El proyecto de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos llamado Acta de Restablecimiento de la Soberanía Estadounidense, presentada por el congresista Mike Rogers eliminaría la aportación financiera de ese país a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), retiraría a Estados Unidos de esa entidad y de sus organismos subsidiarios y autónomos (UNESCO, UNICEF, Organización Mundial de la Salud, entre otros), prohibiría la participación de soldados estadounidenses en operaciones de paz de Naciones Unidas, y retiraría la inmunidad de los diplomáticos de Naciones Unidas en territorio estadounidense.
La relación de la potencia norteamericana con las organizaciones internacionales ha sido históricamente ambigua. Esto es una ironía histórica cuando se considera que fue Estados Unidos quien propuso durante las negociaciones de Versalles en 1918, tras la primera guerra mundial, el establecimiento de una organización internacional universal en donde se negociaría el mantenimiento de la paz mundial.
Esta propuesta de la Cámara de Representantes se enmarca dentro de la resurgente tendencia llamada “aislacionismo” que prevaleció en Estados Unidos durante la década de los 1920, entre ambas guerras mundiales, y que proponía retirar a Estados Unidos de los asuntos mundiales, particularmente los europeos, a quienes muchos estadounidenses consideraban como asuntos corruptos y no relevantes para el país norteamericano. Las recientes declaraciones de la nominada nueva embajadora estadounidense ante Naciones Unidas, Nikki Haley, amenazando a todos los países que osen contradecir a Estados Unidos en los debates y resoluciones de la organización también se enmarcan en esta tendencia moralista y unilateral asociada al aislacionismo.
La nueva administración estadounidense también ha criticado otros regímenes internacionales como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Unión Europea (UE) y los tratados de libre comercio, particularmente el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá. La administración del presiente Donald Trump parece más inclinada a la política de las grandes potencias tomando la decisiones unilateralmente, sin tomar en cuenta las organizaciones y el derecho internacional, ni a las potencias medianas. Habría que plantearse si resurgirá el “Concierto de Europa” decimonónico, cuando unas cinco o seis potencias tomaban las decisiones y establecían las reglas sin consultar con ningún otro miembro de la comunidad internacional.
El retiro de Estados Unidos del organismo mundial resultaría es un aislamiento internacional serio para ese país. Al no participar en las Naciones Unidas, Estados Unidos no tendría voz en la configuración de las leyes internacionales. Además perdería influencia y rechazaría la nueva legislación internacional, llevando a su incumplimiento, lo cual aislaría más aún a la potencia norteamericana y la llevaría a una confrontación con la comunidad internacional. El aislamiento generaría incomprensión, recelo y desconfianza, llevando a un incremento en las tensiones. El ejemplo de Corea del Norte deja claro el resultado de las políticas aislacionistas.
Las consecuencias serían muy negativas también para Naciones Unidas. La organización perdería el 22% de su presupuesto, lo que llevaría a esta a tener que reducir sus programas de cooperación económica y social, su ayuda humanitaria, sus operaciones de mantenimiento de la paz y todos los programas de sus distintos organismos que incluyen programas de desarme de armas convencionales, desarme de armas de destrucción masiva, derechos de los niños, derechos de las mujeres, protección ecológica, protección de especies amenazadas, cambio climático, desarrollo humano, inmunización, cooperación en temas de salud mundial, derechos sindicales, cooperación científica, tecnológica y espacial, cooperación atómica, entre otros. Retirarse de Naciones Unidas automarginaría a Estados Unidos de prácticamente cada asunto global, ya que se trata del foro más cercano a una organización de índole universal. También disminuiría significativamente la capacidad de Estados Unidos de ejercer influencia en cada uno de estos temas.
Estados Unidos tiene derecho de cuestionar los procesos internos dentro de la organización mundial y presionar para que se implementen reformas. Pero esa posibilidad solo es viable si permanece como miembro. Naciones Unidas no es una organización ideal ni perfecta, pero es lo mejor que tenemos hasta el momento. Ciertamente, son muchos sus logros: gran cantidad de legislación internacional de derechos humanos, políticas humanitarias que han salvado la vida de millones de personas, particularmente niños y otros sectores vulnerables, protección de recursos naturales, preservación de monumentos culturales y artísticos, ayuda a los refugiados y control de armas. Otros logros incluyen la adopción de la Convención de Derecho del Mar, la promoción de procesos de descolonización, el fortalecimiento del derecho internacional y la adopción de leyes de inmunidad diplomática, las cuales facilitan las relaciones y cooperación bilaterales.
A pesar de no tratarse de un gobierno mundial, Naciones Unidas es la organización que se acerca más a proveer una gobernabilidad mundial, al permitir que se negocien los principales tratados multilaterales que dan paso a la mayoría de las actuales leyes internacionales, al tener un tribunal internacional (Tribunal Internacional de Justicia) y al permitir el establecimiento del Consejo de Seguridad, mediante el cual se autoriza el envío de tropas de paz de las Naciones Unidas cuya función no es combatir, sino mantener los altos al fuego, interponerse entre ejércitos hostiles y proteger a la población civil amenazada por conflictos militares, crímenes de guerra y genocidios.
Por medio de Naciones Unidas la comunidad internacional establece unas políticas de cooperación multilateral, las cuales le otorgan a las potencias pequeñas y medianas una voz y participación en los asuntos mundiales que no sería posible sin la organización universal. De concretarse un retiro de Estados Unidos de Naciones Unidas, se marcaría un precedente nefasto y reminiscente de las políticas de Alemania, Italia y Japón cuando se retiraron de la Sociedad de Naciones (predecesora de Naciones Unidas) y cuya conclusión fue la Segunda Guerra Mundial. El retiro de las potencias de la ONU constituiría una involución de setenta años en avances en la cooperación internacional en asuntos de paz, derechos humanos, ecología y ayuda humanitaria y sólo propiciaría políticas unilaterales, militaristas y agresivas, carentes de consenso internacional y de alto riesgo para la paz mundial.