Independientemente de quién pueda tener la culpa, la realidad es que los ingresos de la Universidad de Puerto Rico van a reducirse sustancialmente en los próximos dos a tres años. Esto, va a requerir una total reingeniería financiera en la institución. Pero debemos ser realistas en nuestras propuestas. Podemos argumentar “ad náuseam” sobre la necesidad de eliminar la Junta de Síndicos y la Administración Central, pero tales cosas no van a suceder, por lo que continuar argumentando es un ejercicio en futilidad. Son muchos los aspectos en los que la Universidad se debe concentrar para lograr la reingeniería financiera. Sin embargo, en mi opinión, todo cambio debe ser resultado del esfuerzo combinado – y también los sacrificios – de todos las partes interesadas o involucradas (stakeholders, en inglés). En particular, existen cuatro sectores principales: estudiantes, docentes, empleados no docentes y administradores. Por supuesto, hay también partes externasinvolucradas. No obstante, en este escrito me limitaré a tres de los cuatro grupos mencionados: administración, profesores y estudiantes. Uno de los asuntos de mayor relevancia en estos momentos es la oferta académica del verano, la cual ha generado gran controversia, por lo menos en el Recinto de Río Piedras. A la Facultad de Administración de Empresas, por ejemplo, se le asignó para el verano la tercera parte del dinero que solía asignársele. Esto ha resultado en una reducción drástica en nuestra oferta. En casi todas las facultades los estudiantes protestan indignados, y con mucha razón, contra la reducción sustancial de cursos de verano. Analicemos el costo de la oferta de verano. Tomemos como ejemplo a un profesor con doctorado y rango de catedrático cuyo sueldo mensual sea $6,400. Su carga académica regular es de 12 créditos por semestre. Si este profesor enseñara un curso adicional de tres créditos (para un total de 15 créditos), recibiría paga adicional a razón de $2,150 por el semestre. Sin embargo, si ese mismo profesor enseñara el mismo curso de tres créditos durante cuatro semanas en el verano, su remuneración sería $9,600. Cuatro veces y media lo que recibiría si lo enseña durante el semestre como carga adicional. ¿Cómo justificar esta desproporcionada diferencia? Habrá quien argumente que el profesor está sacrificando parte de las vacaciones de verano. Pero desde que se entregan las calificaciones en mayo hasta quecomienza el semestre en agosto hay casi 12 semanas. El profesor que enseña durante cuatro semanas tiene todavía ochos semanas de vacaciones. ¿Cuántosempleados públicos o privados tienen ocho semanas de vacaciones? Para recibir la escasa paga durante el semestre, el profesor tiene que enseñar por encima de su carga regular, durante 15 a 18 semanas, posiblemente en horario nocturno o sabatino y cargado de las tareas adicionales que representan los comités y las múltiples reuniones de todo tipo. En el verano, el profesor enseña un solo curso durante cuatro semanas y, generalmente, no tiene tareas adicionales. Esta desproporcionada paga, de la que admito, me he beneficiado todos los veranos, encarece los cursos y contribuye significativamente a reducir la oferta académica. ¿Cuántos de los estudiantes que protestan conocen esto? Además, mientras más alta es la remuneración, menor el número de profesores que puede enseñar durante el verano. Sólo se benefician unos pocos. Hay entonces la oportunidad de que los tres grupos a los me dirijo aporten – y sacrifiquen – para que pueda aumentarse significativamente la oferta de verano. La administración tiene que comprometerse a reducir sus costos; no solamente durante el verano sino durante todo el año. Deben reducirse los viajes, y propulsar que se haga uso más eficiente de la energía, el agua y los materiales, entre muchos renglones. Los profesores debemos estar dispuestos a aceptar una reducción en la remuneración del verano, con la condición de que el dinero ahorrado se utilice para ofrecer más cursos. Sugiero que el dinero, que bajo la escala de retribución actual se utilizaría para ofrecer dos cursos, se utilice para ofrecer tres. Ese curso que hoy día cuesta $9,600, costaría $6,400, lo que todavía representa el triple de la remuneración por una compensación adicional de semestre. Finalmente, los estudiantes deben estar dispuestos a pagar un poco más por los cursos de verano. Estos cursos les ayudan a adelantar sus estudios o cuando menos a no atrasarse. Un aumento entre 10 y 20 por ciento en el costo por crédito durante el verano ayudaría a incrementar la oferta académica. La combinación de estas medidas deberá resultar en que se duplique la oferta de cursos durante el verano, beneficiando a más profesores y más estudiantes.