Un documento elaborado por la Iniciativa para Edificios Sostenibles y Clima del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés) puntualizó que, a nivel mundial, “los edificios son responsables del 40 por ciento del consumo anual de energía y hasta un 30 por ciento de todos los gases de efecto invernadero”.
El arquitecto Fernando Abruña, especialista en diseño sustentable, aseguró a Diálogo que las emisiones de gases como el dióxido de carbono, se deben a la construcción, operación y mantenimiento de la infraestructura. “Uno pensaría que la transportación y la industria son de los segmentos más importantes cuando se habla de contaminación y cambio climático”, observó.
Como parte del Plan de Desarrollo Económico 2015, la Junta de Planificación de Puerto Rico (JP) destacó que la construcción a cargo del gobierno conformó más de la mitad de la inversión pública entre los años 2008 a 2012.
Asimismo, el informe de la JP expuso que para el año fiscal 2012, 83.9 por ciento del ingreso bruto de construcción se enfocó en los segmentos residencial y no residencial, autopistas, puentes y carreteras, y contratos de equipo de construcción. De modo que la actividad de construcción en Puerto Rico también ha hecho su aportación al problema del cambio climático, que se ha definido como la modificación del clima, atribuida a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera.
“No solamente nos debemos preocupar por el alto costo [de combustibles fósiles], sino por las emisiones que como país hacemos”, destacó Abruña.
Estos gases de invernadero no solo se generan en el proceso de construcción, debido a la remoción de la corteza terrestre y la maquinaria que se emplea para ello, que funciona a base de combustible fósil, sino que también se producen durante la elaboración de distintos materiales de construcción.
La profesora Brenda Martínez, quien ha dado cursos en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPR-RP), explicó a Diálogo que el proceso de hacer materiales de construcción consume mucha energía.
“El cemento, por ejemplo, es una de las actividades humanas que más emisiones aportan a lo que es el cambio de la composición atmosférica. La misma piedra caliza [dentro del cemento], en el proceso de convertirse en óxido de calcio, también libera dióxido de carbono”, aseguró la también estudiante del programa doctoral de Ciencias Ambientales en la Facultad de Ciencias Naturales de ese recinto.
Martínez, además, destacó que en Puerto Rico se construye de una forma desparramada, con poca densidad y separando los usos del terreno, además que existe “una obsesión por climatizar los espacios interiores”.
“En parte esto ha sido por forzar edificios, que estaban diseñados para ventilarse naturalmente, a que fuesen climatizados con equipos mecánicos”, añadió.
El planificador Félix Aponte Ortiz destacó también que el proceso de urbanización y el crecimiento humano ha afectado los recursos naturales. Por ejemplo, el hormigón, que se favorece en la construcción por su durabilidad, se compone de cemento, que usa roca caliza, roca volcánica y arena en su composición, materiales sacados de dunas, mogotes y montañas.
Del mismo modo, el profesor de la Escuela Graduada de Planificación de la UPR, afirmó a Diálogo que la “alteración física de construir implica que removemos toda la vegetación”. Esto ha llevado a la deforestación, que a su vez limita la fijación natural del dióxido de carbono, y a que se coarten los suelos habitables para plantas y animales.
Señales del cambio climático que repercuten en la infraestructura
Del mismo modo, según Aponte Ortiz, el cambio climático ha ocasionado “una alteración del comportamiento de los ciclos vitales [del planeta]”. Respecto a esto, el Consejo de Cambio Climático de Puerto Rico (CCCPR), formado en el 2010, recopiló un análisis del cambio climático en aspectos como la temperatura, precipitación y el nivel del mar.
En el informe, publicado en el año 2013, se encontró que la temperatura en Puerto Rico ha tenido un aumento promedio de 0.022 a 0.025 grados Fahrenheit cada año desde 1900 hasta el 2013.
Además, el documento evidenció que, “las tendencias de aumento en las temperaturas observadas en San Juan superan las del resto de la Isla”, con un incremento en la temperatura de 0.04 grados Fahrenheit desde el 1900.
