Curiosa y lamentablemente, la situación actual de mi amada Universidad de Puerto Rico (UPR) me hace recordar aquel ensayo de El país de cuatro pisos de José Luis González (1980). En una perspectiva diferente al ensayo, establezco la analogía, ya que hoy día veo que nuestra UPR está enfrascada en una lucha de poderes de tres pisos y nosotros, los del cuarto piso, somos “rehenes” atrapados en esta lucha sin cuartel y demencial. Para iniciar esta reflexión, me atrevo a apostar que los que estamos aprisionados en este “cuarto piso” somos la inmensa mayoría de la comunidad universitaria.
Les presento a continuación los cuatro pisos que coexisten en la UPR:
Piso 1. Un poder autoritario del gobierno de turno que adquiere y manosea la UPR a su antojo disponiendo tanto de su presupuesto, como de la selección de sus cuerpos regentes (Juntas, Presidencias y Vicepresidencias, Rectorías, Decanatos, los mal llamados “puestos de confianza”, etc). A los de este piso les emana un hedor dictatorial sobre los asuntos universitarios que convierte toda reglamentación en una caricatura de fachada.
Piso 2. Al otro extremo, unos gremios, sindicatos, asociaciones profesionales y estudiantiles (consejos de estudiantes) y otros grupos que se aferran y se hinchan por combatir cada punto y cada coma propuesto por la administración de turno en aras de posicionar su gremio y sin tregua. A los de este piso, les emana un tufillo a la siempre “huelga” y a la “protesta” que se manifiesta en cada sorbo de café de sus respectivas cafeterías.
Piso 3. Con estos dos pisos, coexiste una comunidad de individuos profesionales que, con toda la indiferencia del mundo, no muestran ningún afán ni pasión por la institución pública y nunca procuran nada por aportar ni luchar para un lado o para el otro. Su lucha será la de inflar su curriculum vitae y venderse al mejor postor. A estos les emana una hediondez a mercenarios educadores que, tal cual, pudiesen trabajar muy bien en la institución privada o alguna otra parte del planeta sin pena ni gloria. A Dios que reparta suerte con la UPR y que no les falle su quincena ni su aire acondicionado.
Piso 4. Por último, está el cuarto piso, el “rehén” de los tres primeros. Aquí, se encuentra una comunidad de profesionales que atesoran su amor por la institución pública y que se mantiene tenazmente combatiente y productiva, pero desde otra “trinchera”. A estos les emana un olor a convicción de que lo mejor para la UPR se puede lograr con acción, con trabajo, con puntos medios y alternativas que no rallan en los extremos.
¡Y tengo derecho a opinar! Al igual que muchos de mis compañeros docentes, mi trayectoria académica se enmarca completamente en la educación pública que me brindó mi país. Desde mi escuela primaria hasta mi educación superior, fui preparado por los corazones y las mentes más humildes de mi terruño. Las cuatro preparaciones que tengo han sido producto de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras donde no solo estudié, sino que viví y me guarecí en cuanto hospedaje alberga la “comarca” riopedrense, y amén de que allí fue que encontré y me casé con el amor de mi vida. Nunca tuve ni el privilegio ni los medios económicos para estudiar en ninguna escuela ni universidad privada, ni tampoco en el extranjero como otros que conozco, que hoy día son los paladines en defensa de la universidad pública. Así que creo que podrán entender el amor y la pasión que tengo por mi UPR y estipulemos que nadie tiene derecho a cuestionarme mi convicción a defenderla con la gallardía y valentía desde mi perspectiva y desde mi “piso”.
Aclarado estos puntos, vamos al grano de este escrito. ¡Basta ya! Basta ya de atropellos, insultos y desprecios contra nosotros los de este piso porque escogimos nuestra forma de amar nuestra educación pública desde una manera particular y no apoyando las estrategias que ustedes han escogido. Por un lado, el primer piso nos atropella sin misericordia y con tácticas de toma de decisiones a nuestras espaldas, sin participación democrática ni reglamentaria. A estas personas de cuartos oscuros hay que enfrentarlos y superarlos creativamente. Hay que ganarles con pensamiento crítico y estrategias de avanzada. Cada vez que decidimos hacer otro paro y otra huelga, hacemos el ridículo porque utilizamos estrategias de siglos pasados que ahora no dan resultado. Hay que vencerlos mediáticamente y con propuestas innovadoras y de sustentabilidad razonable para girar el favor de la opinión pública a nuestro favor. Ahora no lo tenemos.
