Desde adolescente tuvo varias experiencias que la fueron guiando a lo que ella llama su misión de vida. Tuvo pérdidas familiares significativas, experiencias personales extraordinarias y descubrimientos providenciales de publicaciones que poco a poco le fueron apuntalando un camino de servicio, pero no fue hasta que le regaló tres sencillas palabras a un paciente que agonizaba desde hacía varios días en un hospital que pudo conectarse con su cometido.
La tanatóloga Shirley M. Silva Cabrera contó que hace varios años, siendo aún terapista física en un hospital privado del País, tuvo ante sí un paciente que le habían referido y que se encontraba en una situación de salud muy delicada desde hacía varios días. La persona solo emitía incesante y desesperadamente una palabra: “perdón”.
Al notar su angustiosa agonía, Silva se le acercó, le tocó suavemente el cabello y le susurró: “Yo te perdono”. Fue lo único que necesito aquella persona para respirar con alivio y dos horas después morir en paz.
Ese día, la hoy tanatóloga del Hospital de Cuidado Agudo Especializado en Pacientes Politraumatizados (Centro de Trauma) en Centro Médico en Río Piedras, comprendió que debía hacer algo para ayudar a las personas a enfrentar su proceso de muerte. “Eso fue lo que me impulsó”, confiesa.
En ese momento se percató que en los hospitales se prestaba mucha atención al aspecto curativo (que se enfoca en la erradicación de la enfermedad), pero muy poca atención a la sanación, que implica alcanzar un estado de bienestar total, independientemente si se erradica o no la enfermedad.
“Quedaba una parte de la población hospitalaria, en especial aquellos pacientes que estaban enfrentando el proceso de la muerte y en aquellas familias que estaban experimentando sus diferentes duelos que estaban en un sufrimiento que no era atendido y yo me prometí que algún día haría algo a favor de estos pacientes”, recordó.
“Me di cuenta de cuán necesario era idear un programa para darle asistencia a esta parte de la existencia”, precisó Silva, para quien la muerte es, precisamente, un proceso inherente de la existencia que merece ser abordado con mucha sensibilidad, tacto, respeto, discreción y prudencia.
Fue así cómo comenzó a leer, a buscar información y descubrió una disciplina que le cambió la vida. En esa búsqueda conoció que existía una especialidad llamada Tanatología, que atiende todos los asuntos relacionados con la muerte nutriéndose y aplicando herramientas de distintas ramas del saber, entre ellas la medicina, antropología, enfermería, psicología y religión.
“Me convertí en autodidacta”, recuerda. Reveló que en un libro de la autora Elizabeth Kübler Ross, donde encontró por primera vez la palabra tanatología, descubrió que la muerte tiene un sitial dentro de los servicios de atención integral del ser humano y que debía ser reconocido en propiedad.
Más adelante, realizó estudios formales hasta completar su doctorado en Psicoterapia Eclesiástica y convertirse en la primera tanatóloga certificada en la Isla.
Actualmente, el País cuenta con cinco de estos especialistas, capacitados para trabajar los procesos de muerte y duelo. Ella es una de las únicas dos personas en Puerto Rico que ostenta el título de Fellow, que le fue otorgado por la Association for Death Educaction and Counseling, luego de completar la certificación más avanzada en esta disciplina.
Desde el 2007 trabaja en el Centro de Trauma desde donde ejerce la Tanatología desde una perspectiva integral. No solo usa su formación académica sino las terapias complementarias, el ejercicio, la aromaterapia, la música, la biblioterapia (con lecturas) y distintos tipos de meditación para ayudar al paciente y sus dolientes en el proceso de muerte.
Resaltó que lo principal en la tanatología es seguir unos principios básicos que implican entre otros, respetar el trasfondo socio cultural del paciente y sus creencias espirituales, dejar que el participante sea quien siente las pautas de cómo y qué quiere trabajar durante su proceso estableciendo metas a corto plazo. Se trabaja, por ejemplo, el desapego, los asuntos pendientes y el perdón (para lograr la tranquilidad de la persona que va a morir).
