El día de la apertura de prensa para la Bienal de Venecia, nos levantamos temprano para buscar nuestro carnet de acreditación. La oficina ya la habían mudado al Arsenale, así que tuvimos que ver parte de esta exposición de arte, hasta llegar a la oficina de prensa que quedaba casi al final del larguísimo edificio. Qué desilusión, vimos pocas cosas verdaderamente buenas y bastantes obras flojas.
Nos conmovió la representación de Latinoamérica, principalmente la obra del artista hondureño Adán Antonio Vallecillo. Este joven artista, había estudiado en la Escuela de Artes Plásticas, y hace dos años regresó como artista en residencia. Durante el verano del 2000 participó en el taller de Pepón Osorio, y se quedó a estudiar el próximo semestre. Así que podemos decir que en esta Bienal exhibían dos ex alumnos de la EAP. Vallecillo mantiene relación con muchos de sus compañeros que han exhibido en Centroamérica, gracias a su gestión.
La obra de Vallecillo, aunque pequeña en tamaño, es impactante y sobresale en una exposición llena de buenas obras. Consiste de cientos de dientes y muelas en una bandeja de servir comidas. Las muelas fueron recogidas de misiones, donde los misioneros quitan el dolor a los indígenas a cambio de su conversión. Muchas muelas podían ser arregladas, pero deciden sacarlas. Así que los dejan “mellaos,pero ¡salvan sus almas! El artista sirve en bandeja de lata sus molares como si fueran comida, en una mordaz crítica a esta acción.
El Pabellón de Chile es impresionante. Con sólo tres piezas, Fernando Prats cala en el alma del espectador. En la entrada hay un anuncio de neón que invita al público a participar de un viaje a la Antártida. Una aventura sin paga y con dudoso regreso, esta invitación había sido publicada en los periódicos chilenos, en 1911 por Ernest Shackleton. La excursión nunca se realizó. En la sala hay dos videos proyectados; en ellos se muestra respectivamente cómo el artista hace sus dibujos con los desechos de la erupción del volcán Chaitin en 2008 o con los desechos del maremoto de 2010, ambas tragedias ocurridas en su natal Chile. En las otras paredes se exhiben los dibujos, realizados a golpes, despintados por la lluvia, por una manguera o por el viento, o realizados mediante otras técnicas poco convencionales. Mediante su acción convierte desecho en arte, o basura en poesía.
El Pabellón de Argentina podría decirse que también es impresionante. Pero su fuerza reside en el gran tamaño de sus piezas, no en la solidez de ellas. El artista es muy joven; todavía no tiene madurez artística y recurre a la teatralidad para lograr impacto.
Además, vimos sólo 15 minutos de un buen video de Cristian Marclay que dura 24 horas, una maravillosa instalación de James Turell y un par de otras obras de interés. Pero la sangre llama, lo latinoamericanos fue lo que más nos impactó.
Casi a media tarde, al fin, conseguimos nuestra acreditación y tomamos un vaporetto al Giardini donde están los pabellones permanentes de los países.
Queríamos ver a Allora & Calzadilla, la principal razón del viaje.
La fila para entrar al Pabellón de Estados Unidos -donde se encontraba la exhibición de los artistas de Puerto Rico- era larguísima, así que decidimos que entraríamos mañana, durante la apertura oficial a las 11 AM. Sólo otros dos pabellones tenían fila, pero más pequeña. Esto nos llenó de orgullo, nos fuimos felices, sabiendo que los nuestros captaban la atención.
La noche concluyó con una fiesta en honor a Allora & Calzadilla en un antiguo palacio veneciano.