Según Martínez, lo que ocurre en la capital se conoce como el efecto de las islas urbanas de calor, donde los materiales utilizados y la manera de construir han “cambiado la manera en que la superficie urbana se comporta cuando recibe la energía solar”.
Respecto a los niveles de precipitación, el informe del CCCPR reveló información inconclusa de los datos analizados entre el periodo de 1948 al 2007. No obstante, las proyecciones para Puerto Rico sobre la cantidad de lluvia que cae apuntan a “un incremento probable en aguaceros regionales”, definidos como “niveles intensos de precipitación en escalas sub-diarias (o sub-hora)”.
De acuerdo con Aponte Ortiz, esta es una de las anomalías que ha ocasionado el calentamiento global sobre el ciclo hidrológico, que hace que en menos tiempo caiga más lluvia. Además, la infraestructura ha alterado el comportamiento del agua que cae en zonas urbanas.
“Cuando impermeabilizamos [el suelo], el agua no puede infiltrar. El agua corre rápidamente y en más cantidad a un cauce natural que no lo puede acomodar”, indicó Aponte Ortiz, añadiendo que la falta de mantenimiento al sistema de tuberías hace que no se pueda acumular el agua.
“La remoción de la cubierta vegetal también incide sobre el comportamiento del agua. Ahora tenemos más inundaciones o eventos de inundaciones más severos, porque para cada evento de lluvia fuerte, hay un caudal mayor de agua yéndose sobre la superficie del terreno en menos tiempo”, subrayó Aponte Ortiz.
Lo opuesto también es cierto, ya que en tiempos recientes, Puerto Rico ha experimentado periodos prolongados de baja precipitación, lo cual ha ocasionado sequías, especialmente durante el verano.
Según Aponte Ortiz, el cambio climático ha revelado las fallas en la infraestructura de recogido y almacenamiento de agua en Puerto Rico, por ser pensado “para un régimen hidrológico que era del siglo pasado”. Por un lado, las inundaciones en periodos intensos de lluvia implican pérdidas materiales y humanas, mientras que los periodos secos frecuentes e intensos implican falta de agua para procesos necesarios.
Con relación al nivel del mar, el CCCPR mostró los resultados del análisis realizado por el doctor Jorge Capella, del Caribbean Coastal Ocean Observing System del RUM. Los datos del estudio destacaron que de 1962 al 2011, el nivel del mar en San Juan aumentó a razón de 1.65 milímetros por año; de manera similar, en La Parguera en Lajas, incrementó en 1.35 milímetros al año, de 1962 al 2011.
Como resultado de este cambio en los niveles oceánicos, Aponte Ortiz relató que “el alza en el nivel del mar está acelerando el proceso de erosión en las costas, y hay introducción de aguas salinas en los acuíferos costeros”.
Asimismo, el planificador enumeró que gran parte de la infraestructura turística, las centrales termoeléctricas de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) y numerosas viviendas están localizadas en las costas, por lo que están en riesgo.
Adaptar la infraestructura al cambio climático
A pesar de la aportación de la construcción al cambio climático, el mismo documento de la UNEP reconoce que es el sector que mayor potencial tiene para recortar las emisiones de dióxido de carbono a largo plazo. El informe abunda que el consumo de energía en los edificios existentes y nuevos puede disminuir entre 30 a 80 por ciento, aproximadamente, durante su ciclo de vida.
Para Martínez y Abruña, una apuesta de ahorro es rediseñar los edificios existentes que estén subutilizados o abandonados, particularmente en los centros urbanos.
No obstante, Abruña reconoció que, actualmente, los centros urbanos en Puerto Rico se encuentran en abandono por parte del gobierno, y que los desarrolladores que buscan rehabilitar los edificios enfrentan problemas por la dificultad para obtener permisos.
Por otro lado, ambos arquitectos coincidieron en que se deben atender las áreas verdes en las zonas urbanas. De acuerdo con Abruña, los arquitectos cuentan con software que les permiten hacer un análisis estadístico de los beneficios de la naturaleza en la infraestructura.
