¿Cómo se convierte en mesero un periodista? Fácil. Más o menos en segundo o tercer año de universidad todo estudiante de periodismo descubre que la nueva cepa de periodistas de la cual formamos parte tiene que enfrentarse a duros cambios: más trabajo por menos paga y menos beneficios, sumado a un alto costo de vida con el cual tienes dos opciones, rebasarlo o ser rebasado por él.
Así pues, un día decidí rebasarlo porque en buen español boricua me estaba quedando pelao’. Yo trabajaba ya yo como periodista aunque todavía me encontraba tomando cursos de bachillerato. De modo que la carga de responsabilidades pronto se triplicó. Resulta que dos amigos y colegas ya habían sido arrastrado por la ola y me ayudaron a introducirme en la que fue mi primera experiencia como mesero. El periodismo, mi pasión, no era posible abandonarlo por cuestiones del corazón, aunque en términos económicos pronto se convirtió en “part time”.
Triste para nosotros los que nos fajamos estudiando para graduarnos, encontrar trabajo y chocarnos con la realidad de que con un solo trabajo no podemos independizarnos. Mi rutina era/es intensa. Despierto a las 7 de la mañana, mi primera clase es a las 8:30 a.m., llego al periódico a las 12:00 del medio día y a las 5:00 o 6:00 de la tarde poncho en el restaurante para comenzar la jornada de trabajo de pie que incluye algunos side jobs de limpieza que nada tienen que ver con ser mesero. Con suerte llego a mi casa a las 11:30 de la noche para enseguida comenzar con las tareas universitarias. A las 3:00 de la madrugada es mi hora límite porque mi cuerpo me exige al menos 4 horas de descanso.
Los side jobs de un mesero pueden incluir aunque no se limitan a barrer y mapear el salón del restaurante y los baños, limpiar todas las mesas y dejarlas preparadas para el próximo día, recoger y guardar todas las sillas de la terraza, limpiar la terraza o deck (dependiendo del restaurante), limpiar la máquina de hacer café, pulir todos los cubiertos, vasos y copas, limpiar las páginas del menú, preparar jugo de china y de limón (exprimir chinas y limones), rellenar azucareras, saleros y pimenteros, entre otras cosas al bajo costo de $3.25 por hora.
No vale la pena reclamarle a los dueños. Yo mismo firmé con mi puño y letra el contrato y acepté las condiciones o simplemente no obtendría el trabajo. Es igual que la universidad, firmas el papel de inscripción al ejército en caso de que fuera necesario o no recibes beca. El caso es un uno mismo firma su sentencia de muerte y todavía no existe una unión u organización que defienda los derechos de los meseros en Puerto Rico (algunas veces he pensado en crearla). La otra excusa de los dueños generalmente es que compensamos la ganancia por hora con la propina, como si fueran ellos los que se esfuerzan en las mesas para lograr que los clientes voluntariamente decidan que su cuenta, ya de por sí alta, aumente entre un 15 y un 30 por ciento.
Pero dentro de los restaurantes yo no soy el único periodista, ni los dos colegas de los que hablé al principio. También he conocido algunos más que casi han convertido ese trabajo en “full time”. En poco más de un años y medio también he tenido compañeros ingenieros, químicos, maestros, psicólogos, programadores, músicos y otros graduados de universidad que han tenido que optar por dedicarse al servicio en los restaurantes, al menos para su sustento económico. El trabajo de mesero, ciertamente, ha dejado de ser el empleo del que no estudia y necesita un trabajo rápido para ser más bien el empleo del que estudia y no encuentra trabajo.
Mientras tanto, nos especializamos en el servicio en las mesas y tratamos de aplicar lo que estudiamos en la universidad, por eso de mantener la pasión viva y el corazón contento. A menudo entrevisto mis clientes y converso con ellos, así no solo aprendo, sino que me gano su confianza y eso se refleja en la propina. De modo que, sin querer, me hecho un experto en las relaciones públicas sin haber tomado un curso sobre eso en la Escuela de Comunicación. También he tenido que hacer algo de trabajo investigativo, eso me ha ayudado a convertirme en un mesero, como dice mi gerente, cinco estrellas.
No niego que el trabajo me gusta, pero vaya que es duro sacrificar el tiempo. Por otro lado, estoy seguro que no lo haré por tiempo indefinido, pero mientras tanto, me esfuerzo por ser el mejor mesero. Me cuenta mi pareja que mi suegra le decía de pequeño que lo que fuera a hacer en la vida, o lo hiciera bien o no lo hiciera. Yo he aprendido a hacerlo bien. Al principio no me atrevía coger la bandeja con dos copas, pero hoy día llevo ocho. Antes me preguntaba por qué tantos cubiertos y vasos en la mesa, ahora entiendo que las mesas hablan.
Se ubica un plato para pan en el centro, cuchillo al lado derecho, tenedor al lado izquierdo para el plato principal, otro tenedor más pequeño (también al lado izquierdo) para aperitivo, cuchara de sopa, justo después del tenedor de aperitivo y servilleta en la falda. Según el curso de comida se va cambiando el plato de pan, sopa, ensalada, plato principal y postre. En orden jerárquico, copa de champagne, copa de vino, vaso de agua, todos hacia el lado derecho, en fila diagonal, a una distancia y de forma tal que aunque se pueda explicar técnicamente solo se perfecciona y se hace correctamente con cierto sentido común y experiencia. Existe todo un lenguaje implícito que he conocido con el tiempo y que me ha hecho reconocer los clientes más exigentes y los menos.
Para mí, el más exigente es el americano, no solo porque conocen lo que es un buen servicio, sino porque son muy considerados en la cantidad de propina que dejan al mesero. Le siguen en la lista los puertorriqueños, que aunque no les gusta dejar más del 15 por ciento, les fascina el servicio cinco estrellas. De mi primera experiencia como mesero terminé decepcionado de los indios. Por más que te esfuerces en la mesa, la mayoría de las ocasiones ordenan platos y bebidas para compartir entre dos o más personas y si no son indios residentes en los Estados Unidos de América no van a dejar la propina indicada. Los europeos vienen con la mentalidad de que los meseros cobran una cantidad justa por hora, porque así ocurre en Europa, así que la mayoría de las veces hay que incluirles la propina en la cuenta porque olvidan dejarla.
Siempre he dicho que una de las cosas que más me gusta del periodismo, es que me permite aprender de muchas otras disciplinas al tiempo que hago mi trabajo. En mi labor como mesero me pasa más o menos igual. Llevo algunas mesas, negativas y positivas, guardadas en memoria de la cuales siempre he aprendido algo. Incluso aprenden de mí, vaya que llegan curiosos con el estatus político de Puerto Rico. Esas son de mis mesas favoritas.