Para dos queridos colegas conocedores, Nelson Rivera y Armando Cruz, en solidaridad.
Desde su primera trasmisión regular el 6 de enero de 1958 escucho la WIPR Radio, la única emisora en Puerto Rico que nos permite gozar de la buena música ATH –a toda hora- cuando estamos en el auto o cuando en casa estamos muy atareados para ocuparnos de los CD. (Confieso que la única otra emisora que escucho es la WRTU, la emisora de la UPR. Conozco las comerciales aunque casi nunca las sintonizo.) Hace ya bastante tiempo este signo de cultura se ha convertido en su contrario, un signo de la incultura que nos arropa. Esto me parece motivo de mucha preocupación.
Los locutores que anuncian la estación gritan. El volumen a todo pulmón, desgraciada costumbre puertorriqueña. Por qué gritamos es quizá un problema psicológico, histórico y sociológico muy complejo. No lo voy a discutir ahora pero, ¿por qué gritar cuando se tiene un micrófono al frente?
Eso desafía mi capacidad de entendimiento. Lo cierto es que estos locutores gritan como si estuviesen mercadeando comidas basura o pasta de dientes en una emisora comercial. (Y no me le echen la culpa a las escuelas de comunicación. Al menos en COPU no les enseñamos eso.)
Asimismo el anuncio de la emisora parece un anuncio de chicle de bomba o cerveza y también a grito en cuello. Pero lo peor es que con total desparpajo interrumpen lo que sea, desde el divino Bach, el sublime Mozart, el maravilloso Debussy al genial Shostacovitch, para trasmitir sus aterradores gritos. ¿Falta de respeto, esguince total del significado del vocablo cultura, arrogancia, ignorancia? Quizá todas las anteriores. Un día reciente escuchaba en mi auto una trasmisión de Don Giovanni y antes de que terminara el tercer acto oigo el sonido tonto de unas campanitas.
Sabía que no estaban en la partitura. A renglón seguido sale la grabación terrible anunciando la emisora. Me quedo esperando a ver si van a continuar luego con las escenas finales entre el Comendador, el convidado de piedra del original y Don Juan. Nada de eso, no les importa, siguieron luego con otro embeleco como si tal cosa. ¿Pensarán que en este país todos somos tontos sin educación? ¿Qué forma es esta de despreciar al puertorriqueño? Somos muchos y sépanlo, no sólo en las universidades, los que gozamos de buena educación musical y del placer de escuchar buena música.
Otra de esas torceduras culturales espantosas que conducen a la incultura es su costumbre odiosa de descuartizar la música. No hay que tener un doctorado en musicología, basta con un poco de conocimiento y buen gusto para saber lo que es la coherencia. Un compositor cuando decide publicar una obra es porque entiende que ya es una totalidad coherente. Los intérpretes también ofrecen su versión de esa coherencia en su presentación de la obra. Si una composición consta de tres movimientos pues es eso lo que hay que escuchar para comprender la obra, para gozarla.
Ahora confrontamos a diario el impúdico hábito de programar sólo pedazos de una obra. Absoluta incultura, análoga a pretender comprender y gozar de La Comedia humana leyendo medio tomo o Cien años de soledad leyendo tres párrafos. La cultura no combina con la prisa tan común hoy día. No hay fast culture. (Tampoco el fast food es realmente food, pero esa es harina de otro costal.) Es que los grandes placeres de la vida, y la música buena ciertamente es uno de los más grandes, requieren tiempo, tiempo para conocer cómo se aprecian, tiempo para desarrollar el buen gusto, tiempo para su goce. Otra de sus imbecilidades es no ofrecer al radioescucha el nombre de los intérpretes de una obra. No sólo queremos saber quién o quiénes están ofreciendo una versión de tal o cual partitura, quizá nos pueda interesar adquirir esa versión. Ah, pero a estos señores eso no les importa. Como dice el refrán, la ignorancia es atrevida y prefiero achacarlo a la ignorancia.
