En pleno siglo 21 las sociedades en el mundo atraviesan por múltiples problemáticas que dificultan al ser humano sobrevivir en la Tierra. Riesgos como le llamaría el sociólogo y filosofo alemán Ulrich Beck.
Cada vez más la posibilidad de estar en riesgo de algo, sin importar los que sea, invade los campos laborales, sociales, culturales e individuales en los países de mundo. A pesar, de vivir actualmente en una era donde gracias a las nuevas tecnologías se tiene acceso a mayores servicios de salud, información, alimentos, entre muchos otros; el mundo como los concomemos hoy se encuentra bajo amenaza. Precisamente, uno de estos riesgos que amenaza con destruir aun más la estabilidad global se encuentra en el desbalance que existe en las sociedades en torno a la alimentación.
En la actualidad, en el mundo las situaciones de hambre, carencia y pobreza (todas de la mano), son información que ronda en los oídos de muchas personas. Por ejemplo, recientemente la agencia de noticias EFE publicó un informe que les proveyó el Banco Mundial (BM), donde se establece que en el mundo alrededor de 44 millones de personas se encuentran “bajo el umbral de la pobreza”. El informe advirtió que esta inequidad social en la actualidad se debe a un aumento en los precios mundiales de alimentos.
En efecto, el hambre nuevamente podría representar uno de los riesgos más peligrosos para la sobrevivencia humana. Sin embargo, una problemática que va por encima de este problema se encuentra en el desbalance oculto en la polémica de la hambruna a nivel mundial. Y es que, en el mundo los sistemas sociales que guían y controlan las sociedades en busca de superar la miseria y la carencia no toman en consideración el opuesto: la obesidad.
Precisamente, este factor en la actualidad representa un riesgo mayor, más grande quizás que el hambre, si se toma en consideración que según la Organización Mundial de la Salud, en el año 2005 alrededor de 1,600 millones de adultos en el mundo tenían sobrepeso, de los cuales más de 400 millones eran obesos.
Por lo tanto, si se analiza ambos porcentajes la problemática de mayor impacto en el mundo no sería ni el hambre ni la obesidad; sino el desbalance insoslayable que existe en el mundo ante estas problemáticas. Y es que, mientras en unas culturas el hambre representa un factor de grandes implicaciones en la mortandad en otras cada vez más personas ponen en riesgo sus vidas a causa de la sobrealimentación.
En efecto, “en una parte de la Tierra la gente se muere de hambre mientras en la otra parte los problemas causados por la sobrealimentación se ha convertido en un conste de primer rango”, según palabras que Beck plasmó en su texto Hacia una nueva modernidad publicado en 1998.
De manera que, el riesgo que corre el mundo no está radicado sólo de manera exclusiva a una de las problemáticas que en mayor o menor grado lo corrompen; sino a la falta de equidad de estas problemáticas a través del globo.
En efecto, esta inequidad de los riesgos en el mundo representan “un peligro potencial que radica precisamente en que se generan nuevas modalidades de exclusión social y nuevas etapas de la sociedad de clases en medio de un mundo capitalista y globalizado”, como explica el sociólogo polaco Zygmunt Bauman.