Mediante cómputos, se puede medir la cantidad de calor que llega al edificio con relación a las áreas verdes, las emisiones de dióxido de carbono que serán absorbidas y cómo se pueden mitigar las inundaciones repentinas.
Del mismo modo, Abruña afirmó que el modelo ecológico tiene costoefectividad porque se le puede dar un uso de vida mayor a los edificios, “además que las tecnologías van mejorando y los costos [de energía renovable] van bajando”.
Por su parte, Aponte Ortizadmitió que, aunque invertir en infraestructura sostenible y modificar la existente representaría un costo socioeconómico alto, es costoefectivo planificar adaptaciones graduales que tomen en consideración todos los sectores de la población.
La actual administración gubernamental del País parece haber tomado nota de ello. El pasado 28 de febrero de 2013, el gobernador Alejandro García Padilla firmó una orden ejecutiva para desarrollar un estudio sobre la vulnerabilidad de la infraestructura pública ante los cambios climáticos, y la adopción de planes de adaptación para confrontarlos.
El documento se desglosa en su totalidad a continuación:
Técnicas de diseño ecológico
Entre los criterios para un diseño arquitectónico ecológico e infraestructura que atienda las necesidades del ambiente, los arquitectos Abruña y Martínez reseñaron que se debe:
- Diseñar la arquitectura con métodos pasivos, que no requieran electricidad para generar luz o climatizar el aire artificialmente.
- Aumentar las áreas verdes, de modo que las temperaturas en las áreas urbanas bajen y se puedan ventilar los edificios de forma natural.
- Utilizar pavimento permeable.
- Crear espacios multiusos, y no pensar en el costo del edificio a corto plazo, sino ver la vida útil del edificio.
- Usar elementos arquitectónicos, como aleros y bandejas de luz, que no permitan la entrada directa de luz solar y de calor, y hagan que rebote e ilumine el espacio.
- Usar las guías de diseño y construcción de edificios verdes del Leadership in Energy and Environmental Design.
- Utilizar materiales como hormigón y acero reciclados.
- Si se va a diseñar un edificio en madera, determinar cuánto tiempo le toma al tipo de madera en volver a alcanzar su madurez de tala.
- Saber de dónde provienen las maderas importadas, ya que hay lugares donde la tala puede ser indiscriminada y termina haciendo daño ambiental y a los seres humanos.
- Instalar material de aislamiento en edificios de hormigón, para mitigar el paso del calor a través del techo.
- Usar equipos de ahorro energético eficientes, como bombillas de diodo emisor de luz (LED).
- Utilizar pinturas claras y bajas en compuestos químicos, para reducir el calor absorbido.
Crucial adaptarse al cambio climático
Con tal de contrarrestar el impacto del cambio climático, entidades como la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) ha dado criterios y especificaciones para un diseño ecológico y sostenible.
Asimismo, Abruña indicó que el arquitecto estadounidense Edward Mazria, quien creó el proyecto Arquitectura 2030 en respuesta al cambio climático, busca “que los edificios, para esa fecha, no emitan dióxido de carbono”, sino que se busque la manera de capturar las emisiones y usar fuentes de energía renovable.
Según Mazria, El Reto 2030 (The 2030 Challenge), establecido en el 2007, recomienda que la comunidad arquitectónica y de construcción a nivel global se aseguren que los proyectos de infraestructura reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero y consumo de energía en un 70 por ciento; para el 2020 deben incrementarse a 80 por ciento y para el 2025 en 90 por ciento. La meta es que para el año 2030, los edificios no utilicen combustibles fósiles para generar energía.
Del mismo modo, Aponte Ortiz recalcó que Puerto Rico debe adoptar políticas públicas, programas y actuaciones de adaptación para enfrentar los retos del cambio climático. “Desde el presente, tenemos que tomar decisiones de la manera que nos organizamos, la estructura que establecemos, para tratar de que no se acelere o continúe esta alteración del planeta y, además, adaptarnos a los impactos que ya nos produce”, concluyó Aponte Ortiz.