
Su humildad rayaba el absurdo. Nunca fue falsa modestia, simplemente era así. María Moliner es conocida más que por su vida, por su legado. Esta española, cuyo nombre de pila es María Juana Moliner Ruiz dejó una obra que pocas personas han logrado amasar en una vida. El “Diccionario de uso del español María Moliner” (Gredos) es considerado por muchos una joya del idioma español. Su uso está compuesto mayoritariamente por profesionales, incluso por escritores. El propio Gabriel García Márquez admitió alguna vez tener este diccionario como libro de culto. Su alto costo, sin embargo, es un obstáculo que lo deja accesible sólo a unos pocos. Ahora hay una buena nueva y es que será lanzada una actualización del diccionario. La obra busca principalmente ser reflejo fiel del uso del idioma en el momento en que se publica. De las 91 mil entradas que tiene, más de 7 mil incluyen acepciones americanas. El diccionario de Moliner, entre otras cosas, se distingue por ser uno de uso. En esencia es una guía de la aplicación de la lengua y tiene el mérito de traer, en cada entrada, sugerencias, sinónimos y puentes hacia otras entradas además de frases. Nada menos y nada menos. Esta nueva revisión será mucho más económica que la anterior para que el público general haga sus arreglos y pueda así tener acceso al libro. Moliner se licenció en 1921 en Historia en la Universidad de Zaragoza, su ciudad natal, con la máxima calificación y el Premio Extraordinario. Al año siguiente, se incorporó al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos de Simancas, de ahí pasó al Archivo de la Delegación de Hacienda en Murcia. La gran polémica que creó su gran capacidad intelectual fue resuelta por Moliner con una sencillez apabullante. A esta lexicógrafa nunca la dejaron acceder a la Real Academia Española a pesar de ser propuesta por Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo. En su lugar fue electo el catedrático Emilio Alarcos Llorach. A lo que Moliner, y en una entrevista realizada en 1972 respondió: “Sí, mi biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia. (…) Mi obra es limpiamente el diccionario”. Un poco adelante agregó: “Desde luego es una cosa indicada que un filósofo entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: ‘¡Pero y ese hombre, cómo no está en la Academia!”. A su haber Moliner tuvo nada más y nada menos la dicha de haber creado un diccionario, ¿a caso precisaba de algo más? Con esta revisión queda sellado el legado de esta mujer que fue maestra de maestros.