
Me parece que el “activismo judicial” es un concepto manoseado y que ya no representa algo particular si no se elabora en un contexto. Hoy, la mayor de las veces es sólo una etiqueta de contenido político cuya contraparte es el concepto reaccionario. La judicatura nombrada por los republicanos, así como los políticos de esa extracción, califican a cualquier juez demócrata y liberal, que plantea una interpretación nueva de una ley con el propósito de hacerla más consciente de las necesidades de grupos pobres o minoritarios, como un activista. Es como si la ley nunca hubiese tenido un contenido o enfoque que apelara a unos grupos. Se habla de activistas porque el juez puede o no interpretar textos. Ahora bien, si no fuere bajo una reinterpretación de viejos textos, ¿Cómo se hubiese podido poner al día una constitución que en sus orígenes no contemplaba siquiera el voto de la mujer y de los afroamericanos? En forma similar, los demócratas modernos califican a casi cualquier conservador republicano como reaccionario. ¿Reaccionario a qué? ¿Al “activismo” demócrata?. Creo que en poca medida se puede sostener que como juez, Sonia Sotomayor, haya demostrado ese calificativo de activista. Aún la decisión reciente del Supremo, la que revoca una decisión de su panel en apelaciones recibe la aprobación por parte de varios jueces de ese tribunal, todos moderados, de la posición del panel. Sonia Sotomayor sí se puede decir que en su momento fue una activista social para lograr echar hacia adelante a los puertorriqueños en la medida que se descubre a sí misma. En cuanto a la segunda crítica, la de su empatía hacia los grupos a los que ha pertenecido, creo que requerir lo contrario eso de nadie es cuando menos hipócrita y cuando más imposible. No hay duda de que conocemos más que otros del tipo de experiencias que hemos vivido. Eso no ha hecho que jueces blancos, como excepción, tomaron decisiones que favorecían a los negros. Y no hay duda también que jueces blancos y crecidos en el privilegio pensaron que su mundo era el único mundo existente. Sonia Sotomayor ha tenido muchas vidas en una: la mujer, la hija de padres pobres, la huérfana de padre. Pero tuvo otras, la de mentores que la identificaron y la dirigieron; la de las vacaciones de Mayagüez, y no las de Brooklyn; la de los triunfos que la llevan a las mejores universidades. La del poder y autoridad que le brindó la fiscalía o la Juez de Apelaciones graduada de Yale y Princeton, lo que le permitió ascender a la clase media norteamericana. Ella puede y tiene el derecho a reconocer en la vida de otros esas perspectivas. Sabe lo que es estar fuera y más o menos dentro del círculo. Como muchos, su vida no ha sido homogénea. Lo importante es cómo cada una de esas experiencias le sirve para entender la vida de los demás. Si se sintió sola en un momento puede identificar los sentimientos de soledad de otros, sean blancos o negros o asiáticos. Entendiéndolos no tiene que excusarlos de su comportamiento ante la norma, pero ciertamente puede utilizar ese conocimiento para hacer de la norma una sensible.