“No había considerado el suicidio nunca antes en mi vida. Pero en ese momento recordé que tenía un pote de Xanax en el cuarto. No lo pensé dos veces. Fui, y me tomé todas las pastillas”.
De Laura lo primero que debes saber es que no se llama así. Lo segundo, que intentó quitarse la vida. Lo tercero, que sobrevivió, aunque vivir sea ahora una lucha para no mirar atrás.
Minutos antes de intoxicarse, Laura, con 24 años en ese entonces, había intentado cortarse las venas. Descartó esa opción. “Tenía que identificar otra cosa que fuera más efectiva, que no me doliera más de lo que ya me dolía todo lo que estaba viviendo”, relató. Ahí recordó las pastillas.
Lo que vivió Laura fue el clímax de un aislamiento gradual, del deterioro de sus relaciones con familiares y amistades, de haberse volcado al alcohol y la cocaína, y de ver, para su pánico, cómo lo único que la mantuvo a flote durante los tres años que lidió con el abandono de sí misma –sus estudios– fracasaban.
Es, también, lo que con algunos detalles más u otros menos viven muchos universitarios hoy día, vivencias que en su mayoría pasan desapercibidas por las agencias de salud, las administraciones universitarias, las familias y amistades, y las estadísticas.
Pocos los números
En Puerto Rico “hay una escasez de estudios sobre la conducta e ideación suicida en estudiantes universitarios”, señaló la psicóloga María Jiménez Chafey en un artículo del 2008, y quien desde enero de 2013 dirige el Departamento de Consejería para el Desarrollo Estudiantil (DCODE) del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
Desde ese escrito, ya Jiménez Chafey alertaba de un posible aumento en conductas y pensamientos que van de la ideación suicida leve –pensamientos de querer morir, por ejemplo–, amenazas de quitarse la vida, intentos y gestos moderados, hasta intentos serios y el suicidio completado.
En entrevista con Diálogo, la psicóloga expuso que aun cuando no hay una medición oficial sobre el suicido entre la población universitaria, otras dos medidas pueden arrojar luz sobre el tema: las intervenciones en crisis y los síntomas que presentan los estudiantes cuando solicitan ayuda.
La intervención en crisis, explicó Jiménez Chafey, se da al momento que el estudiante llega en busca de ayuda, pues “no tiene las destrezas para lidiar con la situación por la que está atravesando, y no se debe esperar a que continúe deteriorándose su estado emocional”.
Agregó que las crisis más comunes que se atienden en DCODE están relacionadas a la ideación y planificación suicida, depresión severa, ataques de pánico, psicosis, y haber sido víctima de violencia.
De ahí, aclaró la psicóloga, que la intervención en crisis no sea un indicador exclusivo de conducta o riesgo suicida. “Pero definitivamente te diría que el 80% son porque la persona está tan deprimida que ha tenido pensamientos suicidas y ha pensado en un plan”, sumó.
En el DCODE, además, se anotan los estresores –o la causa– y síntomas –o el efecto– que presentan los estudiantes al llegar en busca de servicios profesionales. Desde el 2011 hasta el 2015, los factores de estrés más comunes han sido los mismos: dificultades académicas, toma de decisiones, selección vocacional, problemas familiares, y adaptación a la vida universitaria.
Para dicho periodo, los síntomas tampoco han variado. Ansiedad, tristeza, autoestima baja, cambios en el estado de ánimo, y dificultad en la toma de decisiones se comparten los primeros cinco puestos en una lista que también incluye la ideación, planificación e intento suicida.
De la gráfica anterior se desprende que ha habido un aumento –por ínfimo que sea– en las intervenciones en crisis, así como en la planificación e intento suicida.
“Aun así, es un poco difícil llegar a la conclusión si hay un aumento o no utilizando esa estadística porque se refiere solo a los estudiantes atendidos por primera vez ese año o cuyo caso fue reabierto”, especificó Jiménez Chafey. Además, la matrícula de estudiantes atendidos aumentó, por lo que el alza en los casos puede ser una consecuencia de eso.
Empero, el dato que preocupa a la psicóloga es uno que ha comenzado a recopilar caso por caso: el número de hospitalizaciones por salud mental al semestre.
“Hospitalización completa quiere decir que pasa al menos una noche en una institución bajo vigilancia. El semestre pasado, de enero a junio, tuvimos cuatro. Este semestre no se ha acabado y vamos por 12, y eso sí es alarmante”, indicó Jiménez Chafey.
Añadió que si bien las intervenciones en crisis pueden desembocar en hospitalización, ese no siempre termina siendo el caso.
