscal (JCF) nos propone un plan de medidas contraccionistas, que se justifican con el argumento de cuadrar los presupuestos. Pero debemos entender que estas también acabarán por encarecer las fuentes que ayudan a crear nuevo capital local, que a su vez arrastrará la posibilidad de aumentar la producción y crear nuevos empleos. En ese momento, cuando queramos levantar la cabeza de este círculo vicioso que consume nuestro desarrollo económico, estaremos en un nivel de pobreza aún más bajo y sin el recurso humano para lograrlo. Nos habremos quedado sin enfermeras, maestros, agrónomos, planificadores y economistas.
Al igual que señalaba Unamuno al general Millan-Astray y Terreros, la Junta parece haber vencido, aun sobre nuestras más importantes instituciones, en su cometido de cobrar una deuda cuestionable. Sin embargo, ¡no nos han convencido, ni persuadido a todos! Para persuadir hacen falta dos cosas, señala Unamuno, que de facto le faltan a la JCF: “razón y derecho en la lucha”.
Su imposición antidemocrática por parte del Congreso de los Estados Unidos los descalifica aun de opinar. Su existencia se nutre de la gran hipocresía de negarles a los puertorriqueños el llamarse ciudadanos iguales o ciudadanos de una nación diferente. Esa fuerza que no razona nos ha hecho creer que no podemos hacer nada distinto y que no somos capaces de crecer. Hoy, en la lucha entre la razón y la fuerza de la imposición, este pueblo debe apostar a su recurso humano, a la educación como proyecto de desarrollo económico y a su crecimiento sostenible antes que a la deuda.
Esta voluntad y fuerza para hacer lo que conviene a nuestro país tiene que salir de nuestras manos y nuestras mentes; ¡porque a la JCF es inútil el pedirle que piensen en Puerto Rico!