¿Acaso no somos nosotros la academia que tuvo a estos seres “políticos” en nuestras sillas y los formó como estudiantes? Nosotros somos los profesores y ellos fueron los alumnos, así es la cosa. ¿Cómo les vamos a permitir a ellos que piensen y establezcan unas estrategias y agendas más innovadoras que nosotros? Solo cuando ellos con su agenda nos manipulan, nos ponen a pensar retrógradamente y nos empujan al matadero académico de enfrentarnos y confrontarnos con el segundo piso en asambleas, pasillos y foros presenciales y virtuales.
Irónicamente, con frecuencia y con vehemencia, son estos sectores del segundo piso los que nos critican a mansalva tildándonos de ser unos docentes pusilánimes, dóciles, unos cobardes recluidos en “nuestras madrigueras”, sumisos, inertes, mansos, y una larga lista de epítetos solo porque decidimos no compartir “su lucha” en unos portones cerrados, ni marchar en piquetes defendiendo la Universidad desde la perspectiva de su “piso”.
Luego nos reclaman que, gracias a sus luchas y conquistas en la calle, hoy día nosotros gozamos de muchos derechos laborales que ellos lograron. Y les tengo que decir que tienen razón. ¡Muchas gracias por esos logros! ¡Los felicito! Se los reconozco.
Pero de igual forma que reconozco sus logros espero que reconozcan los nuestros. Les tengo que decir que gracias a nuestras conquistas y logros dentro de la universidad, hoy día todavía tenemos una universidad disponible para todos protestar. Nosotros los de este cuarto piso, somos bien combatientes al igual que ustedes y luchamos también por mantener la mejor productividad, rentabilidad e imagen de nuestra institución. ¡No somos ningunos sumisos pusilánimes! Somos los que estamos dispuestos a defender nuestro trabajo con trabajo. Día a día, nos afanamos en buscar la oportunidad de exaltar y posicionar nuestra UPR con actividades y academia de altura: con investigaciones, con publicaciones, con redacción de propuestas, con participación en competencias nacionales e internaciones, con asumir posiciones de liderato en Juntas, comités de trabajo y asociaciones profesionales, con ponencias, con talleres y presentaciones, con preparación de simposios, congresos y foros educativos, con plena participación en toma de decisiones bajo los reglamentos existentes, con participación en asuntos de acreditaciones que refuerzan la confianza pública de nuestros ofrecimientos y servicios, con supervisión de investigaciones de estudios graduados, internados y prácticas clínicas, con diálogo, con innovación curricular, con mediación, con prudencia, con entendimiento, con democracia y participación ¡Esta es nuestra lucha y la de ustedes también!
Pero todos los que estamos en este piso, reconocemos que solo una universidad abierta es la que nos permite llevar a cabo nuestra lucha y lograr nuestras conquistas. Y ahora, con una UPR cerrada, ustedes pretenden criticarnos porque sentimos este amor particular por la Universidad y no compartimos su estrategia de apoyar el cierre. Singular parecido veo en ambos de sus pisos.
La universidad pública de Puerto Rico es una “protesta viviente”. Todos los días, cuando profesores, empleados y estudiantes asisten a nuestros recintos allí protestan y se manifiestan TODOS de una forma u otra. Una universidad que mantiene sus portones cerrados, solo permite que se manifiesten unos pocos solamente y se convierte entonces en una protesta exclusiva. Casi siempre, la protesta exclusiva tiene el menor por ciento de participación.
Estimados colegas, yo no pretendo criticar su lucha contra el primer piso, solo les pido que no critiquen ni insulten la nuestra. Nosotros no somos su enemigo en esto. Estamos de su lado pero, tristemente, nos hemos convertido en rehenes de insultos de ambos bandos. Nunca les he restado crédito ni mérito a sus conquistas, solo les pido que no le resten merito ni crédito a las nuestras. Nuestras luchas y conquistas son iguales de válidas y significativas que las de ustedes para el bien y la supervivencia de la Universidad.
Si seguimos así, nos vamos a quedar sin ningún piso.
Les extiendo un abrazo y una invitación a un café para dialogar sobre esto.