En síntesis, la falta de confiabilidad en las cifras sobre la conducta e ideación suicida entre la población universitaria ha sido lo único constante. No obstante, un formulario de reciente uso en el campus ha sacado a la luz números que, como mínimo, asustan.
Cifras alarmantes
Desde enero de 2016, el DCODE del Recinto de Río Piedras ha utilizado el formulario Triage para ofrecer datos más certeros sobre la conducta e ideación suicida entre los universitarios. En el semestre pasado –de enero a junio–, el Triage fue contestado por 484 estudiantes. Aquí algunos de los hallazgos:
- 9% (44 estudiantes) indicaron que “estoy pensando quitarme la vida”.
- 35.7% (173 estudiantes) admitieron que han pensado en suicidarse, desde una vez hasta más de diez ocasiones.
- 12% (58 estudiantes) intentaron suicidarse.
- 27.3% (132 estudiantes) detallaron que un familiar inmediato tenía récord de trastorno psicológico o psiquiátrico.
- 23.3% (113 estudiantes) señalaron que un familiar inmediato llevaba largo tiempo desempleado.
- 17.7% (86 estudiantes) apuntaron que un familiar inmediato pasó por hospitalización psiquiátrica.
- 13.5% (65 estudiantes) declararon que un familiar inmediato había intentado suicidarse.
- 2.8% (14 estudiantes) dijeron que un familiar inmediato se había suicidado.
Las cifras, de nuevo, son solo representativas de seis meses. De ahí lo alarmante de la situación, según Jiménez Chafey, para quien una de las principales utilidades de este formulario es que permite conocer el contexto familiar del estudiante.
“No tan solo son los estudiantes, sino lo que cargan. Hay muchos que tienen familiares con enfermedades graves o psicológicas, que tienen que estar pendiente a ellos, y eso es un estresor grande”, sostuvo.
La cifra que más banderas levanta, de entre todas, es el 35.7%, o los 173 estudiantes –más de un tercio de los atendidos ese semestre– que manifestaron haber pensado quitarse la vida al menos una vez. Dicho de otro modo, es casi un estudiante por día, por mes, por seis meses (180 días).
Al momento, el formulario Triage solo se administra en el Recinto de Río Piedras, pero ya Chafey Jiménez colabora con otras unidades para que lo adapten. Mientras, las estadísticas de conducta e ideación suicida en la población universitaria permanecerán como hasta ahora: inmensurables.
Panorama general
Desde el 2000 hasta el 2015, un promedio anual de 312 personas optaron por el suicidio en la isla, de acuerdo con el informe de Estadísticas preliminares de casos de suicidio en Puerto Rico de la Comisión para la Prevención del Suicidio, una tasa de 8.4 casos por cada 100,000 habitantes.
Para el 2012 la tasa era de 8.7, lo que empataba a Puerto Rico con China en el puesto 97 de 171 países, según los datos más actualizados de la Organización Mundial de la Salud para ese año.
En lo que va del 2016, la cifra ronda los 162 suicidios –aproximadamente 16 por mes–. El número pudiera ser mayor una vez culminen los casos bajo investigación en el Instituto de Ciencias Forenses.
En cuanto al comportamiento suicida, en cambio, otros números sugerirían que ha habido un aumento a nivel nacional.
Por ejemplo, datos de la Línea PAS (Primera Ayuda Sicosocial), adscrita al Programa Integrado de Intervención en Crisis (PIIC) de la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción, detallan que en el 2015 se atendieron 83,442 personas. A poco más de un mes para que culmine el 2016, el número de atendidos alcanzaba las 76,597 personas.
Sin embargo, mientras que en el 2015 el PIIC atendió 15,171 personas por ideación suicida, en el 2016 –faltando noviembre y diciembre– estas intervenciones van por 19,773 personas, un aumento de 30%.
El patrón se repite en el caso de los intentos suicidas: 3,318 en el 2015 versus 5,073 en el 2016, un aumento de 53%. Esto considerando, nuevamente, que en esa cifra no están incluidos noviembre y diciembre de este año.
La pregunta, no obstante, es dónde ubican los universitarios en esas estadísticas.
El bienestar de su salud mental es importante. Si entiende que necesita ayuda profesional para manejar su situación personal, aquí le dejamos líneas telefónicas disponibles: Línea PAS, 1 (800) 981-0023; y DCODE, (787) 764-0000 extensiones 86500 y 86501. También puede llamar al 911 o visitar la sala de emergencias de su hospital más cercano.
Esta es la primera historia de una serie sobre el suicidio en universitarios. Aquí la segunda.