Ni soy la única ni la primera con estas quejas. Mi colega Nelson Rivera desde ya hace casi 5 años, publicó una crítica a este proceso de deterioro de la WIPR Radio. Junto a certeros comentarios y una enjundiosa cita de Teodoro Adorno sobre la estandarización de la música en los medios masivos señalaba sobre nuestra emisora pública:
“No contentos con prostituir el arte musical, en los pasados meses los programadores de WIPR han explorado maneras de “entretener” a los oyentes. Ya que desprecian la música misma, han copiado la hemorragia de nimiedades habladas de las estaciones comerciales”. (Claridad, En Rojo, 13/12/2006)
Muchos cafés han abonado la tertulia con Armando Cruz sobre la música y el desierto cultural radiofónico. Tampoco hemos sido los únicos y espero que no los últimos. Ya he leído con satisfacción otras críticas en los medios y hasta cartas de los lectores sobre este tema.
De acuerdo con un comunicado de Rafael Delgado Márquez a Luis Muñoz Marín de noviembre del 1945, la razón principal del gobierno para fundar una emisora pública no era competir con las emisoras que se dedicaban a noticias y actividades comerciales sino ofrecer al público programas de música selecta y comentarios sobre actividades gubernamentales*. Pienso que hoy día debemos volver a pensar cuál es el deber de una emisora, como la WIPR, de servicio público, que se mantiene con las contribuciones que pagamos todos los puertorriqueños que aún tenemos la costumbre de cumplir con esa ley. (Sí ya lo sé, el servicio público también está muy degradado en nuestro país.)
La mayoría de los ciudadanos de este país, no lo dudo, no disfrutan de la música que se define, quizá incorrectamente como clásica, no la conocen. No la conocen porque el gusto hay que educarlo y en este país ya no se enseña ni gramática castellana, la de nuestra lengua materna, no se enseña casi nuestra historia nacional (ni ninguna otra) mucho menos se educa en las artes, la música incluida. Se dice que a los jóvenes, buenos clientes consumistas, no les interesa.
Vale, quizá por las razones ya mencionadas, a muchos no. Pero me consta, año tras año converso con mis estudiantes y sé que muchos sí conocen de Mozart o Tchaikovsky, de Jonas Kaufman o Ana Netrebko. Todos no son incultos. Algunos los encuentro en conciertos, recitales, funciones de ópera. Caramba, algunos hasta tocan violín, viola, trompeta, piano, otros cantan tenor, soprano, mezzosoprano en producciones nacionales. He ahí parte de la función de una emisora pública. Educar y también dar a conocer el talento que tenemos en las artes. Las emisoras públicas no están para competir con las comerciales.
El Conservatorio de Música, los departamentos de música de las universidades gradúan cada año jóvenes conocedores de la buena música. ¿Dónde están trabajando? ¿Por qué la WIPR no contrata a varios de ellos, esos que a diferencia del señor Ray Cruz sí saben de música, para que programen, orienten la labor educativa y musical de nuestra emisora pública? Eso, el conocimiento especializado, profesional es lo que debe permitir el acceso al empleo no la afiliación política.
Recientemente Carmen Dolores Hernández comentaba en una columna en El Nuevo Día:
“Como en tantas otras cosas, un cuatrienio de gobierno no sólo inepto y corrupto, sino también despreciativo de la inteligencia ha arruinado aún otro renglón de la vida puertorriqueña. Con ellos todo se ha venido abajo. El caso de la revista La Torre, que parecía estar despuntando de nuevo, confirma esa apreciación. Y la editorial del ICP sigue, a duras penas en pie. Lo que produce –si es que produce- es invisible”. (24/9/2011) La acción de nuestra WIPR también es despreciativa de nuestra inteligencia, señala otro elemento arruinado de la vida puertorriqueña. Y esto es muy grave. No sólo reniega de las premisas que fundaron a la WIPR sino como también dice la colega Hernández, nos convierte en “un país sin ideas y sin visión de futuro”.
Y el asunto es más complejo de lo que parece. Alguna vez el gran José Vasconcelos dijo que la cultura engendra progreso y sin ella no cabe exigir de los pueblos ninguna conducta moral. Tal parece que por ese camino vamos, perdiendo nuestra capacidad moral. No se resuelve el problema sólo con la música, ojalá fuese así. No obstante, una buena dosis de Bach, una ilustrada sonata de Mozart sí abren el camino (más si se escuchan leyendo a Kant).
¿Seremos capaces de pasar de la indignación a la acción? ¿Resuena mi coraje en estas palabras? Ojalá que sí pues nos va la vida misma. No creo que exagere, piénsenlo.
La autora es periodista y profesora de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.