Para los procesos complicados de duelo Silva utiliza una rúbrica de seis pasos conocida como el proceso de las 6 R, sugerido por la teórica Therese Rando para manejar estas situaciones. En primer lugar se trabaja con el reconocimiento de la pérdida, luego con la reacción a la pérdida. También se lleva a la persona a reexperimentar la relación con el difunto o con el mundo antiguo (antes de la pérdida).
Asimismo, se trabaja con la renuncia al mundo antiguo sin que esto signifique olvidar el ser querido o circunstancia y la reintegración a la vida sin que esto signifique tener que olvidar al ser querido no presente.
Finalmente, se trata la reinversión, donde se trabaja qué cosas útiles productivas va a hacer el individuo con el tiempo y espacio que antes le dedicaba al objeto o personas que perdió.
La danza de la existencia
Silva contó que antes de llegar al Centro de Trauma, tuvo la oportunidad de crear el primer programa de Tanatología en un hospital privado de la Isla, donde tuvo infinidad de experiencias que enriquecieron su práctica clínica.
Allí comprendió lo cerca que caminan la vida y la muerte durante la existencia de un individuo. “Estamos en todo momento en una danza entre la vida y la muerte, porque ambas constituyen la existencia”, comentó.
Notó que algunos pacientes manifestaban tener visitas extraordinarias durante su periodo de agonía. Explicó que este tipo de percepciones, conocidas como experiencias de cercanía a la muerte, se refiere, por ejemplo, a lo que experimenta la gente cuando su muerte se avecina y expresan que alguno de sus parientes ya fallecido vino a verle.
Al igual que los pacientes de Silva otras personas han manifestado tener este mismo tipo de experiencias durante su proceso de muerte. De acuerdo a la tanatóloga el asunto es un misterio.
“Todavía la medicina está tratando de darle una explicación a esto, pero yo creo que el ser humano al ser un ser integral compuesto por cuerpo, mente, emoción y espíritu, es más de lo que nosotros pensamos que somos. Tenemos una naturaleza que trasciende lo que es la piel, la carne”, afirmó.
Esas experiencias según Silva hay que respetarlas. “Lo que tenemos que hacer es que esos momentos preciosos hay que naturalizarlos. No decirle al paciente que está loco o que no debe decir esas cosas. “Eso hay que respetarlo porque esas son sus experiencias, es su muerte”, subrayó.
A Silva se le hizo fácil comprender a estas personas, pues ella misma tuvo una experiencia parecida cuando apenas era una adolescente. Contó que durante un retiro donde se realizó un ejercicio de meditación trascendental, percibió algo muy similar a lo que dicen que han visto algunas personas en experiencias cercanas a la muerte: un inmenso túnel, destellos de luz y un resplandor espléndido.
La búsqueda de una explicación a esa experiencia la inquietó por años hasta que conoció la tanatología y publicaciones como El libro tibetano de la vida y la muerte de Sogyal Rimpoché y Sobre la muerte y los moribundos (On Death and Dying) de Elizabeth Kübler-Ross.
“Estos dos textos son la base para una persona que se puede interesar en mejorar su acercamiento a la muerte y sus pacientes [que atraviesan por este proceso]”, observó.
Silva compartió que a través de estos libros entendió que en aquel ejercicio de meditación en aquel retiro había logrado escalar un estado de conexión muy fuerte con su esencia misma. Entendió que algo similar pudiera ocurrir con algunas personas cuando se aproxima su muerte. “Es el umbral hacia dimensiones que uno no se imagina a dimensiones que uno no sabe qué contiene. Es un paso”, analizó.
Comprender esto la afirmó en su compromiso de ayudar a otros a enfrentar la muerte sin temor y disminuir su sufrimiento cuando llega ese momento.
La ruta para alcanzar este cometido no ha sido fácil, pues indicó que cuando comenzó a tocar puertas en los distintos hospitales del área metropolitana para ofrecer sus servicios como tanatóloga se le hizo muy difícil lograr que la administración hospitalaria viera la tanatología como una ciencia y una profesión.
