Con libreto en mano y una taza de café, un grupo de mujeres se reúne todos los lunes y miércoles a repasar las líneas de su próxima obra. La mayoría ha hecho casi todo lo “que se puede hacer” en un vida: estudiar, trabajar, casarse, tener hijos y hasta alcahuetear a los nietos. Ahora les ha llegado el momento de hacer cosas que siempre quisieron.
“… después que nos jubilamos, ¿qué vamos a hacer?”, dijo jocosamente Marcelina Maldonado. Ella es una de las siete mujeres presentes en el enorme salón del primer piso de la Casa de Cultura Ruth Hernández en Río Piedras, lugar donde toman clases de teatro. Todas tienen más de cincuenta años, sin embargo se consideran unas ‘teenagers’ de la vida. Son felices y se les ilumina el rostro cuando interpretan. Esto tiene una razón, pues buscando qué hacer estas mujeres han descubierto una nueva pasión que las llena de energía: el teatro.
De la mano de la veterana actriz Georgina Borris, las alumnas ensayan la Historia de Arroz con Habichuela, de Ana Lydia Vega. Aunque no habían hecho teatro anteriormente, las protagonistas se mueven con seguridad y dramatismo.
“Yo lo que hago es que las dirijo teatralmente, al principio ellas tenían la tendencia de incluirse solamente ellas”, comentó Georgina. La actriz las ha orientado paso a paso sobre la importancia de incluir en el proceso al público que las esta observando.
La presencia de Borris ha sido vital para el desarrollo de estas actrices nacientes. Según cuentan sus estudiantes, el amor y delicadeza que demuestra la mentora al momento de corregir sus errores la convierten en la mejor maestra que pudieron tener.
De igual forma, Georgina aseguró que es ella quien se alimenta de la sabiduría de cada integrante del grupo. Y es que esta cuenta que ha aprendido “¡de todo! , hablamos…de las experiencias de cada una, de la vida… ellas han sido grandes maestras mías, yo creo que he aprendido más de ellas de lo que ellas han aprendido de mi porque a la larga somos familia”.
El grupo de teatro ha cosechado los frutos de su trabajo pues el público ha reaccionado “divinamente” cuando las ha visto en acción. Hasta el momento se han presentado en varias Iglesias, hogares de ancianos, el Centro Comprensivo del Cáncer, la Plaza Pública de Río Piedras, entre otros.
La edad de lo posible
Luego de cuidar a sus mamá durante diez años, Virginia Ortiz decidió hacer algo que disfrutara verdaderamente y que no la comprometiera demasiado.
“Yo empecé a analizar qué cosas había hecho desde que me retiré que me llenaran tanto…entonces dije, voy a regresar a teatro”, relató.
Según Virginia, el escenario ha transformado su estado de ánimo, pues “psicológicamente es una terapia, el que la necesite aquí puede venir”. Y es que lo que día a día la mujer aprende con sus compañeras le ha servido para incorporarlo a las actividades de su iglesia y condominio. “Estamos cosechando, esta trascendiendo…en nuestras vidas familiares y de comunidad”, aseguró.
Por otro lado, Violet Davenport tiene 63 años de edad y vivió gran parte de su vida en Miami. Luego de encontrarse sin poder trabajar, Davenport decidió regresar a Puerto Rico en busca de algo nuevo. “Encontré esto (clases de teatro) y es una terapia grandísima para mi”, comentó.
De la misma forma estas clases han transformado la vida de Maria Esther Santana, de 56 años. “Yo no soy jubilada pero me ha cambiado la vida en término de que como nosotras vamos y llevamos estas cosas a casas donde hay envejecientes… y siempre hacemos reír a personas que en verdad lo necesitan”, expresó.
Para todas las integrantes de este particular grupo, hacer algo para que la gente olvide por un momento sus problemas y rían es de gran satisfacción.
Para más información sobre las clases de teatro para adultos y otras actividades en la Casa de Cultura Ruth Hernández se pueden comunicar al (787) 296-1440.