“Hay una negación institucional de la muerte”, indicó. Esa negación, explica, se instaura desde la niñez misma en el hogar y se promueve en los sistemas de educación formal.
“No educamos a los niños a ver la muerte como parte de la existencia. Poco a poco se les va haciendo conciencia de ese hecho natural, pero de manera muy dolorosa”, lamentó.
Indicó que en las escuelas tampoco ofrecen educación sobre ello y a nivel de las universidades se habla muy poco al respecto.
Aparte de esto, no todas las personas, según ella, están dispuestas a incursionar en la enseñanza y orientación sobre la muerte. “Es un tema que disgustan duele, recuerda pérdidas múltiples que hemos tenido a lo largo de la vida y que no fueron manejadas de la mejor forma”, destacó.
Por eso, Silva se ha propuesto trabajar intensamente para que en la Isla se rompan los estereotipos, tabús y miedos sobre la muerte. Por ello, además, de su labor en su centro de trabajo, ofrece talleres y conferencias sobre el tema aquí en la Isla. También imparte cursos en el Certificado en Tanatología que ofrece actualmente la Universidad de Puerto Rico y que fue iniciado por ella.
Asimismo creó la Asociación de Tanatología Integral de Puerto Rico y la página web espigas.org desde donde genera información sobre el tema para el público en general.
Cuando los dibujos hablan
Una de sus más recientes proyectos en esta dirección es la publicación del libro Cuando los dibujos hablan. Percepciones tanatológicas. Un estudio contemplativo sobre la muerte y el duelo.
Contó que desde el 2003 comenzó a coleccionar los dibujos de participantes a conferencias sobre el tema de la muerte en charlas sobre tanatología ofrecidas por ella. Recolectó sobre 300 dibujos, de los cuales 236 conformaron su proyecto final para la obtención de su grado doctoral en Psicoterapia Eclesiástica que en esencia constituye el libro, donde resalta el valor terapéutico del dibujo para manejar los procesos de muerte y duelo.
Mediante el análisis de estos dibujos, la autora introduce al lector a un proceso de contemplación de la muerte y el duelo a través de unos 28 símbolos predominantes, esbozados por distintos participantes en sus conferencias durante 10 años.
El libro de 240 páginas discute el tema de la muerte y el duelo desde siete categorías: la muerte como el final de la existencia, respuestas sicológicas, dependencia en el otro, sentido de pérdida del control sobre eventos en el ambiente propio, estados post mórtem: relación con Dios-vida después de la muerte- modos de inmortalidad simbólica; la muerte y el duelo en abstracto [umbral para una tanatología ] y dilemas existenciales.
En los anejos se incluyen las gráficas que muestran los 28 símbolos más frecuentes en los conceptos de muerte y duelo trazados por los participantes. Sobresalen entre estos las personas, el sol, las nubes, el suelo, las aves, las flores, los árboles, las cruces, el cielo y los caminos.
Otros símbolos son rostros, alma, flechas, manos, rayos, féretros, panteones, camas, ángeles, corazones, lágrimas, siluetas y montañas, elementos comunes en la representación de la muerte y el duelo en la cultura occidental.
La autora, quien también es pintora, hace un análisis de cada uno. También presenta una serie de citas bíblicas que alude a cada una de estos elementos que pudieran servir de referente al momento de asistir a una persona en su proceso de muerte.
Silva explicó que cuando estamos atravesando por algún sufrimiento las palabras se quedan cortas. En cambio, el dibujo es una herramienta más efectiva de expresión durante esos momentos y deja ver mejor, según la literatura consultada por ella para este trabajo, en qué parte del proceso de la enfermedad, muerte, duelo o pérdida estamos y cómo o cuánto estamos dispuestos a sobrepasar las adversidades.
La publicación será presentada el sábado, 20 de octubre, a las 2:00 p.m. en la librería del Instituto de Cultura Puertorriqueña.
Los interesados en este tema pueden escribir a la doctora Silva a silva.shirleym@gmail.com.